Entre reyes y pastores: la infinita agonía de la experiencia humana
14/2/2018
Una adaptación literaria puede significar tanto la catapulta como el fracaso absoluto de cualquier director de cine. El cambio de lenguaje en la transformación de un formato a otro repercute de manera decisiva en las expectativas de un receptor —exigente— que ya construyó, imaginariamente, su propuesta audiovisual. Muchos han sido los casos donde el cine emula su referente, pero no llega a alcanzar, en sí mismo, un valor extraliterario. Otros; sin embargo, estrechan una relación simbiótica, de conexiones interpoladas, donde el material audiovisual puede llegar a ser tan rico y excelso como el contenido textual que le da origen.
De esta manera ocurre en Los dos príncipes, cortometraje recientemente estrenado por los Estudios de Animación del ICAIC, versión libre inspirada en el poema homónimo de José Martí. Bajo la dirección de Yemelí Cruz y Adanoe Lima, se contempla un aliento gótico, acaso melancólico o romántico, que traduce en imágenes lo desgarrador de los versos. Abocados a la expresividad de la representación gráfica mediante el dominio de la técnica stop motion, podemos asegurar un engranaje visual de extraordinaria factura, muy bien sincronizado al poema martiano.
La caracterización de los personajes se encuentra estrechamente delimitada de acuerdo a modos de vida o status sociales: riqueza en el palacio, opulencia; humildad y nobleza en casa de los pastores. Sin embargo, los sentimientos de agonía y de dolor contenido se entrecruzan en el suceso común y lamentable de ambas familias: el hijo muerto. La crudeza de la representación refuerza intencionalmente el componente dramático, tal como Edvard Munch registró El Grito estremecedor, poderoso e infinito de la criatura humana. Los rostros son de tono expresionista, y aunque constan de un diseño similar, sufren el mismo dolor, se exponen, lo manifiestan. Son la metáfora de la igualdad, en la que confluyen, multifactorialmente, lo perecedero del ser humano.
La atmósfera, de un oscuro fantasmal, abruma a los personajes bajo un visceral manto de angustia. Predomina una calma ensordecedora tanto en el reino como en la casa del pastor que parecieran estas figuras seres espectrales consumidas por el tiempo. Todo lo cual se refuerza por la ausencia de textos, de diálogos y de voz en off: el audiovisual es imagen pura, movimiento, color, narración; lo cual constituye, sin duda alguna, uno de los mayores aciertos del filme. Una de las ganancias del trabajo con el stop motion —teniendo en cuenta la formación de los directores en el campo de las artes plásticas— consistió en el rejuego y en la manipulación de habilidades donde hubo que pintar, tallar, esculpir. La animación digital 2D favoreció el trabajo, con exquisita profesionalidad, pero sin llegar a caer en preciosismos innecesarios.
Se siente igualmente el peso de lo visual en el tratamiento de las luces, o dicho de otro modo, en la ausencia de luz. La sensación de opresión espacial en la casa de los pastores, y de zonas sombrías y austeras en el reino, apunta hacia una oscuridad espiritual acentuada enfáticamente.
Se erige así un discurso que versa sobre la muerte, también sobre la vida. Las situaciones en estado límite y de convulsión forman parte irremediablemente de la existencia. Y Yemelí y Adanoe les imprimen a estos personajes una profundidad psicológica tal que se manifiesta en la propia belleza que logran descubrir en la materia y en la forma. La belleza no solo como experiencia sensorial que da placer y satisfacción; sino que sentir a la obra en su dimensión artística, histórica y social forma parte también de esa belleza de la cual se encargan los directores a través de su arte.
En efecto, ellos reconstruyen, cuentan, fabulan. Pero desde una desconcertante narración que no le da treguas al espectador, viéndose este obligado a vivir la realidad como mismo la sienten sus protagonistas. De modo que no solo se ve, sino que se siente una aproximación táctil, de extrema cercanía y de profunda intimidad con los personajes. Se perciben de esta manera, rasgos estructurales globales como consecuencia de un proceso de abstracción intelectual inmediatos (búsquedas identitarias, confluencias de referentes culturales, indagaciones en las formas) hasta un proceso creativo que encuentra su equivalente audiovisual en correspondencia estructural con el resto de su obra (“La luna en el jardín”, 2012).
Con la densidad tropológica de sus paradigmas estéticos y las exigencias que el lenguaje impone, Yemelí y Adanoe hacen que la mediación literaria se haga latente. Por eso creo que no existen escisiones entre el poema martiano y el cortometraje, más bien simbiosis. Ambos ratifican una vocación universalista en lugar de circunstancias concretas de corte generacional. La complicidad del lector/espectador radica precisamente ahí, justo donde los valores humanos se emparentan en la diversidad y en las diferencias que nos unen como sujetos. Porque el cortometraje convoca la espiritualidad desde un mundo, que es también nuestro mundo, pero desnudo, descarnado y sin teatralidad.
El audiovisual forma parte de un trabajo que los Estudios de Animación del ICAIC viene realizando desde hace algún tiempo en homenaje a José Martí. Dentro de estos materiales se encuentran la serie televisiva “Conociendo a Martí”, el cortometraje “Abdala: El retorno de los caballeros de Xibalbá”, el videoclip “Mi caballero” y el filme “Meñique”, en 3D. De manos de Ariadna Amador, la música guía el relato, lo orienta, lo adereza. El resto del equipo estuvo integrado por Lidia Morales (dirección de arte), Alejandro Rodríguez (dirección de fotografía), Mayrelis Aldama (fotografía stop motion), Liliana Hernández (edición), Johnahn Ramírez (dirección de composición), Leyanes Medina, Luis Ernesto González, Alejandro de La Iglesia (animación digital), entre otros pocos.
Sin dudas, estamos en presencia de un trabajo exquisito que podrán disfrutar, en igual medida, tanto niños como adultos. Eso sí, el filme maneja códigos y herramientas argumentales que los más jóvenes no podrán descifrar a la primera. Por eso en este material, apto para todas las edades, estimo necesario que se maneje el concepto: películas para niños en compañía de adultos. Y una vez más, el ser humano se mantendrá latiendo como la médula de las preocupaciones humanistas, filosóficas, morales y existenciales. Que sea, pues, enhorabuena.