Ella y yo: Mis amores con La Gaceta
5/5/2017
Fernando Martínez Heredia (Yaguajay, 1939)
Filósofo y ensayista
La Gaceta me da el “alto” seis veces al año, me saca por unos ratos de mi fárrago de actividades y me pone a la poesía y la narración breve, al ensayo y a esa buena crítica que es reclamada por las autocríticas periódicas de nuestras instituciones. Cuánto me ha ayudado a darme cuenta de qué grande es el pueblo de mi pequeño país. Veo pasar juntos a los próceres y a las comunidades “del interior”, a los que riman con varia fortuna y a prosistas que quizás van a decidirse pronto. Leo a Virgilio Piñera enrostrándole a Jorge Mañach que lo peor que le puede pasar a una generación joven es constatar que la anterior se entregó o se vendió, y la deja sin referente. Entonces me sobrepongo al placer de su lectura y recuerdo —en este año de ese otro cincuentenario— lo que le dijo Nicolás al Che, hace cinco décadas: “Guevara, no hay descanso”.
Yunier Riquenes García (Jiguaní, 1982)
Narrador, poeta y promotor cultural
Las más recientes generaciones y promociones literarias de Cuba pueden leerse y entenderse desde esta publicación. Porque todos, casi todos, para no ser absolutos, soñaban con uno u otro premio, porque el de poesía también ganaba espíritu y competencia. Podían leerse los nombres de diferentes autores, cuando comenzaban a aparecer otras voces, otros intereses, otros modos de decir. Por ejemplo, pueden leerse las estéticas de los años 50, de la generación del 80, de los novísimos y de los que aparecen en los años 2000. Pueden leerse críticas, ensayos, investigaciones que esclarecen, o ponen a dialogar a autores acerca de temas complejos.
La Gaceta de Cuba, la que yo conocí y de la que quiero contar las experiencias, gozaba, goza aún, de interés y constancia. Todos la buscan, aun los que la cuestionan, y eso es muy bueno también. Es una publicación que suscita simpatía o protesta, o sea, invita a debatir, a participar, activa el pensamiento de la nación.
Narradora, crítica de arte y ensayista
Llevo tanto tiempo siendo lectora de La Gaceta que he perdido la noción de cuál de sus materiales me ha gustado en una medida que supere a los otros, no porque ciertamente no haya habido textos que movilizaran más mi interés que el resto, sino porque específicamente esos ya van siendo muchos y no tengo una escala de favoritismo tan precisa (…).
Debemos agradecerle a La Gaceta que tenga presente que su apellido es de Cuba, y por eso mismo procure valorar la cultura cubana en su conjunto, más allá de la locación específica de residencia de sus creadores, dentro y fuera de las fronteras de la isla.
Jesús Barquet (La Habana, 1953)
Poeta, profesor y crítico literario
La Gaceta, no obstante ser una revista de literatura y artes, ha propiciado sin temor la saludable polémica o debate de ideas; y con sus premios de poesía ha entregado acertadas propuestas desde 1995 hasta nuestros días. Por otra parte, no ha sido el órgano de una estética excluyente o de un grupo cerrado, sino que ha logrado integrar (e informar sobre) las más diversas formas de expresión cultural cubanas, incluyendo actualmente las voces de la diáspora y el exilio, desde los años 90 hasta nuestros días. “Honor a quien honor merece” es una de esas máximas que, en mi opinión, vienen a colación al revisitar “La Gaceta de Norberto”, cuyo equipo de trabajo en diferentes períodos ha incluido a Leonardo Padura, Omar Valiño, Charo Guerra, Maylín Machado, David Mateo y Arturo Arango, entre otros.
Nelson Ponce (La Habana, 1975)
Diseñador e ilustrador
Me atrevo a responder este llamado para escribir sobre La Gaceta porque, amén de la alta calidad de sus contenidos, puedo ir, con agrado, directo a comentar sobre la forma en que estos se materializan, o sea, a hablar sobre el diseño. En mis años de estudiante en el ISDi, empecé a tener conciencia de la importancia de este aspecto y más de una vez en las clases de diseño editorial se discutía y se atacaba sin clemencia la calidad de nuestras publicaciones. Según recuerdo, La Gaceta era de las pocas que salía, no ilesa, pero sí bien parada en aquellos debates. Uno de los elementos que más nos complacía en medio de la férrea racionalidad que se nos imponía desde la academia, era la hermosa y desenfadada caligrafía de su cabezal diseñado por Lázaro Enríquez.
Juan Antonio García Borrero (Camagüey, 1964)
Crítico de cine y ensayista
Como vivir en provincia tiene su encanto, pero también su precio (así me decía en broma Rufo Caballero), he de admitir que mi relación con La Gaceta de Cuba no ha tenido toda la intensidad que yo hubiese querido. Fanático como soy de ella, no he podido evitar la frustración de ver cómo no es presentada en Camagüey de la misma manera que se hace en La Habana, pese a que pertenecemos a la misma UNEAC de la cual se supone sea plataforma letrada.
