Cuando José Martí afirma “que un poeta es una lira puesta al viento, donde el universo canta”[1], el Maestro ha puesto de manifiesto una hermosa recreación que hace tan solo décadas la ciencia ha demostrado, la conexión entre nuestro cuerpo y el universo.
En tal sentido, el científico alemán Fritz-Albert Popp, Doctor en Física Teórica, reconoce que todos los seres vivos emitimos luz debido a la comunicación que existe entre las células. Pero lo realmente fascinante es saber que cuando una célula está a punto de morir, despide una luz llamada radiación biofotónica que es cientos de veces superior a la luz que emana habitualmente.
Devociones, una de las exposiciones de mayor lirismo desplegado en estos últimos meses.
Estamos hablando de una reacción similar, nada menos, que a la explosión de las estrellas supernovas en el colapso gravitacional que las lleva a la muerte. Consideramos, como el Dr. Popp, que este paralelismo entre las células del cuerpo y el universo es el descubrimiento más poético en la historia de la anatomía[2].
Precisamente desde este pretexto es que nos permitimos acercarnos a una de las exposiciones de mayor lirismo desplegado en estos últimos meses. Nos referimos a Devociones, una muestra de lienzos y esculturas de bronce de Silvia Rodríguez y René Alejandro Noa en la Casa Vitier García Marruz con motivo del primer aniversario de dicha institución perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Si con anterioridad ya nos hemos referido a la belleza y delicadeza que distingue la obra de Silvia, específicamente al conjunto de acrílicos que bajo el titulo de Sueños en Vilo presentara en la Biblioteca Nacional José Martí, en Devociones definitivamente se nos ha ratificado que estamos ante una de las figuras de las artes plásticas de nuestro país con especial sensibilidad poética perceptible en su obra.

Basta evocar cualquiera de sus acrílicos sobre lienzos o en retablos de madera, para quedarnos cautivados por ese peculiar entorno gráfico que la singulariza por trasladarnos a un contexto que rememorara obras pictóricas muy antiguas; o nos sorprende con una atmósfera que pareciera reflejar la estética de milenios por arribar, como sucede con el acrílico sobre lienzo nombrado “En dónde encontrar sentido”.
Sin embargo, esta pasión que nos atrae de la obra de Silvia, es alimentada por su permanente capacidad de observación para tratar de expandirse, la que le ha hecho acudir al joven escultor santiaguero Rene Alejandro Noa, su maestro de la escultura en bronce a partir de la técnica de la cera perdida. Ha sido tal el rango de comunicación entre ambos creadores, que en la muestra Devociones tanto Noa como Silvia coinciden en descubrir la sutileza del sentimiento profundo en sus respectivas piezas.

Si para el Maestro, un objeto feo duele tanto como una herida mientras que el bello lo conforta como un bálsamo, entonces la magnificencia de semejante exposición representa la posibilidad de acceder a un regocijo pactado que, en estos tiempos difíciles, nos llega como oportuno refugio de sanación para las múltiples heridas que han dañado nuestra espiritualidad.
De las diversas propuestas de Noa para Devociones, distinguimos aquellas piezas que, por el impacto de su fuerza expresiva nos llaman la atención, como es el caso de “En busca de Arturo”, dueña de la majestuosa representatividad que merece una figura legendaria como el Rey Arturo acompañado de su espada Excalibur. En cuanto a la obra “Cabeza”, bien pudiera ser una pieza extraída de recientes excavaciones arqueológicas por el exquisito nivel de detalle afín a la maestría de los escultores griegos; mientras que con “Fuerza de Gravedad” consigue remontarnos de inmediato al vivo retrato de un simpático personaje mitológico.

Por su parte, Silvia preserva en sus bronces la delicadeza femenina de sus acrílicos, la requerida para acentuar la intensidad de los mensajes. En la obra llamada “La levitación del beso”, tanto en su propuesta del lienzo como en la del bronce, la artista ha sido capaz de apelar a la materialización visual del hechizo presente en el acto de besarnos, todo un llamado a no dejar extraviar esa maravilla del gozo en nuestra existencia.
En la habilidad de Silvia para potenciar la hondura de sus sentimientos, con “Vena verme…” ha logrado hacernos escuchar el silencioso repicar de esta campana del amor plasmada en el lienzo, pero que a su vez en la escultura nos sorprende por su enorme peso, además de percatarnos que en el borde inferior aparece el trazado de un pentagrama con un pequeño fragmento de la “Plegaria a La Virgen de la Caridad del Cobre”, tomado de la “Misa Cubana” compuesta por su compañero en la vida, el notable pianista José María Vitier.
Sin embargo, la pieza dominante de Devociones es “La balanza y la cruz”, obra que inspirada en un emotivo poema de Cintio Vitier, permanece asentada en la sensibilidad de cada uno de nosotros al interrogarnos acerca de qué lado nos ponemos cuando hay que tomar decisiones definitorias en la vida. Semejante duda es asumida con exquisito refinamiento en el acrílico sobre lienzo; mientras en la escultura de bronce, la sobriedad en el diseño de la obra, no deja de patentizar el sentido de esa fuerza moral de la ética en nuestra conducta.

Para concluir esta breve reseña acerca de la exposición de Rene Alejandro Noa y Silvia Rodríguez, regresamos al Dr. Popp quien reconoce que “el hombre, esencialmente, es un ser de luz”[3], realidad científica que ya el Maestro intuía de alguna manera, al dejarnos por escrito “…¡ay del que no tiene un poco de luz en su alma!”[4] Por lo tanto, con Devociones, hemos recibido mucha luz, esa que encontramos impregnada en cada una de las obras exhibidas.
Notas:
[1] Martí, José. “En casa”. Patria, Nueva York, 8 de septiembre de 1894, T.5 Pág. 435
[2] ABC Inconmensurable Universo. Prof. Fritz-Albert Popp.
[3] Popp. “Los biofotones, la luz de la vida”. Blog.pucp.edu.pe.
[4] Martí, José. “Idilios de Noruega”. Las Américas. Junio de 1883, T. 19. Pág. 33



