Érase un subtítulo

Laidi Fernández de Juan
29/9/2020

Siempre encontramos montones de errores en los subtítulos de películas y de series, pero ahora, con tanto tiempo y tanto “quédate en casa”, no solo se agudiza el poder de observación sino, en consecuencia, la crítica hacia todo aquello que nos rodea. Ello explica el meticuloso análisis a cuanto se dice, se escribe, se visiona, se vaticina, se escucha. Todo, en lo absoluto, está sujeto al filo de nuestro ejercicio del criterio. El tema de hoy es el disparate repetitivo en los subtítulos de aquellos materiales hechos originalmente en inglés. Si en otro momento eran pasables, lo cual significa perdonables; hoy, en pandemia, encerrados, aburridos y con más tiempo que nunca, dichos errores constituyen fuente de inspiración, material para descargar nuestra ira, a sabiendas de que no existe ninguna relación entre una pésima traducción y un virus.

Antes de mostrar algunos ejemplos coleccionados en estos días de encierro, debo añadir que, según me han dicho especialistas en la materia, sucede que muchas veces no se acude a un ser humano “subtitulador”, sino que se utiliza un programa, un software que lleva a cabo la traducción de forma automática. Peor, mucho peor, pienso yo. Sin embargo, en otras ocasiones, al final de la película o de la serie, aparece el nombre de quien hizo la traducción. Mejor sería que se escondiera, pero no, después del The End, leo “Subtítulos: Esperancejo Hernández”. ¿No le dará vergüenza al susodicho que su nombre se haga público, luego de haber confundido “pavo” con “turco”, por ejemplo? Al parecer no. Y hemos tenido que soportar que cuando el protagonista dijo “I want to eat a turkey”, hayamos leído el subtítulo “Quiero comerme un turco”.

“Siempre encontramos montones de errores en los subtítulos de películas y de series, pero ahora, con tanto tiempo y tanto “quédate en casa”, no solo se agudiza el poder de observación sino, en consecuencia, la crítica hacia todo aquello que nos rodea”. Fotos: Internet
 

En una serie llamada FBI, con mucha acción, cuando la brigada entra en la casa donde, se supone, vive el peligroso asesino que buscan, el equipo de policías se divide, para registrar cada habitación. Al no encontrar al malhechor, los oficiales van gritando “Clear” a medida que hallan cuartos vacíos (esta es una acción que hemos visto montones de veces, y hace rato aprendimos que en ese caso “clear” significa “despejado”). Según Esperancejo Hernández lo que avisa cada oficial es “limpio”, de manera que, en lugar de acrecentarse nuestra ansiedad, nos reímos cuando cada miembro del equipo del FBI vocifera que la habitación está limpia. Me gustaría que Hernández explicara si ese es el momento idóneo para fijarse si hay polvo o no en la casa de un criminal.

Otro error muy frecuente es traducir “derecho”, cuando un actor quiere expresar “bien” y dice “right”. Hernández deja pasar el contexto y, tan tranquilo, pone en el subtítulo cosas como esta: “El trato se hará según lo pactado, todo está derecho”; o “Derecho, tienes razón”; con lo cual muestra su particular rechazo a los zurdos. Asimismo, si alguien agoniza en medio de un charco de sangre y urge que lo encuentren, el subtitulador considera que debe leerse “¡Soy cocina, soy cocina!”, porque esa es su interpretación a “I am in the kitchen”. Pobre agonizante convertido en el inmueble donde se elaboran frituras de calabaza, mientras le quedan pocas gotas de sangre en el cuerpo. En una película basada en la vida de un actor famoso (y actuada por el protagonista real), una niña se le acercó para confesar su admiración, diciéndole “I am a fan”, ante lo cual Hernández no vaciló en traducir “Yo soy una gran ventilador suya”. Gazapo antológico ¿qué duda cabe?

“Si en otro momento eran pasables, lo cual significa perdonables; hoy, en pandemia, encerrados, aburridos y con más tiempo que nunca, dichos errores constituyen fuente de inspiración, material para descargar nuestra ira, a sabiendas de que no existe ninguna relación entre una pésima traducción y un virus”.
 

Esperancejo merecería el Premio Anti-Oscar de las traducciones, sin discusión. El punto más elevado lo alcanzó la vez en que una joven secretaria, despedida por su jefe, llegó a su casa, obviamente disgustada. La madre, al verla llorar quiso saber lo sucedido, a lo cual la muchacha respondió: “Mi jefe me ha dicho que soy un sol. Un sol de playa”. Cualquiera adivinaría que es imposible cotejar un despido con semejante elogio veraniego, pero Hernández no. El muy osado, luego de escuchar el más grave insulto anglófono (“son of a bitch”) nos puso en la parte de abajo de la pantalla su peculiar interpretación, cambiando hijo por Sol; con lo cual, el jefe de la secretaria la despedía diciéndole “Eres un sol de playa”, sin que tenga ninguna relación la llovizna con la acera de enfrente.

Estoy por pensar que Esperancejo Hernández, el subtitulador, pretende divertirnos en estos tiempos pandémicos, y por eso afloja tensiones mientras alguien devora un turco, examina la higiene del dormitorio de un asesino, derechiza respuestas, se convierte en fogón y/o en ventilador y, encima, pertenece al ambiente soleado de una playa tropical. Sí, speaking in silver, hablando en plata, mucha risa hay que reconocerle al señor, pero si le decimos “thank you”, él traducirá “Tanque tú”. Nunca se sabe…