El poder de los museos: logros y retos en los museos cubanos
Para comenzar esta reflexión entorno al Día Internacional de los Museos, es oportuno apuntar una feliz coincidencia: este año la Mesa Redonda de Chile (1972, Santiago de Chile) cumple 50 años y el Consejo Internacional de Museos (ICOM) lanza un lema evocador de aquellas jornadas: El Poder de los Museos.
En la actualidad, observando rápidamente el panorama internacional y accediendo de manera virtual a esta información, es indiscutible que los museos se han preocupado en cambiar las formas para llegar a su público. Con el tiempo han tomado prestadas de otras esferas estas “maneras” de conectar; campos como la tecnología, la pedagogía o, incluso, el teatro, permiten que el contenido a trasmitir, otrora encasillado en objetos acompañados por su pie de exponente sin gracia ni intención, en la mayoría de los casos, se manifiesten atractivamente al público. Este se ha convertido de espectador en usuario, contando ahora con la posibilidad de interactuar con el material brindado.
Sin embargo, para la segunda mitad del siglo XX, aún los museos eran esos claustros sagrados, concebidos como contenedores de reliquias invaluables. No es hasta la década del sesenta e incluso los primeros años de la década del setenta que comienzan a sentirse los aires renovadores de la Nueva Museología, con el intelectual francés Georges Henry Rivière proponiendo a la comunidad internacional la existencia de los Ecomuseos. Pensados estos como lugares abiertos, imbricados con su entorno, accesibles y entretenidos para el público. Esto ocurrió en Europa. No obstante, esta corriente no demoró en llegar a América Latina, concretándose en la Mesa Redonda de Santiago de Chile en 1972.
La importancia que tiene este suceso para los profesionales de los museos y la práctica museológica es inmensa. Se puede aquilatar en las declaraciones de la Mesa Redonda, toda una declaración de intenciones de cambiar el planeta a través del accionar de los museos, una utopía quizás. Estas declaraciones apuntaban a la apertura de los museos hacia sus comunidades, hacia las problemáticas del territorio, suponían la sensibilización de la institución museo trabajando como un factor de cambio en el panorama socio-político y económico que estaba ocurriendo en América Latina. Importante también fue el reclamo de rescate del patrimonio cultural, como un valor a poner en servicio de la población y su entorno, una herramienta que permitiera al individuo entenderse y proyectarse hacia el mundo, o sea, una nueva forma de mirar la herencia cultural.
Todas aquellas aspiraciones se han visto en menor o mayor medida cumplidas, por un lado, debido al desarrollo vertiginoso de la tecnología y su carácter democrático por excelencia y por otro, gracias a la vocación social que ha adquirido el museo, su apertura y su compromiso con los lugares en que se enclava.
“Con la creación de los museos municipales se abría un capítulo renovador para el papel que los museos debían desempeñar en el rescate de la memoria histórica”.
Ahora bien, Cuba ha sido siempre pionera en cuanto a pensamiento cultural se refiere. Es por ello que ya desde el temprano año de 1979, con la Ley no. 23, se impulsó un viraje de sentido con respecto a la función que el museo debía ejercer, pues con la creación de los museos municipales se abría un capítulo renovador para el papel que los museos debían desempeñar en el rescate de la memoria histórica y de su vocación educativa y de colaborador con otras instancias de la sociedad, como la escuela o la vida profesional en otras esferas. De esta forma, el país se colocaba en sintonía con los enunciados de la Mesa Redonda de Chile, de manera práctica y activa.
Por tanto, hablar de un “poder de los museos” en Cuba es hablar de un logro en la cotidianidad del trabajo museal. Hoy los programas desarrollados por los museos, tanto los de carácter nacional como los municipales, son planes de acciones dirigidos a educar y sensibilizar en el resguardo del patrimonio cultural a comunidades vulnerables, grupos etarios, profesionales, entre otros. A pesar de la crisis económica que ha enfrentado la nación históricamente causada por el Bloqueo, recrudecida ahora por la política norteamericana aún más hostil y la pandemia de la COVID-19, el museo ha logrado salir a flote y esto lo ha permitido fundamentalmente su estrecha relación con el territorio y la población a la que ellos se deben.
