En el más reciente Sábado del Libro, en esta ocasión realizado dentro de la programación de la XV Bienal de La Habana, se presentó el libro Sosabravo, volumen del fuego, de Collage Ediciones, perteneciente al Consejo Nacional de Artes Plásticas, que recoge la producción de obras tridimensionales del gran artista cubano, Premio Nacional de Artes Plásticas y patriarca indiscutible de la república simbólica cubana.
El libro posee textos de Llilian Llanes Godoy, María Luisa Martínez García, Ramón Vázquez Días, Axel Li, Surisday Reyes Martínez y Rafael Acosta de Arriba. Estos dos últimos autores tuvieron a su cargo la presentación del volumen que contó con un experimentado equipo de realización coordinado por René Palenzuela.
En el tradicional espacio de la Calle de Madera de la Plaza de Armas se vendió el libro y otros dos más relativos a la obra de Sosabravo, así como una serigrafía del artista producida por el Taller de Gráfica de La Habana. Acompañamos esta crónica con el prólogo del volumen de la autoría de Rafael Acosta de Arriba, un especialista en la obra sosabraviana.
Sosabravo, hacedor de espacios, viajero de las formas
“El viaje humano consiste en llegar al país que llevamos en nuestro interior y que una voz constante nos promete”.
José Martí
La relación creativa entre Alfredo Sosabravo y las piezas volumétricas es tan natural y fluida como la que establece con lo bidimensional. La maestría en el tratamiento del volumen no difiere en nada de su proverbial talento para el dibujo y la pintura. Se puede afirmar, entonces, que es un artista, capaz de jugar con las formas, las líneas y los trazos en cualquier soporte, en cualquier circunstancia, desde cualquier perspectiva.
Como he apuntado en otros textos, la obra de Sosabravo posee tres rasgos centrales que están presentes tanto en los soportes sobre tela y papel, ya sea grabado, pintura o dibujo, como en la generalidad de su trabajo tridimensional. Me refiero a su condición babélica o ecuménica, la presencia irrecusable de un colorismo subyugante y la naturaleza onírica que caracteriza la mayoría de su obra, muy vinculante esta última con la cosmovisión infantil. Ahí reside el núcleo de la concepción estética del maestro. Ahí descansa también el sentido de conexión oculta de su obra con tantos y tantos degustadores y admiradores.
“Sosabravo es un visionario, dueño de una mirada muy poco contaminada por las iniquidades y perversiones de la vida,(…) una forma de ver el mundo plena de candor y con el humor e ironía suficientes”.
Cuando el creador es dueño de una fina y exquisita sensibilidad, como es el caso, lo denominado ingenuo o naif (primitivo) no se traduce en otra explicación sensata que en la capacidad de asombro ante la realidad. Como un niño eterno, su capacidad de sorpresa es extraordinaria. Sucede con la obra visual de Sosabravo lo mismo que con la poesía de César Vallejo, hay en ellas una atracción en reversa al tiempo perdido de la infancia que conecta con muchos. Son las obras que nos atraen a la Edad de Oro, ya muy distante.
Sosabravo es un visionario, dueño de una mirada muy poco contaminada por las iniquidades y perversiones de la vida, una mirada límpida, sin dobleces; es una forma de ver el mundo plena de candor y con el humor e ironía suficientes.
Al observar sus extraordinarios cristales de murano, las piezas broncíneas, las híbridas, y su fundacional obra ceramista, uno se percata, sin mucha dificultad, que se encuentra ante un niño dómine que organiza y desorganiza sus juguetes artísticos, en un juego muy serio, el juego del arte.
En las formas y volúmenes se revela el artista escultórico, capaz de reformar el espacio que queda determinado por la pieza. Es en el modelado donde reside la magia y el talento de Sosabravo. Veamos por cada soporte o expresión esta parte importante de su obra visual.
En los platos y vasijas de cerámica, en los tótems y otras figuraciones extraídas de la arcilla, creció una perspectiva espacial que fue superándose con el tiempo. En la cerámica, el artista se inició en el manejo de los volúmenes, fue su gran escuela de las formas, el material surgiendo obediente de las manos, el color que esmalta y tapa el tono terracota, la sorpresa del resultado. La magia del volumen se gestó en el embarre de las manos, en la vigilia del horno, en la combinación de los tonos y los esmaltes, pero sobre todo en ese taller inefable que es la mente del artista. Ya en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, Sosabravo era uno de nuestros más reconocidos ceramistas. De entonces a la fecha su obra creció en todos los órdenes hasta llegar a ser el patriarca indiscutido de la república de las artes visuales cubanas.
Los primeros vidrios fueron realizados en 1998, a partir de ahí se consolidó Sosabravo en una técnica que aportó considerablemente a su obra tridimensional. Fue la fiesta del color en tercera dimensión, el regreso por completo a los personajes ya dibujados y pintados previamente, el universo festivo del color restallante y jubiloso. La docilidad del vidrio asimiló mucho del trabajo en tela y cartulina. Los personajes tridimensionales sosabravianos, salvo raras excepciones, están gestados desde la alegría plena del color, aun si se trata del bronce, que posee su propia tonalidad matérica original e inalterable. Las cabelleras, espejuelos, sombreros, los vestuarios, toda la fisonomía y sus accesorios, en la armadura de sus narrativas, están realizados desde la voluntad colorista inmanente del artista. El vidrio, el cristal de murano, fue la apoteosis del volumen y el color, la confirmación de la maestría, la completud de una obra integral y total.
“Ya en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, Sosabravo era uno de nuestros más reconocidos ceramistas. De entonces a la fecha su obra creció en todos los órdenes hasta llegar a ser el patriarca indiscutido de la república de las artes visuales cubanas”.
