En su extensa y exitosa carrera como bailarina, que abarcó desde su debut en el “Gran vals” de La bella durmiente, el 29 de diciembre de 1931, hasta su adiós como intérprete en Farfalla, el 28 de noviembre de 1995, la prima ballerina assoluta Alicia Alonso legó a los públicos del ballet mundial una multifacética galería de personajes difícilmente igualada por otra bailarina del siglo XX, registro que incluyó un total de 134 títulos. En él figuran heroínas de rasgos y psicologías muy disímiles, que le exigieron retos técnicos, expresivos y estilísticos de la más diversa complejidad. Entre los coreógrafos cuyas obras interpretó con gran éxito figura Alberto Alonso, al cual estuvo vinculada desde los comienzos de su carrera.
“Carmen vivirá en la escena del ballet cubano, en las interpretaciones de sus figuras actuales y futuras, como Alicia Alonso nos las mostró siempre: desafiante y triunfal”.
En 1967 Alberto fue invitado por la célebre bailarina rusa Maya Plisetskaya y el elenco del Ballet Bolshoi de Moscú, para crear una coreografía inspirada en Carmen, personaje homónimo de la novela de Próspero Merimée (1845) y de la ópera de George Bizet (1875), que también fuera llevada a la escena del ballet en 1949 por el coreógrafo francés Roland Petit, con Zizi Jeanmaire en el rol central.
El reto al que se enfrentó Alberto fue muy grande, pues en virtud de esa invitación se convertía en el primer coreógrafo extranjero convidado por esa prestigiosa institución en todo el siglo XX. El estreno tuvo lugar el 20 de abril y constituyó una exitosa novedad, tanto para la carrera de Maya como para el repertorio del Bolshoi.
El 1 de agosto la obra fue incorporada al Ballet Nacional de Cuba (BNC), con Alicia Alonso en el rol titular. Carmen fue el ballet número 87 en el repertorio de la Alonso y a partir de entonces devino una de sus mayores cartas de triunfo en la escena mundial. Aunque fue dueña de un amplísimo repertorio, de más de un centenar de títulos, entre sus éxitos mundiales ocuparon un lugar especial, además de Giselle, el doble rol de Odette-Odile, de El lago de los cisnes, y la Kitri de Don Quijote, obras que paseó por el mundo en versiones completas o en pas de deux, en programas concierto.
Pero a partir de su debut en Carmen, su nombre estuvo indisolublemente ligado al de la gitana cigarrera, negada a dejarse esclavizar por convencionalismos que le arrebataran su libertad. Recuerdo aquella noche, en que al levantarse el rojo telón taurino, apareció una figura sensual, ataviada con un mallot color carne, con flequillos rojos. Al terminar la primera variación, el público que abarrotaba el Teatro “García Lorca” quedó en estado de shock y no podía creer que aquella era nuestra bailarina clásica por excelencia. Las “trabazones” —como definió el propio Alberto su juego con las quintas posiciones de sus pies—, el desafío permanente de posiciones en dehors y en dedans, los sensuales movimientos de cadera y torso y la máscara expresiva de su rostro, nos descubrían una Alicia nueva para nosotros. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que al salir del teatro el público no tenía conciencia plena de que había sido testigo de una interpretación magistral. Ese milagro que la acompañaría casi hasta los años finales de su carrera como intérprete.
“Al terminar la primera variación, el público que abarrotaba el Teatro ‘García Lorca’ quedó en estado de shock y no podía creer que aquella era nuestra bailarina clásica por excelencia”.
La libérrima y sensual gitana andaluza adquirió nuevos perfiles escénicos en la interpretación de Alicia, donde la perfección técnica y la riqueza de matices interpretativos se expresaron de la manera más sensual, refinada y exquisita, resaltados por los sugerentes y nuevos diseños de Salvador Fernández. Carmen fue una obra cumbre en tan especial etapa de su carrera, que con 46 años de edad le permitió ser aclamada por los públicos de Europa, Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá y Asia, durante sus giras con el BNC y como estrella invitada de prestigiosas compañías como el Ballet Arabesque, de Bulgaria (1969), La invitada del domingo por Maurice Béjart, París (1969), The Tchaikovsky Memorial Tokyo Ballet (1972), el ABT (1976), Ballet Bolshói, Moscú (1979), Compañía Nacional de Danza (México, 1981) y Festival Mundial de Ballet (Japón, 1982).
Más de medio siglo, exactamente 57 años después, el BNC y los públicos del mundo, que fueron testigos de esa grandeza escénica, festejan jubilosos la efeméride, con la certeza de que Carmen vivirá en la escena del ballet cubano, en las interpretaciones de sus figuras actuales y futuras, como Alicia Alonso nos las mostró siempre: desafiante y triunfal.
Tuve la oportunidad de presenciar la Carmen de Alicia. El recuerdo ha sido imborrable: la bella
música, las luces inteligentes, el vestuario estupendo, el cuerpo de baile, los magníficos solistas, pero sobre todo la interpretación de nuestra Alicia, es para no olvidar.