“A pesar de la crisis económica que ha enfrentado la nación históricamente (…), el museo ha logrado salir a flote”.
Por otro lado, aún falta mucho para que el museo en Cuba sea autosustentable en términos financieros, al ser una institución por y para la sociedad, determinado además por la política cultural de la Revolución, la cual es democrática y socialista, no cuenta con los fondos para acceder a tecnologías de punta como puede ser el uso de la realidad virtual 3D y 4D y sus modelos de diseños inmersivos;[1] sin embargo, esto no implica que los trabajadores de los museos puedan encontrar caminos más modestos e igual de atractivos para llegar al público. Estrategias como la presencia de actores o narradores orales en el espacio expositivo, una visita guiada por un especialista harto preparado e histriónico o la utilización de objetos interactivos como pizarras, post-it, rompecabezas, entre otros medios, son ideales para lograr una mejor comunicación entre el contenido y su receptor.
Con respecto a esto y muy acorde con lo expresado, Alejandra Panozzo reflexiona:
En esta encrucijada, el museo contemporáneo no solo educa —un rol atribuido tradicionalmente al museo moderno— en lo espectacular — rasgo propio del museo posmoderno—, sino que también genera múltiples ofertas de entretenimiento, consumo, participación o diálogo para interpelar a los públicos (Guasch, 2008).[2]
Estas estrategias son las que posibilitan que el museo cumpla su rol transformador en la sociedad y llegue a sus públicos. Una sociedad que está cada vez más alienada por la presencia de disímiles estímulos visuales, sensoriales, en la cual de forma fácil se accede a otras realidades virtuales; representa hoy un reto para la institución museo hacer valer sus propuestas y hacerlo de forma creativa y amena.
“Se hace necesario que sus lenguajes se actualicen, que los discursos museográficos cobren vida y sentido para este público/usuario que deseamos”.
Podemos concluir que, para los museos cubanos, ha constituido una conquista su implicación en la vida social de su territorio y comunidad; que desde temprana fecha se han abocado a la salvaguarda del patrimonio cultural material e inmaterial y a refuncionalizarlo a favor de las particularidades identitarias y necesidades espirituales de estas comunidades. No obstante, sí se hace necesario que sus lenguajes se actualicen, que los discursos museográficos cobren vida y sentido para este público/usuario que deseamos. La historia seguirá siendo la misma, solo la forma de contarla y la manera en que su saber nos ayuda a afrontar el futuro y a mejorar el presente es lo que debe cambiar, ser inclusiva y transgresora. Gracias al trabajo sostenido de las instancias rectoras (Ministerio de Cultura, Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, Centros Provinciales de Patrimonio, Oficinas del Historiador de la Ciudad) y al ímpetu de algunos museos, dígase profesionales sensibles y comprometidos con la labor social y educativa del museo; ya se aprecian cambios en el panorama museográfico cubano. Estos cambios solo pueden resultar en beneficios para nuestra sociedad, una sociedad que se quiere más instruida, empática y resiliente, más integrada a la naturaleza y al cuidado de la misma, en fin: una sociedad civil informada y comprometida con su tiempo y su legado.
Notas:
[1] EVE Museos e innovación (2021/diciembre/07). Modelos de Inmersión Museográfica. EVE Museos e innovación La Nueva Era de los Museos. URL: https://evemuseografia.com/2021/12/07/modelos-de-inmersion-museografica/.
[2] Panozzo Zenere, Alejandra: La recepción en los museos. Exploraciones de los estudios de visitantes en los museos argentinos. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación N.º 139, diciembre 2018 marzo 2019 (Sección Ensayo, pp. 311-326). En https://revistachasqui.org/index.php/chasqui/article/view/3385.