El regreso del hijo pródigo, o de zapatillas, colores y otros males
12/11/2018
Uno de los eventos de más tradición y prestigio del mundo de la danza en nuestro país, con más de medio siglo de historia, es el Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso. Diversos encuentros, concursos, muestras se organizan anualmente dentro del pequeño circuito de espacios para la danza que existen en Cuba. No han sido pocos los reclamos de la comunidad danzaria respecto a su exigencia de poseer un festival nacional que aglutine a todos los estilos de la danza, sin preferencias, ni tendencias, como sucede con el teatro. Sin embargo, eso continúa siendo un reclamo que aguarda en una gaveta.
También creo que si hablamos de desdibujar fronteras y construir vínculos comunes, el Festival de Teatro de La Habana podría acoger una mayor presencia de obras danzarias de las que se producen en nuestro país y en parte del mundo.
La 26 edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso estuvo dedicada a celebrar los 70 años del Ballet Nacional de Cuba, compañía anfitriona de la importante cita. Las jornadas comenzaron el día 28 de octubre y se prolongaron hasta el 6 de noviembre, en una plataforma que se desarrolló entre clases magistrales, conferencias de prensa, jornadas metodológicas en la Escuela Nacional de Ballet, exposiciones y presentaciones de libros.
Una de las particularidades del programa en esta edición fue la gran temporada dedicada a celebrar los 75 años del debut escénico de Alicia Alonso como Giselle, en 1943, personaje que en esta edición fue asumido por primeras figuras cubanas y otras estrellas de la danza del mundo. Aparecieron nombres importantes de la escena internacional como los primeros bailarines del American Ballet Theatre (ABT) Hee Seo y Cory Stearns, Isabella Boylston y Aram Bell; Maria Kochetkova, que ahora está en el Ballet Nacional de Noruega, junto a Joaquín de Luz, que terminó su vida artística con el New York City Ballet (NYCB) unos días antes y vino a bailar un fragmento del segundo acto de Giselle —es un gran atractivo verlo, más cuando en el NYCB no se baila este clásico—. Del Ballet Estable del Teatro Colón, de Buenos Aires, llegaron Camila Bocca, Juan Pablo Ledo, Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias; volvió la estrella internacional Rasta Thomas, que por esos días ensayaba en los salones de la compañía Danza Contemporánea de Cuba el Requiem de Mozart, con coreografía de George Céspedes. Otras de las figuras que formaron parte del programa del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso fueron Rainer Krenstetter, del Miami City Ballet; Marian Walter, del Munich Ballet; el cubano Javier Torres con Julie Charles, del Northern Ballet de Inglaterra, y el cubano Jorge Vega con Valeria Alavés, de México. También marcó el retorno de figuras importantes en la historia del Ballet Nacional de Cuba como: Rolando Sarabia, Rolando Sarabia (Sarabita), Daniel Sarabia, Carlos Quenedit, Yanela Piñera, Camilo Ramos, Marisé Fumero, Arionel Vargas, Lorna Feijóo, Dayesi Torriente, Arian Molina, entre otros.
Las conferencias de prensa se realizaron en la sede del Ballet Nacional de Cuba, un espacio conducido a cuatro manos por el Dr. Miguel Cabrera (historiador del Ballet Nacional de Cuba) y por Ismael Albelo (crítico e investigador de la danza). Un diálogo más próximo sobre la creación, los avatares de la vida de los bailarines, coreógrafos y gestores del ballet. Aunque, entre tantas emociones, muchas veces se perdió la esencia de ese espacio, que posee un carácter meramente informativo.
Hay que recordar que el Festival nunca se dejó de hacer, ni en los momentos más complicados de los 90, en primer lugar por la voluntad de Alicia Alonso y la del país para apoyarlo. La titánica tarea de organizar y asegurar esas necesidades fue en esos momentos muy dura y aún lo es.
Todos los artistas del mundo reconocen las características del pueblo cubano si de las opciones del arte y la cultura se trata. Digo arte porque las inmensas colas no solo suceden en el festival de ballet, también pasa con el Festival de Cine de La Habana, la Bienal de La Habana, el Festival de teatro, etcétera. Con relación a esto nos dice Joaquín de Luz: “Cuba es un sitio único en cómo se vive la danza, diría que con la misma pasión se vive el futbol en mi país. Todavía me impresiona ver las grandes colas para entrar a los teatros y que haya tanta expectativa por saber quién viene. Aquí se forma un ambiente muy bonito, y a los que venimos de fuera nos hacen sentir como en casa, para mí es una gran satisfacción volver aquí, ya al final de mi carrera. Estoy muy agradecido″.
Las carencias y características que posee nuestro festival con respecto a otros del mundo, no pueden echar a un lado el rigor en la curaduría. En este Festival se vieron algunas fisuras en la programación, en la calidad de las obras y de bailarines participantes. Sin embargo, esta edición quedará en la memoria de muchos espectadores y bailarines cubanos que se han radicado en el exterior, como Yanela Piñera, quien comentó: “Estoy muy feliz, es una oportunidad increíble poder estar aquí bailando de nuevo para nuestro público cubano. Compartir escenario con grandes amigos y grandes artistas que hace mucho tiempo no veía. La gente nos ha recibido con un enorme cariño y con un entusiasmo increíble. En verdad me siento muy feliz y disfruto todas las funciones del festival. Es una experiencia maravillosa. Es un gusto estar en nuestros escenarios y bailar para nuestro público”.
De alguna manera, el Festival… es un acto de reafirmación de la valía de nuestro sistema de enseñanza y de la disciplina que por 70 años ha mantenido el Ballet Nacional de Cuba en su equipo de trabajo. Marisé Fumero (primera bailarina del Milwaukee Ballet) nos comentó sobre lo que le ha aportado la escuela cubana de ballet: “La Escuela Cubana de Ballet es maravillosa, te dota de una técnica impecable. Es algo muy fuerte, te crea una enorme pasión por la danza que llevas contigo por el resto de tu vida. Cuando sales de aquí, coges lo mejor de la técnica de otros lugares, pero técnica de base, eso ya lo tenemos. Desarrollamos refinamiento, quizás cambias las zapatillas de puntas con las que bailas, cambias el trabajo de los pies, pero la base es la escuela cubana de ballet, y es maravillosa”.
El público que asistió al Gran Teatro de La Habana pudo disfrutar de la exposición, que los recibió en el vestíbulo de la institución, titulada Paralelos, la que muestra, de forma refinada e interesante, la mirada de dos artistas, uno cubano y otro norteamericano, cuyo interés es el de conjugar la realidad del bailarín con ese su otro mundo mágico: así realiza un doble retrato, uno próximo al personaje que interpreta y el otro en su plena cotidianidad, pues, en el acto escénico, realmente olvidamos que ese intérprete es tan próximo a nosotros como no somos capaces de imaginar.
Cerró el telón de esta 26 edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso. El público cubano disfrutó una vez más del arte en puntas, complementado con sus estilos más modernos. El estreno de Ely Regina (La forma del rojo) no gozó de tanta suerte como Ciudad de luz, concebida por Pepe Hevia para Grettel Morejón y Ariam León. Aún se impone la necesidad de ver más a nuestros bailarines interpretando piezas contemporáneas, desdoblándose, rompiendo los esquemas y formalismos de la escuela clásica.
Sadaise Arencibia y Rolando Sarabia