El 16 de febrero la cultura cubana volvió a enlutarse: ese día murió Francisco López Sacha, connotado narrador, ensayista, crítico y profesor de arte, a quien hoy viernes 28 de febrero —fecha en que hubiese cumplido 75 años de edad—, a las 2.00 p.m., escritores y amigos, junto a sus familiares, rinden póstumo homenaje en la sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

Con Sacha tuve el privilegio de estrechar sólidos lazos de hermandad, gracias a la cercanía de los apartamentos en que ambos vivimos y a la extraordinaria compatibilidad de nuestros caracteres personales. Se nos fue, en poco más de un mes, en inaceptable prisa para quien amaba tanto la vida como el arte de redactar, el escritor de fina prosa que rehuía hablar de sus honores y prefería hacerlo sobre sus libros, en particular del último, al cual le puso el sugerente título de Licor diabólico, actualmente en proceso de edición por su gran amigo Hugo Vergara,  volumen que viene a unirse a otros 15 títulos ya publicados en diferentes editoriales cubanas y extranjeras, algunos de los cuales estuvieron a la venta en la pasada feria del libro dedicada a él y a la investigadora Isabel Monal.

Entre esos volúmenes que consolidaron su carrera se encuentran El más suave de todos los veranos (novela, Ediciones Cubanas de Artex) y Voy a escribir la eternidad (Editorial Letras Cubanas), Premio Alejo Carpentier, novela  considerada por él como su obra más compleja, que le tomó cerca de 30 años escribirla y sobre la que, ejemplar  en mano, me leía fragmentos y hablaba con resonante orgullo de los valores históricos y sociales de esta, así como de la ilustración de la portada en la que aparecen The Beatles en el parque de Manzanillo con su flameante glorieta al fondo.

Necesitaba cada día volver a The Beatles para crear sus obras literarias

Publicó, además, otros valiosos libros, entre los que se destacan Descubrimiento del azul, (cuento, 1987), Análisis de la ternura (cuento, 1988), La nueva cuentística cubana (ensayo, 1994), Islas en el sol: antología del cuento cubano y dominicano (1999), Pastel flameante, (ensayo, 2006), Variaciones al arte de la fuga (cuento, 2011), y Prisionero del Rock and Roll (2017),  en el que satisfizo su enorme afición por este género musical, en tanto hizo derroche de sus conocimientos sobre música; en especial sobre The Beatles, el célebre grupo de rock británico al que él necesitaba cada día volver, a través de sus canciones, para crear sus obras literarias.

Tal fue su pasión por esta banda, que conocía sus más mínimos detalles, desde su creación en Liverpool durante los años 1960, hasta su disolución en 1970, así como de cada uno de sus integrantes: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr. Era extraño que durante nuestros diarios encuentros no introdujera algún aspecto relacionado con esta histórica agrupación.

Algunas de las obras de López Sacha. Imagen: Cortesía del autor

En 1994 vio la luz su libro titulado Fábula de ángeles, antología de nuevos narradores cubanos, y en 1996 La isla contada, el cuento cubano contemporáneo, que tuvo dos ediciones en España, y una en Portugal, Brasil e Italia, respectivamente; mientras que en 1997 apareció en México su antología personal Figuras en el lienzo, de la colección Rayuela Internacional, de la UNAM. Entre sus libros de ensayo figuran La nueva cuentística cubana (1994) y Ensayos en clave de sol (México, 2013).

Le gustaba el diálogo fraterno, a veces controversial

Sacha, un ser entrañable que siempre estuvo pendiente de los problemas de sus familiares y amigos. Es, sin dudas, una de las figuras imprescindibles de las letras cubanas de entre milenios, condición que le valió numerosos lauros y reconocimientos, entre estos el haber recibido dos respectivas nominaciones al Premio Nacional de Literatura, la primera, en 1980, a la temprana edad de 30 años, y la última en el año 2018.

Elegante en su oratoria, le gustaba el diálogo fraterno, a veces controversial, y no solo sobre su quehacer literario, sino sobre cualquier tema de la historia, el arte, la literatura, el teatro, el cine, el magisterio y la contemporaneidad insular; incluso hasta de las candentes cualidades de algunas féminas que solían perturbar su tranquilidad.

“Elegante en su oratoria, le gustaba el diálogo fraterno, a veces controversial, y no solo sobre su quehacer literario”. Imagen: Del autor

En su memoria se registraban grandes y pequeños acontecimientos universales que, con precisión enciclopédica, devenían memorables enseñanzas; condición que, unida a su fuerte y clara dicción, sin dudas garantizaban el éxito de sus innumerables y periódicas conferencias, charlas, cursos y talleres impartidos en múltiples eventos teóricos, congresos, paneles y simposios a los que fue invitado a compartir sus conocimientos, igualmente llevados a institutos y centros de altos estudios de diferentes latitudes.