No recuerdo cuándo fue que la leí por primera vez, pero sí cuándo comencé a tomarla en cuenta con la seriedad que se merece. Eso ocurrió el mismo día en que descubrí la siguiente anotación de Lezama: “Leer revistas de calidad, a mi manera de ver, contribuye a enriquecer el estilo, pues en diversidad, ese salto de un tema a otro, es un constante ejercicio para la inteligencia”.
Hasta ese momento, yo era un gran devorador de revistas. Pero mi cinefilia empedernida apenas me permitía reparar más allá de las revistas especializadas. Hasta que, haciendo caso del líder de Orígenes, me dispuse a prestar una mayor atención a lo que sucedía en estos espacios tan heterogéneos. Hoy puedo decir que buena parte de mi interés por releer y fiscalizar las maneras en que se ha contado la Historia del cine cubano, se la debo a La Gaceta.
Maité Hernández Lorenzo (La Habana, 1970)
Periodista y crítica de teatro
La Gaceta de Cuba fue una de las publicaciones de la muestra estudiada en mi tesis de la licenciatura en Periodismo. Intentaba valorar la crítica teatral aparecida en algunos diarios y revistas desde 1959 hasta 1965. Había en aquellas primeras páginas una energía desbordante influida por el espíritu fundacional, pero que igualmente se ha conservado durante los años a pesar de las diferentes épocas y de ciertos momentos grises imposibles de evadir.
Pero mi Gaceta es la que comienzo a leer en los 90 con cierta conciencia de lectora cultural. Allí busco y encuentro en medio de la sequía, del silencio y los ocultamientos de la prensa nacional. Fue en ese periodo, principalmente, cuando La Gaceta se convirtió, al igual que una voluminosa producción cultural, en el reflejo, procesual y oblicuo, de lo que llamamos la cosa real. Algunos han observado que las revistas culturales, con mayor énfasis La Gaceta, ocuparon el lugar de la prensa nacional en tanto memoria y documento. Fueron las revistas el ámbito desde donde se escribieron los nuevos relatos cubanos del aquí y ahora. Fue ella el escenario de polémicas en el campo sociocultural, del diálogo con la diáspora y otros asuntos que marcaron la vida cultural y el espíritu de la nación.
Narradora, ensayista, poetisa y crítica de literatura
Podría hablar de etapas de La Gaceta, pero eso nos llevaría a una tesis de grado, o a una ponencia de congreso. Es mucho mejor ni acordarse de los medianos períodos donde primaba la marginación a partir de órdenes infringidas por “algunos”, el criterio absoluto y excluyente, y la mediocridad de los oscuros años del “mundillo” gris. Así que prefiero celebrar esta Gaceta de los últimos años por la diversidad de presencia, la atención a cuestiones descuidadas por mucho tiempo y, que ya sea en números de variedad de temas o monotemáticos, atiende no solo a la complejidad, a la pluralidad de enfoques, sino también a la amenidad y la buena presencia.
Pedro de Oraá (La Habana, 1931)
Pintor, escritor y crítico de arte
Cuando se intente el Índice Razonado de La Gaceta de Cuba, se hará ver su extraordinario registro de referentes en apariencia lejanos al cometido informacional del bimestrario. Porque además de la obra de creación e interpretación —poesía, narrativa, dramaturgia, artes plásticas y gráfica, música (“culta” y popular), danza, cinematografía…—, vamos a encontrar cuestiones afines y vasos comunicantes en historia reciente y contemporánea, en religión sincrética, en psicología social y equidad de género, incluida la voz feminista; el dédalo de la capital y la provincia, el deporte y en este el preferencial beisbol isleño, y así una inagotable lista de enfoques disímiles, sin olvidar las actuales teorías del lenguaje y de la expresión estética. Todo esto presentado en flamantes dosieres o conjuntos de crónicas monotemáticas, o enjundiosas entrevistas a autores y actores de nuestras artes.
Abel González Melo (La Habana, 1980)
Dramaturgo, escritor y ensayista
Mi madre y yo hemos continuado la tradición de conservar La Gaceta en papeles cada vez más amarillos y manoseados, de consultarla con frecuencia, como la enciclopedia viva de las humanidades que es. Mucho más precisa, quizá, que las enciclopedias clásicas, pues sus contenidos aparecen entretejidos casi mediante tropos y son, por tanto, más apetecibles. A ambos nos seduce la forma en que la revista ha ido, década tras década, actualizando su carácter activo, su incisiva presencia en el corazón de la cultura nacional, su forma de recoger desde el pasado, inquietar en el presente y seducir hacia el futuro. Y de salir al mundo puntualmente, cada dos meses, como un reloj. Tanto mi madre como yo compartimos, además, el orgullo de que nuestros primeros cuentos hayan sido publicados en las páginas de La Gaceta: el de ella, ese increíble “Examen de la obra de Alberto G.”, ganador del Premio de Cuento, y el mío, “El riesgo”, que fue finalista. En lo particular agradeceré siempre que un relato como ese, donde hablaba de la censura a mis 20 años, apareciera allí.