En 1949, George Orwell describió una sociedad en la que el estado poseía el control casi total sobre la población. No existían ni resquicios para la intimidad personal: la individualidad era abolida y lo privado era terreno de lo colectivo, incluso de lo político. Son las páginas de la novela distópica 1984: “En cada descansillo, frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que esté. ‘El Gran Hermano te vigila’, decían las palabras al pie”.
Ese ojo omnipresente que en obra de Orwell —libro que sabemos le interesa de forma particular a Cristhian Escalona Herrera— no solo mira, sino controla y ejecuta, ha ido mutando en formas que son, en su esencia, las mismas. Hoy la utilización de la inteligencia artificial (IA) para la vigilancia y el control social se está convirtiendo, cada vez más, en un fenómeno de alcance global. Pero antes de ella, en un mundo tan interconectado que sobrepasa lo que el visionario Marshall MacLuhan definió como la “Galaxia Gutenberg”—donde describía que los cambios sociales resultan el efecto que las nuevas tecnologías ejercen sobre el orden de nuestras vidas—, ya las tecnologías controlaban, con particular eficiencia, muchos aspectos de la cotidianidad.
La “aldea global” de MacLuhan anunciaría la globalización y, al mismo tiempo, parece definir las bases de la actual sociedad de la información (y del “espectáculo”, del minuto —no aquellos 15 de Andy Warhol— de fama online).
El hombre contemporáneo es un perenne consumidor de lo virtual. A Cristhian Escalona le preocupan los alcances de esa virtualidad y cómo la influencia de la tecnología, la vigilancia y la centralización están presentes en nuestra vida, modificándola al punto de preguntarnos qué es la realidad. ¿Cuánto podemos alterarla y cuánto nos modifica?
Él es un joven artista del siglo XXI, nacido a la par del avance de píxeles y algoritmos, de las redes sociales y las plataformas digitales, del mundo “encapsulado” en un dispositivo móvil abierto, como el aleph borgeano, al infinito de posibilidades; pero también del constante procesamiento y análisis de datos, de sistemas de identificación biométrica, de “nuevas sensibilidades” que moldean lo correcto y lo incorrecto, lo permitido y lo no permitido, de fake news, de monitoreo y vigilancia, de cámaras y drones, de lo digital como arma política.
Por eso, en esta invitación a reflexionar sobre cómo estos elementos moldean nuestra percepción del entorno, que al mismo tiempo es nuestra vida, Cristhian parte del ruido y del silencio como metáforas de lo que se visibiliza y lo que no, de las formas y los límites de lo real.
Sus obras digitales en 3D no dejan de cuestionarse la vigilancia y el control en la sociedad moderna (y al mismo tiempo, el poder y el consumo). Las fotografías de Cristhian Escalona Herrera son una invitación a reflexionar sobre el equilibrio entre la seguridad y la privacidad, y cómo nuestra libertad individual puede verse afectada por esa vigilancia (como pantallas orwellianas intentando transformar, cual distopía, la forma en que entendemos la realidad).
Así utiliza elementos que coexisten, se funden y dialogan para establecer vínculos con una sociedad que cree hipertecnológica y sobresaturada. Más que respuestas, Cristhian nos invita a participar en sus cuestionamientos; por eso muestra el ruido y el silencio, lo visible y lo que no: él sabe que el control es una ilusión peligrosa y que la seguridad no es un fin, sino un medio.
*Palabras de inauguración de la muestra personal El ruido, el silencio, de Cristhian Escalona Herrera, inaugurada en el Hotel Arsenita, durante el XVIII Festival Internacional de Cine de Gibara 2024.