Entre estos últimos se destacan las universidades de Oxford, en el Reino Unido; de Poitiers, Francia; la Central, de Venezuela; la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); y la Veritas, de Costa Rica, entre otras; así como en el  Instituto Internacional de Teatro (ITT), de Praga; el Latinoamerican Youth Center, en Washington DC; la Casa de América de Madrid, y las de las Américas de Nueva York y La Habana, respectivamente, entre otras muchas; amén de sus trascendentales registros como profesor en el Instituto Superior de Arte, del que casi fue fundador al incorporarse como docente un año después de su inauguración, y en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños.

Con 11 años de edad se incorporó a la Campaña de Alfabetización en la Sierra Maestra

“Me inicié como profesor en el año 1961, cuando tenía 11 años de edad y me incorporé a la Campaña de Alfabetización en la Sierra Maestra y luego en mi natal Manzanillo. Posteriormente, mientras cursaba estudios en la Universidad de Oriente impartí cursos de estética. Pero mi gran pasión siempre ha sido escribir…”; me dijo a propósito de la dedicación a su figura de la anterior feria del libro.

En 1977 empezó a escribir ficción recreada en temas históricos.

En esa ocasión, hace ahora un año, enfatizó que empezó en este oficio “a partir del segundo año de mis estudios universitarios, entre 1970 y 1971. Entonces hacía artículos y críticas para varios periódicos de las diferentes provincias orientales, ejercicio que fue más frecuente, sobre todo en la crítica cinematográfica, luego de graduarme, en 1977, como Licenciado en Letras Hispánicas en la Universidad de Oriente, donde inicié mi vida laboral en la Sección de Cine. También hacía críticas literarias y en ese mismo año empecé a escribir ficción recreada en temas históricos, principalmente la lucha insurreccional en la Sierra Maestra, y comencé a redactar mi primer libro que concluí en 1979 titulado La división de las aguas”.

En La Habana realizó la mayor parte de su obra

Sacha fue acreedor, entre otros muchos reconocimientos, de la Distinción por la Cultura Nacional (1994) y la Medalla Alejo Carpentier (2021). En el año 2000 obtuvo el Premio Juan Rulfo (Francia) con Escuchando a Little Richard y en 2002 el Premio Alejo Carpentier con Dorado mundo. Igualmente fue ganador de los premios Razón de Ser, Abril, La Rosa Blanca y La Gaceta de Cuba. Desde muy joven se introdujo en el panorama literario insular, además, con cuentos de carácter épico y cotidiano, respectivamente; en tanto dio a conocer su novela El cumpleaños del fuego, “que narra—me dijo— el mundo del campesinado en la Sierra Maestra, historia en la que el principal protagonista es un bohío que posee sentimientos y emociones, y se establece una relación entre la madera (de esa vivienda) y el fuego, el cual finalmente lo consume”.

En diciembre de 1977 se radicó en La Habana, donde realizó la mayor parte de su obra (antologías, cuentos, novelas, ensayos). “Vine para la capital —recordó— porque en esta existían las principales editoriales de todo el país y en esa época en Manzanillo no había alguna, aunque ahora sí, como la Orto, que posee prestigio. En 1983 comencé a publicar en esta ciudad que me ha acogido como un hijo auténtico”.

En La Habana escribió la mayor parte de su obra.

En la capital tenía grandes amigos, de los que solía recurrentemente hablarme con profundos sentimientos de afecto y cariño. En tal sentido, elogiaba y expresaba su enorme satisfacción por la obra y el apego con Hugo Vergara, Arturo Arango y Senel Paz, estos dos últimos escritores y guionistas de cine; además de la estimación que sentía por Laidi Fernández de Juan, narradora y su médico “de cabecera”, con quien consultaba sus más mínimas dolencias; y por los poetas Alpidio Alonso, también editor y actualmente ministro de Cultura; Waldo Leyva, asimismo ensayista, narrador y periodista. “Estos —me decía— son mis queridos hermanos adquiridos con los años, junto a mis amadas consanguíneas Sandra, Belkis y Leonella”.

“Sacha fue acreedor, entre otros muchos reconocimientos, de la Distinción por la Cultura Nacional (1994) y la Medalla Alejo Carpentier (2021)”. Imagen: Tomada de Cubahora

Destacado pedagogo

Desde el año 1999 López Sacha se desempeñaba como profesor de la EICTV, en las asignaturas de Pensamiento narrativo, primero, y luego en Guion cinematográfico y Adaptación de la literatura al cine, respectivamente, y contribuyó, mediante cursos regulares y por encuentros, a la formación de centenares de cineastas de diferentes partes del mundo, principalmente de Latinoamérica y Europa.

