El Submarino Amarillo, energías que se renuevan
12/11/2020
Cuando a Guille Villar le propusieron asumir la dirección artística del Submarino Amarillo, su primera reacción fue rechazarla. Ese espacio era resultado de la intención del Ministerio de Cultura de personalizar centros culturales. De un antiguo night club inutilizado, pasó a dedicarse a Los Beatles y a los músicos contemporáneos. Tenía también cerca a la estatua de John Lennon, cual guardián de una nueva estética que surgía. Guille Villar, en cambio, necesitó más insistencia para ligar definitivamente su vida y sus proyectos al Submarino Amarillo.
Fue el entonces ministro de Cultura, Abel Prieto, quien lo convenció. “Al entrar, terminó de convencerme. Me compliqué aquí”, pensó. “La ambientación y el diseño eran profesionales, yo esperaba encontrar fotos de Los Beatles pegadas con esparadrapo”. Así comenta Guille Villar, una tarde de miércoles, 11 de noviembre de 2020, nueve años después de aquel sábado de marzo en que inició la aventura. Una aventura especial, en particular para aquellos que disfrutaban Los Beatles en soledad durante su juventud. Es también el lugar para los jóvenes curiosos o conocedores de la música anglosajona: “Una música que no es vacía, sino que se hace con sentimiento, y la gente quiere ser parte de esa emoción”.
Converso con Guille Villar, a distancia y mascarillas mediante, sobre el Submarino Amarillo. Un lugar que puede ser resumido como música con calidad, servicio atento y variado; un diseño exquisito pensado por Elizabeth Rojas Monzón, Maikel Sánchez Cal y Rafael Mateu Dorado —pero que guarda muchos más encantos y retos—, en un sótano del Vedado, que a fuerza de la creatividad y la imaginación llega a confundirse con un submarino.
Imagino que uno de los retos es conseguir ser rentables y a la vez mantener una programación artística con calidad. ¿Cómo llevan este tema?
Uno de los signos que demuestra el éxito del Submarino son sus dos pilares: lo gastronómico y la parte artística. En otros locales pueden haber contratiempos o los músicos ser maltratados, pero esto tiene otra concepción desde la gerencia a la dirección de Artex.
El Submarino Amarillo no es una casa de cultura, donde puede ir un pianista sin público y no importa porque la intención es promover esa música. Aquí tenemos dos requisitos. Los grupos interesados llegan con una muestra y luego deben evidenciar ser buenos en el concierto. Deben ser buenos en ambos momentos. No puedes ir allí a tocar la world wide music. La gente viene acá a escuchar las raíces del rock and roll. Nos movemos por esa dinámica, que tu música sea buena y además tengas otras cualidades: carisma, movimiento, empatía con el público. Por ejemplo, cuando tocaron Osamu Menéndez, Gens y, en su momento, Sweet Lizzy Project, hubo que cerrar por capacidad. Eso constituye un éxito cultural. El amor aquí parte de todos los trabajadores, no solo de la dirección. El Submarino Amarillo no es para recibir maltrato, por eso los camareros forman parte del encanto del lugar. Los porteros también.
una atmósfera tranquila y agradable”. Foto: Marianela Dufflar / Cubadebate
¿Cuánto influye el diseño del espacio, la relación entre el concepto original y la forma de trabajo?
Existe una tendencia a pensar que los cubanos improvisamos todo el tiempo. El público, por otra parte, percibe cuándo el trabajo se hace con un sentido profesional. Desde la entrada, el diseño está pensado para agradar; casi crea un misterio. Estamos acostumbrados, sin querer, a ser maltratados y no solo en los agromercados; sino con la mala atención, con los ambientes y espacios poco atractivos. El cuerpo lo recibe: el diseño, la atmósfera.
Nosotros trabajamos no solo para tener un espacio con una estética atractiva, sino para construir una atmósfera tranquila, agradable. Tenemos nuestras medidas para saber actuar y neutralizar cualquier conflicto sin que nadie se entere. Tampoco ha habido grandes contratiempos. El ambiente no es para ir a emborracharse. Siempre digo: “Bienvenidos al mejor centro cultural”. En verdad no creo que sea el mejor, no tengo forma objetiva de medirlo, pero eso ayuda a continuar creando la atmósfera agradable. La presentación de los músicos tampoco es una simple mención, sino una introducción interesante, una reseña breve.
Foto: Marianela Dufflar / Cubadebate
La renovación constante incluye también invertir y remodelar el espacio físico…
Los clientes cuidan mucho el lugar. Para tener nueve años, las paredes están iguales que cuando empezó: el escenario, los diseños. Cuando va mucho público, hay una parte que se siente bien y está atenta, pero otros no… En el Submarino no sucede. De todas formas llega el momento en que es necesario renovar el piso porque hay losas que se han roto; los baños también hemos tenido que arreglarlos. El equipo de diseño es gente muy entusiasta. Siempre están dispuestos a renovar y crear. Por ejemplo, el escenario se hizo más grande, hay más mesas; había un área que dedicamos a fotos, cuadros relacionados con el Submarino, y se movió hacia la entrada. Hay que renovar también los audiovisuales. ¿Cómo organizamos el trabajo? Nosotros conversamos todas las semanas con las agrupaciones. Establecemos un diálogo. Pensamos también en tener una programación variada. Música para divertir o solo para escuchar y pensar. Todo está pensado, sin ser esquemáticos, claro. Eso ayuda a que el público esté feliz, los artistas también, igual la gerencia y la dirección de Artex. Es un círculo cerrado.
¿Cuál es entonces el secreto detrás de tanta energía?
Tengo la esperanza de que el Submarino Amarillo sea el Ronnie Scott’s en La Habana. Ya han tocado artistas como Frank Fernández con Sweet Lizzy Project. Anhelo que esa energía que nace del Submarino se desarrolle al punto que sean los artistas quienes quieran tocar acá, y demostrar siempre cómo la música rock forma parte del entorno de la cultura cubana, no es algo extranjerizante o enajenante. Es necesario un lugar como el Submarino, para que la gente escuche buena música y disfrute, y que sea un lugar atractivo, con calidad. Eso, creo, lo hemos conseguido.