Santa Clara fue la sede del encuentro de los expertos que laboran en la salvaguarda del patrimonio escénico en el centro del país.[1] Al unísono se desarrollaba el Mejunje Teatral, un evento que propicia a los espectadores de esa ciudad mantenerse actualizado con lo último de la cartelera nacional, y que contaba entre sus invitadas a la gran Verónica Lynn, Premio Nacional de Teatro, con la obra Frijoles colorados.

Conocer las diferentes prácticas de preservación del patrimonio escénico de la región fue uno de los objetivos de la cita. Otro de los motivos inspiradores era el diálogo con algunos de los grupos que han dejado huellas en el mapa teatral del país tales como Teatro Escambray, el Guiñol de Santa Clara, Danza del Alma, el Estudio Teatral de Santa Clara.

Grupo de Teatro Escambray. Obra La Vitrina. Foto: Jorge Valiente (10/12/1978). Imagen: Tomada de Trabajadores

El acercamiento a la Ley 155, ley general de protección al patrimonio cultural y al patrimonio natural, en sesión de trabajo conducida por Irina Gutiérrez, directora del Consejo Provincial de Patrimonio Cultural, evidenció las perspectivas para su aplicación en el ámbito de las artes escénicas. Tras el intenso debate, nació la propuesta de abrir en el Museo Provincial una sala dedicada a esta especialidad, donde se exponga al público los valores patrimoniales que atesora la provincia en este ámbito.

Visitar la Universidad Central Marta Abreu propició el acercamiento a la mayor colección de obras de teatro bufo que existe en el país, pertenecientes al Fondo Francisco de Paula Coronado, uno de los más valiosos conjuntos bibliográficos de Cuba. Protegido con mucho celo profesional por la especialista Julia Ross, los textos han sido digitalizados y clasificados, y con frecuencia devienen objeto de estudio, sobre todo de los lingüistas. Ojalá que muy pronto los teatristas vuelvan su mirada a esa zona de nuestra historia teatral, de la que aún quedan muchos temas por abordar.

Una exposición de piezas del patrimonio escénico de Villa Clara fue gestionada por Ernesto Alejo, director de Danza del Alma, cuya pasión por rescatar y comunicar la historia del teatro y la danza de su entorno fue el impulso para organizar el encuentro allí.

Con la gratificante presencia de Marta Anido, miembro de una familia que ha aportado mucho a nuestra cultura, se exhibieron documentos de gran valía, como el manuscrito de la carta que le dirigió a ella el maestro Fernando Alonso para crear un espacio para la enseñanza del ballet en Santa Clara, lo cual motivó el intercambio con el Dr. Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba.

Fotos de bailarines durante su período de formación en la Escuela de Arte; un álbum confeccionado por Luis Vázquez, coreógrafo y maestro, donde detalla los usos de trajes y aditamentos de la danza folclórica, imágenes de los años fundacionales del Estudio Teatral de Santa Clara; fotos de un jovencísimo Ramón Silverio, el creador de El Mejunje, trajes y fotos de Danza del Alma; y la colección filatélica de Ramiro Guerra, que el maestro regaló a Ernesto Alejo, quien lo resguarda con todo rigor.

Un recorrido por el Teatro La Caridad, de la mano de Nelys Valdés Toledo, permitió apreciar la marcha del proceso de restauración desarrollado en el inmueble, que ha devuelto las dimensiones originales del escenario y ha recuperado decorados de larga data. También supimos que laboran en la búsqueda de datos históricos de la institución, orgullo de los santaclareños.

Doce años con Ramiro Guerra es el título de la conferencia que dictó el investigador Jorge Brooks, abarcadora reflexión sobre la impronta del maestro en la danza cubana, quien mantuvo estrechas relaciones de trabajo con Ernesto Alejo y la gente de la danza de Santa Clara.

La profesora Idamnis Monteagudo mostró las diversas posibilidades para la preservación del patrimonio de las artes escénicas, manifestación efímera por naturaleza, que abarca disímiles campos, desde el documental hasta el de los inmuebles; y se registra en distintos formatos desde el audiovisual hasta el de tela, papel, etc.

