El nada extraño caso de DB

Pedro de la Hoz
11/8/2020

La indecencia está de moda en ciertos pasadizos de las redes sociales. La invectiva desplaza a los argumentos, la matonería a la razón. En medio de una de las espirales de improperios lanzados al espacio digital, ha estado Descemer Bueno, en compañía de especímenes financiados por la industria anticubana, harto floreciente en el sur de la Florida, y la corte de gacetilleros mendaces de los medios oficiales de la contrarrevolución.

Hay que ir más allá de la evidencia: el salto irreversible de DB al campo de los que odian y destruyen; y la enajenación definitiva del ámbito cultural que hizo posible su carrera. Esta de ahora no es una diatriba circunstancial —respuestas contundentes, y no pocas, han sido dadas y son suficientes—, sino el resultado de una deriva para nada exclusiva del protagonista de la historia.

Si DB es como es, se debe a dos factores: la contaminación con las aristas más perniciosas de una industria cultural donde el mercado va por delante, y la falta de principios y educación ética imprescindible para el ejercicio artístico en una sociedad como la nuestra.

Cuando lo conocí, DB era, sin lugar a dudas, un músico y compositor talentoso. Lo recuerdo de las sesiones de jazz en La Zorra y El Cuervo, de los tiempos de la banda de Santiago Feliú, de Estado de Ánimo. La autenticidad que se respira en la serie de boleros suyos cantados por Fernando Álvarez califica como lo mejor del género en el cruce de siglos y nos seguirán perteneciendo, aunque él se niegue a creerlo.

“La indecencia está de moda en ciertos pasadizos de las redes sociales. La invectiva desplaza a los argumentos,
la matonería a la razón”. Fotos: Tomadas de Internet

 

Fue a Estados Unidos y allí se vinculó con algo que, de manera muy imprecisa y confusa, se ha dado en llamar “escena alternativa”. No sé lo que vio o con quienes se reunió después de hacer música con grupos como Yerbabuena y Siete Rayos, pero lo cierto es que algunas estrellas y sus manejadores vieron en el talento de DB un filón explotable. Su facilidad para amoldarse a diversos modos de hacer, su capacidad para urdir melodías pegadizas y el olfato para insertarse en fórmulas preestablecidas con determinado grado de originalidad, sustentaron un pasaporte que le permitió insertarse en nichos competitivos de la industria.

En una entrevista concedida al colega Michel Hernández, DB declaró: “Nunca me ha pasado que le toco la puerta a alguien y no quiera trabajar conmigo diciendo que soy reguetonero o cualquier otra cosa, porque yo he mantenido mis puertas abiertas a todos los gustos. Cuando sacamos Bailando, con Gente de Zona, mucha gente criticó que me haya unido con ellos, pero después de un mes nadie me hizo ese comentario. No hay que tenerle miedo al éxito ni a la fama, ni a llegarle a los jóvenes”.

Haber estado en el foco de atención como compositor, al menos alguna vez, de Marco Antonio Solís y Ana Torroja, Thalía y Luis Enrique, Rosario Flores y Jorge Villamizar, Ricky Martin y Gilberto Santa Rosa, Pitbull y Romeo Santos, no es poca cosa en el orden comercial. En Cuba, donde el disco Bueno conquistó un Premio Cubadisco, sus colaboraciones se cuentan por decenas y van desde Omara y Eliades a los reguetoneros más conspicuos.

En efecto, no hay que tener miedo al éxito ni a la fama, pero el éxito y la fama pueden marear a cualquiera. El impacto en el artista de tan desenfrenada ascensión me recuerda inevitablemente una canción de Serrat, Fiesta, sobre todo los versos que dicen: “Hoy el noble y el villano, / el prohombre y el gusano / bailan y se dan la mano / sin importarles la facha. / Juntos los encuentra el sol / a la sombra de un farol / empapados en alcohol / magreando a una muchacha”. Por desgracia, tras la ascensión viene la caída.

“(…) la gravedad de sus posicionamientos sea demasiado notoria como para ignorarlo (…)”.
 

DB ha querido navegar en dos orillas, partirse en dos mitades, pero la inconsecuencia y la inconsistencia a la larga se impusieron. Por otra parte, es posible ser un músico muy calificado, poseer talentos innegables y elaborar productos que gusten a unos y a otros; pero la coherencia y la permanencia pasan por la formación cultural y la entereza ética.

De estas últimas carece DB y no es el único, aunque la gravedad de sus posicionamientos sea demasiado notoria como para ignorarlo. Influyen, claro está, el medio familiar, pero también ese entorno social inmediato, permeado por perversiones mediáticas, a las que lamentablemente no somos ajenos y que implican una manera torcida de encarar el éxito y distorsionan jerarquías.

Por eso la conjunción de ética y estética en la formación de las nuevas generaciones debe continuar ocupando el centro de la actividad curricular y extracurricular de la enseñanza artística y continuar extendiéndose a las instituciones culturales que las acojan, y a los sistemas promocionales y de gestión de los talentos.