Primero fue al gran trovador.

Corría un día de 1998 y cantó formando parte de un dúo en el cierre de un encuentro con estudiantes y profesores de la Universidad de la Habana. Entonces todos quedamos cautivados por su voz. Le costó tener que ir, después de entonces, a cada una de nuestras facultades.

Segundo, al gran patriota.

Corrían días duros de la pandemia y nos pidieron que recibiéramos una visita de artistas. Como casi todo lo que nos desviaba de nuestra misión fundamental nos molestó al principio, pero cumplimos por disciplina. Y allí fuimos un grupo de investigadores del Finlay. Y llegaron Israel, Joel y Sosa.

“Yo me vacuno con Soberana”.

Comenzó una charla —nuestra primero—, donde ellos emocionados nos escuchaban. Al tiempo les tocó el turno y nos presentaron lo que a la postre se convertiría en nuestro himno de lucha, la canción “La fuerza de un país”.

¡Podrán imaginar el impacto! Entre sollozos, solo atinamos a decirles: “lo que podemos ofrecerles a cambio es vacunarlos”. Rápidamente contestó, “yo me vacuno con Soberana”. Minutos después, ya vacunado y con una aglomeración de trabajadores que esperaba su salida del vacunatorio, incumpliendo tal vez las normas, accedió a cantarle a nuestra gente. La Patria retumbó en ese momento. El gran trovador se vestía de gran patriota.

El compromiso es seguir luchando por los mismos ideales que lo hiciste tú, desde nuestra trinchera, será el mejor homenaje que te podremos brindar.

Tercero, fue al gran ser humano.

Tuve la oportunidad de coincidir con él recientemente en Venezuela, en la toma de posesión del presidente Maduro. Conversamos bastante. De muchas cosas, de la vida, de la patria, de los que no están ya. Una noche, que fue especial —los que allí estuvimos lo sabemos— él, de conjunto con otros artistas, fue protagonista. Visitamos desde sus canciones nuestra historia, energizamos desde el arte nuestras almas.

“Tuve la oportunidad de coincidir con él recientemente en Venezuela, en la toma de posesión del presidente Maduro”.

A la salida del lugar coincidimos, me detuve y le agradecí por esa noche. Me respondió con la humildad de guajiro noble, “gracias a ustedes, siempre”. ¡No pude hacer otra cosa que abrazarlo!

Los recientes días han sido duros para muchos, me incluyo. No nos acostumbramos a la idea de perder al gran trovador, patriota y ser humano. El compromiso es seguir luchando por los mismos ideales que lo hiciste tú, desde nuestra trinchera, que aunque sin tu voz, melodía y talento artístico, será el mejor homenaje que te podremos brindar.

¡Hasta siempre, hermano!

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