El Dr. Miguel Cabrera narró sus estrategias para investigar la extraordinaria historia del Ballet Nacional de Cuba, sus gestiones para comprobar datos, las maneras de dialogar con los protagonistas para obtener testimonios, la constancia y el rigor que esa tarea le ha exigido; también refirió su necesidad de transmitir esos saberes a través de libros. Muchos ya engrosan los archivos de los amantes de la danza, y otros tomos ya están en proceso editorial.

Supón que eres mi canción

A causa de los apagones, la hora de la función de Danza del Alma se dilató desde la mañana hasta bien entrada la tarde, pero los jóvenes bailarines sortearon todos los obstáculos para su presentación. Poesía de isla grande es la obra que pone frente al espectador las realidades por las que atraviesa Cuba hoy, y el lenguaje de los cuerpos danzantes se torna en imágenes para evocar tiempos pasados, para soñar un futuro que provoca incertidumbres.

La bicicleta es un instrumento de la cotidianidad que se inserta en el escenario para adquirir diferentes connotaciones, es un vehículo para trasladarse por la ciudad, exige esfuerzo físico para dominarla, permite aproximarse a la persona deseada, trae recuerdos de un pasado reciente en el que era el único medio de transporte.

“Saber que Ernesto Alejo persiste en trabajar contra viento y marea, a pesar de los apagones, del éxodo, de la precariedad en que vivimos, de la mediocridad en expansión, es un motivo para la esperanza”.

La puesta en escena de Ernesto Alejo convoca diversos lenguajes expresivos. Los artistas visuales han diseñado un entorno escenográfico hermoso y coherente con las inspiraciones del coreógrafo; resalto el trabajo con el colchón, convertido en un objeto clave para el desarrollo de la obra. Todos los objetos utilizados adquieren significado al acompañar al intérprete en su desempeño. Las relaciones de pareja, la soledad, la violencia cotidiana, las frustraciones, los sueños por venir. El protagonismo que adquiere la música es vital para la obra, la banda sonora —Silvio Rodríguez, Benny Moré, Elena Burke, Irakere, Cimafunk— cuenta la historia a retazos, apelando a la emotividad, convocando recuerdos.

Fue conmovedora la función. Saber que Ernesto Alejo persiste en trabajar contra viento y marea, a pesar de los apagones, del éxodo, de la precariedad en que vivimos, de la mediocridad en expansión, es un motivo para la esperanza. Capaz de convocar a gente muy joven para trabajar, ofrece al público la posibilidad de evocar recuerdos, de cuestionar el presente que vivimos, de soñar los futuros posibles.

30 años del Estudio Teatral de Santa Clara

A lo largo de tres décadas el Estudio Teatral de Santa Clara ha indagado en las herramientas del actor, al tiempo que ha creado puestas en escena donde la poesía es fuente de inspiración. Fruto de la extraordinaria experiencia que fue la Facultad de Artes Escénicas del otrora Instituto Superior de Arte, la práctica del oficio en el grupo se acompaña de reflexiones sobre el teatro.

“Joel Sáez, director del Estudio Teatral de Santa Clara, en la conferencia que impartió en el Taller, confesó que resguarda una buena parte de la historia del teatro en su ciudad”.

A la formación de actores y de público, se suman iniciativas como fueron el Centro de Investigaciones Teatrales Odiseo (CITO) o el proyecto Magdalenas sin fronteras, que propiciaron el encuentro con maestras y maestros de teatro de otras zonas del mundo.

La puesta en escena de La noche de Tebas es su más reciente estreno y reúne en su elenco a una notable cantidad de jóvenes actores. A partir de los recursos de la creación colectiva desarrolla dos líneas argumentales, la saga tebana y un doloroso capítulo de la Historia de Cuba, el de la reconcentración de Weyler.  Por un lado, los hijos de Edipo se debaten entre el respeto a los lazos familiares y el deber de acatar las disposiciones del Estado, por otro lado, la población cubana sometida a condiciones infrahumanas por el poder colonial.

