Escambray, épica y lucha de clases

Pedro de la Hoz
19/7/2017

A la Televisión Cubana le hacía falta LCB, la otra guerra. De una parte, la violenta colisión entre intereses diametralmente contrapuestos debía ser contada con la mirada fresca de quienes no habían participado en el conflicto; de otra, estaba la deuda de la pantalla doméstica cubana con la conjunción de dos géneros, drama histórico y acción, en los que abundan materiales realizados en otras latitudes, no siempre con la mayor calidad ni en correspondencia con lo que se espera en términos de veracidad y verosimilitud.

foto de la serie cubana LCB, La otra guerra
Imágenes del rodaje. Fotos Cortesía Alberto Luberta 

La serie dirigida por Alberto Luberta Martínez y producida por RTV Comercial acierta en cuanto a revelar la naturaleza épica de los sucesos que tuvieron lugar en varias provincias del país en el primer lustro posterior al triunfo de la insurrección popular en 1959. Unas 300 bandas operaron en la isla hasta 1965.

El escenario seleccionado fue el de la serranía del Escambray, donde con mayor encono se dio el encontronazo. El teniente coronel Jorge Hernández Garaboto, investigador del Centro de Estudios Militares, consignó la participación de 80 batallones de las Milicias Nacionales Revolucionarias, cerca de 60 mil obreros y campesinos de todo el país, en las operaciones conocidas por Limpia del Escambray entre diciembre de 1960 y marzo de 1961, las cuales neutralizaron a 420 alzados.

Luego de la victoria de Girón, los remanentes del bandidismo en esas montañas recibieron un nuevo impulso por parte de la CIA. Llegaron a actuar en la zona 41 bandas integradas por 500 hombres.

Ese es el referente histórico que animó al guionista Eduardo Vázquez y al realizador Luberta para llevar adelante La otra guerra. Ficción sobre hechos reales, pero ficción al fin, no hay que buscar el documento, sino la recreación de una época y sus personajes.

La sustancia de los hombres y mujeres que se vieron involucrados en el conflicto, las motivaciones internas y externas, las situaciones extremas de las familias, los afectos y desafectos, las pasiones y reconcomios humanizan la esencia de lo que allí aconteció: uno de los episodios más álgidos de la lucha de clases entre los que se negaban a ser desplazados del poder y los nuevos protagonistas de la historia.

La otra guerra no fue perfecta en su realización, aunque alcanzó niveles más que decorosos y momentos verdaderamente estremecedores.Aunque están los jefes de la ofensiva revolucionaria, la serie tiene la virtud de llamar la atención sobre gente de fila, como esos muchos protagonistas que siguieron viviendo en las montañas y no pidieron para sí privilegios ni glorias, porque sencillamente cumplieron con su deber y, más que todo, con lo que les dictaba el corazón. Esta última frase léase ajena al lugar común: si digo corazón es porque muchos actuaron por intuición e indignación de clase, no por una toma de conciencia producto de la cultura política. Como tampoco faltaron bandidos ni colaboradores confundidos, arrastrados por antiguos terratenientes y personeros de la política vencida, aterrados por lo que se decía del nuevo régimen o manipulados por la propaganda enemiga.

La otra guerra no fue perfecta en su realización, aunque alcanzó niveles más que decorosos y momentos verdaderamente estremecedores. Por eso levantó ronchas en ciertos círculos de la ultraderecha cubano-miamense. Se trata de personas que se han esforzado por distorsionar los hechos del Escambray, a punto de presentar el conflicto como una guerra civil, en la que perdió la parte que tenía la razón.

No hablan de los 63 campesinos y obreros agrícolas asesinados, ni de los alfabetizadores, mujeres y ancianos torturados y masacrados.

La memoria de esas víctimas del terrorismo de los bandidos armados por los Estados Unidos no puede ser olvidada.