El tema musical con que finaliza el popular programa televisivo Pasión Mundial es resultado del talento de un joven nombrado Adrián Alejandro Rodríguez Agrelo. Su inclusión en el colectivo de este espacio, que cuenta con cientos de miles de seguidores en todo el país, y su participación en varios programas radiales y televisivos dedicados al deporte, representa para la sociedad cubana un importante paso por la plenitud de derechos de las personas en situación de discapacidad.
Este joven, débil visual profundo, es el primer comentarista deportivo en Cuba con estas características. Una larga historia de sacrificios y voluntad férrea respaldan esta su gran conquista, la realización de un anhelado sueño.
¿Qué edad tenías cuando comenzaste a padecer de retinosis pigmentaria?
Nací con la enfermedad, solo que los médicos la detectaron cuando yo tenía un año y medio, porque a esa edad todavía no caminaba, aunque hablaba con total coherencia, llamaba las cosas por su nombre y respondía adecuadamente a cualquier estímulo.
El primer diagnóstico fue que yo era un niño con trastornos mentales. Vinieron entonces innumerables exámenes. Finalmente concluyeron en que había nacido con retinosis pigmentaria y no caminaba porque apenas veía.
Aquella noticia impactó a toda la familia. Pero mi madre, que es una guerrera incansable, no se quedó de brazos cruzados e inmediatamente buscó soluciones para detener la pérdida inminente de la visión. Desde esa época, recibo tratamiento con ozono y felizmente la enfermedad se ha detenido. Conservo, a mis treinta y cinco años de edad, un poquito de visión.
Eres muy joven aun, lo cual significa que tu infancia y adolescencia se encuentran ahí mismo, al doblar la esquina. ¿Cómo recuerdas esos años de tu vida durante los cuales ya tenías pleno conocimiento de tu enfermedad?
Fueron muy difíciles, sobre todo cuando comencé en la escuela primaria. Casi siempre a los niños les avergüenza hablar de sus enfermedades con sus compañeros y se imponen a sí mismos pertenecer al grupo de los mejores. Los profesores, en cambio, sí se dieron cuenta desde el principio. Me observaban caminar torpemente y notaron mi dificultad para leer lo que ellos habían escrito en la pizarra.
Por suerte desde las edades más tempranas he contado con buenos amigos, con personas deseosas de ayudar. Mis compañeros me leían en voz baja lo que aparecía escrito en la pizarra, o llegado el momento de una lectura oral, con anterioridad me habían leído tantas veces el texto que me lo aprendía de memoria.
Fueron etapas en las que permanentemente me estremecía el terrible temor de quedar totalmente ciego. Ese temor todavía me acompaña, con la diferencia de que ahora pienso que ya tengo andado una buena parte de mi camino, que he cumplido casi todos mis sueños.
De todos modos, ese miedo no ha desaparecido, ni creo que desaparezca nunca, particularmente cuando analizo que mi madre no estará siempre conmigo, que puede morir por causas naturales de la vida. Entonces el temor se acrecienta. Temo quedar solo y ciego; es ese mi mayor miedo.
En la escuela primaria asumí mi enfermedad en un cincuenta por ciento, mientras que el otro cincuenta por ciento tuve que enfrentarlo cuando me vi precisado a cursar la secundaria en un centro de enseñanza especial.
“Por suerte desde las edades más tempranas he contado con buenos amigos, con personas deseosas de ayudar”.
Resultó un choque muy violento, estremecedor. Estaba acostumbrado a convivir con niños videntes, a compartir un aula con treinta o cuarenta alumnos. En la escuela especial Abel Santamaría, por el contrario, en las aulas había muy pocos estudiantes, diez o doce cuando más, no solamente eran invidentes o débiles visuales como yo, asistían niños con trastornos mentales o alguna discapacidad físico motora y sordos ciegos.
Fue un impacto muy grande, si se tiene en cuenta que durante los años de la escuela primaria yo había participado, junto al resto de los niños, en juegos de baloncesto, de pelota… y en ningún momento me sentí excluido, marginado. Sin otra alternativa, poco a poco me fui integrando, adaptándome a las características de la enseñanza especial.
A propósito de exclusión, ¿la has experimentado en algún momento de tu vida?
Por parte de la sociedad en su conjunto, no, nunca; como tampoco por parte de la mayoría de mis profesores, ni de mis compañeros de trabajo quienes me han visto siempre a su altura. En cambio, sí me han afectado y mucho actitudes y expresiones aisladas de algunas personas que por prejuicios o bajo nivel cultural se han dirigido a mí en términos realmente reprochables.
