Ella vino a sumergirse en un sueño profundo. Ella, que siempre ha sido una muchacha con pelillo algo rizado, graciosamente al sol, emprende vuelo y, con él, se eleva su poesía.
99 años atrás, La Habana vio nacer a una de las más ilustres poetas cubanas. Fina García Marruz, la mujer de la pluma resonante y certera, tuvo el poder de dibujar el alma de los otros, y también su propia alma.
Fina, sencilla hasta la médula, encarnó en toda su laboriosidad una creencia extraordinaria en la identidad cubana. Por ello, no es casual que dedicara singular atención a la obra martiana.
“Fina García Marruz, la mujer de la pluma resonante y certera, tuvo el poder de dibujar el alma de los otros, y también su propia alma”.
Al referirse a Martí, la poetisa decía que cada cubano ve en él, un poco, su propio secreto. Entonces, Fina relataba del héroe que también fue padre, hermano mayor; hombre de mucha luz.
Sus versos nos llevan al amor, súbito como un golpe, el insólito huésped, y nos hacen predicar la esperanza en tiempos de tinieblas.
Y en un acto profundo de fe con la familia Vitier García Marruz, el Centro de Estudios Martianos acogió el último adiós a la poetisa soñadora, de la mano de destacados intelectuales y personalidades de la cultura, que son más que nada amigos.
Para quienes hemos tenido la suerte de disfrutar de Fina García Marruz la vida se nos hizo simple, mucho más simple, insisto. Ella emprendió un viaje maravilloso, estoy convencida. Casi un centenario después, sigue siendo la muchacha no repuesta del asombro de ser bella. Y, llena de luz, va en busca del poeta que algún día la vio.