Durante sus años como pedagogo en el ISA, donde estuvo hasta 1991, dio clases a educandos que hoy sobresalen como figuras de la televisión, el teatro y el cine, como Amado del Pino, Jacqueline Arenal, Luis Alberto García, Blanca Rosa Blanco, Osvaldo Doimeadiós, Carlos Díaz, Carlos Celdrán, Arturo Sotto y muchos más.

“Mis años como profesor en el ISA fueron extraordinariamente ricos, muy productivos. Escribí mucho y tuve la oportunidad de ponerme en contacto con mi propia generación que venía o se mudaba para La Habana con el interés principal de publicar sus obras”.

En la década de los 80 se hizo más recurrente la publicación de sus libros.

Posteriormente trabajó como editor de la revista Letras Cubanas, “donde igualmente fui jefe de la redacción de Narrativa. En 1994 pasé a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), primero como vicepresidente y luego presidente de la Asociación de Escritores.  Allí permanecí durante 13 años, y entonces me dediqué sólo a escribir y a la docencia. Durante esta etapa entré en contacto con la EICTV y para 1980 empecé a publicar en todas las revistas cubanas de literatura, cine, teatro, música y arte. Asimismo, en esa década, se hizo más recurrente la publicación de mis libros, pues tenía mucha obra acumulada desde los años 70”, afirmó el excelso intelectual que también fue especialista en Teatrología y profesor fundador del Taller de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y del programa televisivo Universidad Para Todos.

Entusiasmo por la que sería “la última novela que escribiría”

Hace apenas unas pocas semanas me hablaba con énfasis de la última novela que escribiría, “la cual será la más extensa y la más contundente. Voy a esperar unos días que me he tomado de descanso después de terminar mi último libro para meterle con todos los hierros”. La parca, impredecible en su encuentro, no le permitió acometer esta obra que, según me decía, “va a conmocionar a los lectores”. 

Mi querido Sacha exteriorizaba sentimientos y expresiones que a veces semejaban a las de un niño ante una apetecible comida. Era incondicional admirador de la alta cocina y de la cultura del buen comer. Y tuvo la suerte, gracias al reconocimiento mundial de su obra, de degustar los sabores y olores de diferentes platos nacionales (de toda la geografía insular) e internacionales, favorecido por sus recurrentes visitas a numerosas provincias cubanas y a países de casi todos los continentes, en los que fue ovacionado su quehacer como escritor y conferencista. Sus cuentos han sido traducidos al alemán, italiano, portugués, inglés y ruso.

“Este es uno de los oficios más duros que existen”

Al despertar de cada día mi teléfono daba timbre; era Sacha para interesarse por mi precario estado de salud y a veces coordinar, con el aporte de los dos, la confección de algún alimento para el almuerzo o la comida, rutina que nos divertía muchísimo en medio de las carencias actuales.

En ocasiones me hacía participe de sus madrugadas, pues se levantaba sobre las 5 y 30 de la mañana para comenzar media hora después su labor como escritor. “No te creas, Rivas, este es uno de los oficios más duros que existen. No tiene fin, se amanece escribiendo y no se termina nunca, incluso cuando estás dispuesto a dormir, viene la musa y te quita el sueño”.

“Este artista de la palabra escrita y verbal era incondicional amante y admirador de la historia y la cultura de su país y en particular de Manzanillo”.

Su afán como maestro se hacía evidente en cada parlamento de este entrañable hermano. En ocasiones se ubicaba detrás de mí mientras yo redactaba algún texto en mi ordenador, el cual él seguía atento con la mirada. Entonces me corregía palabras, ideas o frases que no había logrado terminar. Esto me irritaba un poco y terminábamos hablando o discutiendo, no sobre este percance, sino sobre el tema objeto de mi escrito.

Sus cenizas serán depositadas en el Golfo de Guacanayabo

Este artista de la palabra escrita y verbal era incondicional amante y admirador de la historia y la cultura de su país y en particular de Manzanillo, La Perla del Guacanayabo, la cual aparece reflejada en muchos de sus libros a través de anécdotas y experiencias vividas por él y por su padre, un conocido comunista amigo de Blas Roca y de muchos otros relevantes revolucionarios. Por ese amor hacia su tierra natal, antes de fallecer solicitó a sus familiares y amigos que sus cenizas fueran depositadas en el espléndido Golfo de Guacanayabo, deseo que se cumplirá próximamente, luego del homenaje previsto para este 28 de febrero en La Habana.

Son muchos los sucesos y las cosas que caracterizaron nuestras rutinas existenciales durante los últimos años. Se fue, sin darme tiempo a despedirme de él, mi amigo, el gran escritor Francisco López Sacha.