Regresar a Nicolás Guillén es en el presente no solo un acto de justicia, sino una conciencia plena vinculada a la idea de nación, de esos valores que la cultura en su expresión más abarcadora encarna de manera diáfana y entrañable. Hablar en Cuba del sincretismo como razón del ser nacional, es hablar, inevitablemente, de Guillén. Una de las claves fundamentales de sus escritos, tanto en verso como en prosa, es la búsqueda de esa identidad, encontrarse y reconocerse, más allá de la historia, la filosofía o la religión.
Uno de sus principales estudiosos, ese intelectual orgánico que es Keith Ellis, nos recuerda cómo “el especial poder de atracción que posee la poesía de Guillén deriva de su equilibrada e intensa combinación de los dominios líricos, dramáticos y épicos de la experiencia humana”.[1]
Coincidiendo con los 90 años de ese libro cardinal de nuestras letras que es Motivos de son, celebramos en este dosier de La Jiribilla los 118 del natalicio de su autor. La presente selección —coordinada por la Fundación Nicolás Guillén— está integrada por dos crónicas del poeta poco conocidas, pero de indiscutible actualidad con temas como la pelota y la arquitectura, que siempre motivan polémicas en el ámbito nacional; una breve muestra de sus poemas que, sin ser de los más divulgados, no dejan de estar entre lo más representativo de su obra, incluyendo el que dedicara a Eliseo Diego, como homenaje en el centenario de aquel en que quiso reconocerse como “su amigo, el más constante”. Y a ello se suman fragmentos de estudios y crónicas de un grupo de colaboradores, entre los que queremos destacar la presencia de un recordado colega y figura imprescindible de la Fundación y de la cultura cubana contemporánea, el escritor y profesor Guillermo Rodríguez Rivera.