Devenido en ejercicio intelectual de alto vuelo, el montaje exige la complicidad del espectador, como ha sido pauta habitual en la trayectoria del grupo: fragmentos de dos épocas y dos contextos ficcionales se alternan y entremezclan en el devenir del espectáculo, tratando de constituirse en una reflexión sobre las claves que rigen el tiempo presente de la isla y del mundo[2].

Joel Sáez, director del Estudio Teatral de Santa Clara, en la conferencia que impartió en el Taller, confesó que resguarda una buena parte de la historia del teatro en su ciudad. Miembro de una familia teatral, se ha ocupado de preservar ese legado a lo largo de los años, de compartirlo con los interesados, sobre todo con estudiantes de teatro. Ese es otro aporte del grupo a la cultura nacional.

El Teatro Escambray fue protagonista de una de las gestas más singulares del arte cubano en el siglo XX, artistas que abandonaron la comodidad de las salas habaneras para ir a la búsqueda de nuevos públicos y abordar temas que inquietaban a un país en proceso de transformaciones.  La Dra. Graziella Pogolotti, testigo participante de los años fundacionales, ha dicho:

Toda la experiencia profesional acumulada por aquel grupo de actores que se lanzaron a la aventura, estaba cuajando en un lenguaje escénico que se avenía a las circunstancias, a los imperativos de la locación y al establecimiento de un diálogo con aquel público, en aquellos instantes efímeros de la función para actores y para espectadores se estaba poniendo en juego la vida o más y eso es, quizás, la más alta expresión del teatro[3].

A 53 años de la fundación del grupo el panorama es diferente. La realidad socio-económica del país, y del mundo, exige otros modos de dialogar con el público, otras estrategias de producción teatral. El dramaturgo y director Rafael González, autor de ese hito que es Molinos de viento, lidera a un equipo de jóvenes actores, casi todos fueron sus discípulos en la Escuela de Arte.

Una vez más, el Teatro Escambray vuelve a recomponerse para sobrevivir en medio de las difíciles circunstancias que atravesamos. En este contexto, preocupa el destino y la preservación de los archivos del grupo, que contienen el testimonio de un trabajo donde la eficacia artística propició el impacto político.

El Guiñol de Santa Clara prepara una exposición donde mostrarán los tesoros que conservan en sus archivos, desde la convocatoria lanzada por los hermanos Camejo para formar titiriteros en Villa Clara, hasta el primer muñeco que protagonizó una obra del repertorio de la agrupación. Los actuales integrantes del colectivo viven orgullosos del legado que recibieron de sus maestros y lo preservan con sumo cuidado. Conscientes del rol social que desempeñan, porque su público son los hombres y mujeres del mañana, trabajan para que cada montaje sea portador de valores humanistas.

Salvaguardar el patrimonio de las artes escénicas es una necesidad porque ahí pueden encontrarse imágenes de quiénes somos como país.  Los edificios teatrales, como La Caridad, forman parte de la historia de la ciudad donde fue construido; desde la huella de los artistas que allí se presentaron hasta los programas de mano de cada obra que subió a su escenario, documento que guarda la memoria de cada hecho escénico.

También pudiera decir que el Teatro Escambray ha rescatado tradiciones musicales campesinas, que Danza del Alma preserva y desarrolla la técnica cubana de danza moderna. Es preciso comunicar nuestros valores patrimoniales, por medios tradicionales y por las redes sociales, porque el teatro y la danza de Cuba son motivos para enorgullecernos por cuanto hemos creado.


Notas:

[1] El Taller regional del patrimonio escénico de la región central del país fue organizado por el Centro de Documentación de las artes escénicas Dra. María Lastayo y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas de Villa Clara. En marzo se realizó en Bayamo el Taller regional del oriente cubano.

[2] Tomado del programa de mano

[3] Teatro, pensamiento y compromiso: Elogio a Sergio Corrieri, en Tablas, no. 1, tercera época, vol. LXXXII, enero-marzo, 2006, p. 28-29.

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