En sus bronces se aprecia igualmente el dominio cerebral del metal, la conversión en curvas y oquedades, la ductilidad que le provee el creador. Los torsos y las testas humanas muestran la experticia que aportó el trabajo con la arcilla y la exigencia de dotar de formas sinuosas a un material muy resistente. Hay más esbeltez en estas piezas, se vislumbra en los bronces un paso más avanzado en el tratamiento volumétrico a pesar de la rudeza del material.
En un mundo donde toda la realidad es susceptible de ser estetizada, digamos que ese es el mundo posmoderno, la obra de nuestro artista se maneja como pez en el agua. Es una obra de fuertes contrapunteos y deliciosa resolución plástica.
La obra de cerámica fue realizada toda en La Habana; los vidrios en un taller de Murano, en Venecia, Italia, y los bronces en otro taller italiano, en Verona. Maestro de varias latitudes, Maestro del arte, simplemente. Regreso ahora a algunos apuntes generales sobre la obra en volumen de Sosabravo, en la que incluyo los grandes relieves realizados en distintos momentos de su vida.
“La narrativa del cómic tuvo mucho que ver con la elaboración de la poética de nuestro artista, lo que es algo visible”.
La narrativa del cómic tuvo mucho que ver con la elaboración de la poética de nuestro artista, lo que es algo visible. Este es un discurso humorístico en el que se puede mirar cuanto se desee de los asuntos de la vida, pues los refleja simbólicamente. El tebeo o muñequitos, como se les nombra en Cuba, es una narración con sentido. La morfología del cómic armoniza muy bien con el tipo de personaje habitual en la iconografía de Sosabravo, al aportar esos seres a medio camino entre lo onírico y la realidad, entre la imaginación desbordada y las circunstancias, entre lo caricaturesco y lo rigurosamente cierto de la anécdota.
Una vez más, la mirada del infante Sosabravo nos domina: en esta obra magistral el tacto mira, la mirada palpa y los ojos oyen los colores. Mundo de los sentidos. Las cosas son las mismas y son otras, la mente no piensa ideas, sino formas; el deseo del niño-grande finge eternidades y las imagina siendo y moviéndose, son como castillos en el aire más terrenales que cualquier otra cosa.
“En la obra de Sosabravo hay, alternativamente, una recurrencia al cuerpo humano y a la sensualidad”.
El cuerpo en el arte fue y es mucho más que un tema, es la medida del universo, su paráfrasis y metáfora a un tiempo. En la obra de Sosabravo hay, alternativamente, una recurrencia al cuerpo humano y a la sensualidad. Es como una pizca de sal vertida al consomé de su teatro de personajes. Lo lúdico o juguetón elevado a filosofía que estructura la imagen. Lo lúdico como recurso para llegar a lo simbólico y como comprensión madura de que el arte es un juego muy serio, como ya apuntamos.
Nuestro artista se sabe parte de una tradición artística vital y rica, una tradición atravesada por tres líneas gruesas, a saber: una zona de carácter sociológico-crítico, otra vernácula-kistch y una tercera, de naturaleza antropológica-religiosa. Estas zonas se yuxtaponen e interactúan íntimamente. Por otra parte, esta tradición se ha caracterizado por mantener históricamente una postura de riesgo y de búsqueda que siempre ha caracterizado a nuestras artes visuales. Su peso como tradición nunca ha sido algo distante, sino, por el contrario, muy próximo; se sabe que es una presencia latente para cada creador, que rodea y nutre, y Sosabravo es núcleo cardinal dentro de dicha tradición. Con otras palabras, la tradición ha fecundado su obra y esta, a su vez, ha enriquecido esa summa de la historia del arte insular.
La traducción sensible del mundo es una transmutación. En ese sentido, los animales y objetos que una vez sorprendieron al niño Sosabravo, no lo abandonaron jamás, anclaron en su memoria y alimentaron su poderosa imaginación. Con el paso del tiempo, la capacidad fabuladora del artista fue reconfigurando esos seres y objetos que siguieron nutriendo su imaginario. La fantasía hizo el resto: aves, peces, caballitos, hipopótamos, lagartos, caracolas, rinocerontes más otros artículos de la vida infantil dieron paso a animales tricéfalos, unicornios, sirenas, animales con ruedas y otro grupo exuberante de seres de una fauna muy personal. Tal hibridación de personajes también ocurrió con las cosas y objetos; así, las cafeteras, sombreros, lámparas, tijeras, pelotas, guitarras y aviones o pequeños trenes, dieron lugar a Torres de Babel, muñecos articulados, globos aerostáticos y otros felices engendros de la fabulación más desbocada. Del papel saltaron al volumen y viceversa. Igual sucede con los personajes antropomórficos: Sosabravo festeja cuando los crea, les da vida y los pone a actuar delante de nuestros ojos.
Ya nonagenario, Sosabravo crea sin cesar, es un demiurgo longevo que parece no conocer el término descanso. Posmoderno como pocos, al asumir lo paradojal de estos tiempos, el pastiche, lo lúdico (sarcasmo e ironía incluidos) y lo intertextual, la risa y la ironía, nuestro artista ha esgrimido paralelamente un barroquismo regodeado en la cargazón de la imagen, todo lo cual lo ha convertido en un creador ecuménico y cosmopolita de enorme estatura estética. Esta muestra del arte volumétrico del maestro dejará a muchos con la sorpresa agradable en el rostro, no es para menos, se trata de una obra que lo trasciende y nos eleva. Hay una pregunta que nimba sobre las cabezas de los degustadores de la obra que nos ocupa, al menos en la de este autor: ¿Existirá algún material que se resista a convertirse en arte de la mano de Sosabravo? Es una pregunta legítima y creo que habrá muchas coincidencias en las respuestas.