El problema

Dazra Novak
8/7/2019

“El problema es que el cubano, o no llega, o se pasa”, reza la famosa frase con que intentamos muchas veces encontrar la raíz del Problema (así, con mayúscula): pero más que la maldita circunstancia del agua por todas partes, encontramos esta mala costumbre de dar un paso adelante y dos para atrás. Por propia voluntad y tan orgánicamente… cual si fuéramos cangrejos.

Ilustración: Martirena/Periódico Vanguardia
 

Como si todos fuésemos el mismísimo Ruperto. Como si el calor de la isla nos sofocara las neuronas y las ganas, el sentido común… y hasta el juicio. Como si la vida nuestra no fuera como la del resto del mundo, aquí y ahora, sino más tarde, en un ratico, tú verás, tiempo al tiempo.

Y allí donde el problema del transporte parecía haberse resuelto, resulta que luego nos cobran más, o peor, a veces ni paran. Al menos no lo harán antes de las 9 p.m., me aseguró un chofer —entre manoteos donde a ratos se daba el lujo de soltar el timón— de uno de esos taxis amarillos que se convierten en gacelas libres (libertinas) a partir de esa hora de la noche habanera.

El Problema es, asegura mi querido padre Armando Guerra, que nos hemos acostumbrado a no exigir nuestros derechos. Lo dijo antes y después de aquella vez en que, frente a las mismísimas narices de nuestro incrédulo asombro familiar, logró que atendieran su reclamación a la fábrica de galletas Pinocho 

Lo siguió diciendo aun cuando, tres semanas atrás, se quejó en las narices de un suministrador que en plena calle 23 tiraba los paquetes de papel higiénico del camión al suelo mugriento frente a la tienda. El problema es que no le hicieron caso. Le dijeron viejo loco y hasta un tipo que pasaba, sin declararse a favor o en contra, empezó a filmar el reality con su celular. Lo mandaron a quejarse a la Plaza.

“El problema es que la cosa está difícil y el salario no alcanza”, argumenta algún que otro vendedor a la par del arbitrario subidón de precios convirtiendo en sinónimos a  “la lucha” (honorable esfuerzo cubano por el pan nuestro de cada día) y “el robo” (desde las monedas de vuelto en una tienda hasta el peso del producto en el agromercado).

Más que un sálvese quien pueda, un dale-al-que-no-te-dio. Un modo de pasarnos el problema de mano en mano como si se tratara de una papa caliente. Una que quema precisamente a los más afectados por este Problema: ¿a quién le alcanza?

Pero en realidad hablo del otro, el que se escribe con minúscula y toma el lugar de nuestra creatividad, nuestra astucia, nuestra pequeña-cuota-de-poder para resolver la cola allí donde no hace falta, el trámite cuya tardanza es más kafkiana que necesaria, el permiso que se puede dar sin mayor dilación, entre tantos otros macondos que podrían resolverse con el mismo ingenio con que se adaptan piezas de Mercedes al viejo almendrón.

“El problema es que hay una sola cajera prestando servicio, las demás se fueron a almorzar”, dijo una vez un custodio de un banco como si ellas compartieran, además del mismo centro de trabajo, la misma-sola-boca para comer.

¿El problema? No, caballero, si yo no hablo de eso. Yo les pregunto si quieren que les haga el cuento de la buena pipa del problema que es el cuento de la buena pipa del problema que nos hace entrarle a Todo (en mayúscula) con una justificación que es casi un himno entre nosotros: “Mire, compañero/a/e, el problema es…”.

“…que si le acepto ese billete (¡uno de 10cuc!), me quedo sin cambio”, argumentaron/arán (en este coro que ya no necesita ensayo previo) el dependiente de una cafetería estatal, el conductor del taxi, ¡y hasta la cajera de la CADECA! Como si la solución a ese problema de no garantizar billetes de baja denominación, más que estar en mis manos, fuera mi total responsabilidad. Para decirlo en cubano: mi maletín.

Por lo general, cuando parecía que por fin nos enrumbábamos a la solución, es decir, pasito adelante (aunque corto, es nuestro paso), nos quedamos ahí, en la denuncia. Reaccionamos con un me irrita, lo compartimos, lo comentamos indignados y seguimos de largo… hasta el siguiente problema. Como si nos debiéramos más a la pelea que a la solución.

Como si en el pugilato entre el sentido común y el problema, siempre ganara este último pues el trópico, compañeros, el-trópico-es-así-de-jodedor. “Lo que no te mata, te fortalece… ¡y te entretiene!”, habría dicho Nietzche, de haber nacido en esta tierra nuestra.