El Salón de la Ciudad de Holguín y la persistencia en el acto creativo
Como cada enero, en los días de la Semana de la Cultura Holguinera, al abrir sus puertas en la Sala Principal del Centro Provincial de Arte, el Salón de la Ciudad de Holguín, esta vez en su edición 36, se reafirma como uno de los principales espacios de las artes visuales en Holguín; por la tradición que enarbolan sus más de tres décadas, por ser ámbito legitimador donde confluyen noveles voces con reconocidos creadores.
El Salón de la Ciudad y el Salón Provincial, cada dos años, constituyen enclaves para pensar cómo se desarrolla, qué caminos recorre y hacia qué sitios enfoca su mirada el arte holguinero, parte de ese cuerpo mayor que es el arte cubano. Conociendo el mimetismo de muchos salones, el abandono de varios a nivel nacional —de lo que incluso se han hecho eco estas páginas—, donde el trabajo curatorial no variaba de apenas colocar piezas ya vistas en una pared, los curadores del Centro de Arte trabajaron en las más recientes ediciones en articular un Salón diferente desde el punto de vista conceptual, incluso enfocando el objetivo hacia temas como la relación artista-curador-público, la circulación del arte en el mercado y las plataformas digitales.
En Holguín, a falta de los principales exponentes, de nombres reconocidos en el ámbito local y nacional, el Salón se había convertido en una especie de vitrina/plataforma legitimadora de los jóvenes artistas, principalmente los estudiantes de la Academia Profesional de Artes Plásticas El Alba —no está mal, claro, aprovechar las oportunidades y el talento—, subrayando en ocasiones el desinterés de muchos creadores en participar en esa suerte de aquelarre multigeneracional, otrora principal escenario visibilizador en la provincia. ¿Apatía? ¿Falta de estímulo? ¿Poca visibilidad? ¿Acaso correspondencia entre la creación de muchos artistas y la exhibición en estos espacios? A estas preguntas les ha buscado respuestas el equipo del Centro de Arte. Aun así el Salón es un escenario privilegiado para cualquier artista, sea más o menos conocido, a falta, en cambio, de otros espacios, o incluso existiendo estos y formando parte de ellos. Hablé de alguna manera en pasado, aunque muchas aristas persisten, porque —y aquí destaco el trabajo del Centro— esta 36 edición del Salón logró lo que podríamos llamar un equilibrio entre diferentes propuestas y autores, con piezas que conocíamos de otras muestras colectivas y obras atractivas, conceptual y formalmente, que integran una especie de corpus que —con sus riesgos— podrían cartografiar nuestras artes visuales.
En las palabras del catálogo, la artista Annia Leyva, especialista principal de la institución, asegura que lo importante “es volver siempre al ejercicio de crear, o dar a luz ideas, sin importar el resentimiento con el cuchillo, sino con los sentidos enfocados en la mesa, que, testigo de gloria y dolor, protagoniza el proceso creativo, ve al artista disertar, ya sea con la mirada en horizontes de otra frontera o nuestros bolsillos reservados para la seudosolución de las necesidades, demostrando que, aún en estos tiempos, contamos con sujetos de disposición y vocación creativa en el campo del arte”. Artistas —recalca Annia— “cargados de hipótesis sobre religión, emigración, sociedad y todo su conjunto, en discursos muy peculiares”.
Este es un Salón de la resistencia o de la persistencia en el acto creativo desde la provincia de Holguín. Son artistas que, contra toda adversidad, e incluso desde ella, insisten en crear.
En el Salón confluyen interesantes obras como Elegía, del joven Roger David Remón Fuentes; Tres hermanos, de Wellis Peña; Diloggún con Iré, de Aníbal de la Torre Cruz; Caprichos de un sastre, de Iosvani García Pérez; Historias del mar I, II y III, de Xiomara Sera Domínguez; y los abstractos de la serie Sobre cómo las palabras construyen imágenes, de Cristhian Escalona Herrera; varias entre mis preferidas. Me alegró encontrarme con las tres piezas de Paisaje interior, de Dayamí Pupo, que recién expuso en el Centro de Arte su muestra Energía vital, y además, con la obra de dos artistas invitados: Isabel Cosano Alen y su Diosa ornamentada (varias piezas de esa serie) y El pescado de Rosita, de Jorge Luis Cudina.
Al recorrer el Salón de la Ciudad —con curaduría de los artistas Bertha Beltrán y Ronald Guillén Campos, y dirección general de Yuricel Moreno Zaldívar— encontramos también otras de Arquel Bagabet Calzadilla, Adelina Rodríguez, Alfonso Tamayo, Alejandro Zaldívar, Eduardo David Torres, Erlys Carballosa, Enrique Miguel Díaz Gelpi, Gilberto González Carcasés (Yiki), Harold Peña Fernández, Juan Carlos Anzardo, Juan Manuel López, Juan José Cabrera Ortiz, Luis Mario Marino, Liuba María González, Marlén Besil García, Oscar García González, Rogelio Iván Ricardo, Rolando Salvador Pavón, Rodolfo Alexander Marrero, Rafael Ramón Rodríguez, Rider Concepción, Vadimir Sánchez Pérez y Yanelys de la C. Esquijarosa Abradelo.
Este es un Salón de la resistencia o de la persistencia en el acto creativo desde esta provincia. Son artistas que, contra toda adversidad, e incluso desde ella, insisten en crear. La muestra intenta —subraya Annia Leyva en sus palabras al catálogo— “mostrar el quehacer de los creadores que aún apuestan por esta labor”, pues “trata sobre los que se quedaron y siguen empeñados en no renunciar a su necesidad de decir más a través del arte”. A eso también se aferra el Salón luego de 36 años como espacio por excelencia de las artes visuales en Holguín: a la necesidad de reconfigurar, incluso desde los cimientos, cada nueva edición.
Nota:
El jurado, presidido por Rubén Hechavarría Salvia e integrado por Víctor Manuel Echenagusía Bastidas y Yacit Sánchez Díaz, evaluó las obras del Salón de la Ciudad y decidió otorgar menciones al tríptico 26 de abril dos años después, de Alfonso Tamayo Demetry, y a la obra LHOOQ, de Harold Peña Fernández. El Premio de la Ciudad 2023 en Artes Plásticas, por ser una pieza que recontextualiza obras de la historia del arte, utilizando recursos plásticos que denotan un dominio técnico, y con un tono irónico propone un mensaje que incide en temas de la actualidad, fue para el tríptico compuesto por las obras “Utopía de un hombre que está cansado”, “Ojos bien cerrados” y “Elegía”, de Roger David Remón Fuentes.