En una oportunidad, por ejemplo, me encontré con un señor en la calle y me extendió la mano para saludarme. Por supuesto, no pude corresponder a su saludo porque no veía su mano. Mi madre le pidió disculpas y le explicó que yo era débil visual. El señor le dijo: “ah, es que él no es normal. Yo lo he visto muy normal por la televisión”. Inmediatamente le contesté: “es que yo soy normal”.
Esa frase de “él no es normal” la he escuchado reiteradamente. Me he considerado, me he sentido cada día de mi vida una persona muy normal, como cualquier otra.
Las personas en situación de discapacidad constituimos minorías en la sociedad. Por tanto, no podemos pretender que la sociedad se adapte a nosotros, somos nosotros quienes tenemos que adaptarnos a ella.
En mi opinión los mensajes que a veces nos llegan a través de los medios de comunicación, la televisión (por ejemplo) que es uno de los más difundidos, tienden a incentivar lástima hacia nosotros. Generalmente se hace de manera inconsciente. Es una realidad que necesitamos ayuda, pero que no nos miren jamás desde la óptica de la lástima.
Soy consciente de que estas actitudes y expresiones tienen sus cimientos en los desempeños que anteriormente tuvieron otras generaciones de personas en situación de discapacidad, las cuales, casi por obligación, estaban llamados a convertirse en vendedores de objetos expuestos sobre una pequeña mesa. Los ejemplos sobran. Estudié inicialmente técnico medio en Informática y al graduarme comencé a trabajar en la División Logística de la empresa RadioCuba.
Por razones de reestructuración laboral, hubo que reducir la cantidad de trabajadores. Obviamente yo era uno de los que sobraba. Y quizás sin siquiera pensarlo, la jefa de Recursos Humanos me transmitió ánimos diciéndome que yo al menos tenía la opción de convertirme en vendedor.
Fue esa la primera vivencia que tuve de la insensibilidad de algunos seres humanos. Por suerte logré reponerme de aquello y en posteriores desempeños laborales, relacionados con la comunicación y el mundo digital, me sentí mucho más útil.
¿De quién o de quiénes heredaste la pasión por el deporte?
Esa pasión comencé a sentirla desde que era niño. Fue una herencia legada inicialmente por mi abuelo paterno, quien durante mucho tiempo trabajó como periodista de Prensa Latina. Allí se desempeñó, incluso, como jefe de redacción de la sección de deportes. Asistió a juegos olímpicos, a mundiales de fútbol.
Me llegó igualmente de mi padre. Lamentablemente, él si perdió la visión a causa de un largo padecimiento de glaucoma. Pero antes trabajó durante un extenso periodo vinculado al deporte, aunque en la radio.
Con tales antecedentes, desde muy pequeño me apasionaba escuchar programas deportivos transmitidos por la radio. Ya para esa época era capaz de aprender todo de memoria.
Además de técnico medio en Informática eres graduado en la Universidad de Licenciatura en Historia. Esta última, a mi juicio, un poco distante de las disciplinas deportivas y hasta de los medios de comunicación. ¿Cómo llegas a la cima de tu carrera profesional convertido en comentarista deportivo?
Después de salir de la División Logística de RadioCuba, trabajé en otra de sus dependencias en la Habana Vieja. En ese lugar terminé todo el proceso de mi formación laboral. Profundicé en la utilización de las redes sociales y al propio tiempo en otra pasión que siempre aspiré a desarrollar: la música.
Desde pequeño aprendí a tocar guitarra y, un poco, a cantar. Era asiduo asistente a todas las actividades culturales de RadioCuba. Participaba en ellas, no como un simple espectador, sino en calidad de artista con mi guitarra. De hecho, compuse una canción para esta empresa, igual que lo hice recientemente para la despedida del programa Pasión Mundial. Ambas fueron experiencias muy bonitas, sobre todo la última grabada en un estudio con todos los requisitos.
En 2014 ya había establecido algunos vínculos con la radio, exactamente con la COCO, emisora con la que comencé a colaborar para distintos espacios, particularmente durante la celebración de la Copa Mundial de Fútbol, que justo se celebraba aquel año. Nunca olvido el viernes 16 de junio del propio 2014, cuando realicé mi primer análisis deportivo en vivo. Su duración fue de diez minutos.
“Desde pequeño aprendí a tocar guitarra y, un poco, a cantar. Era asiduo asistente a todas las actividades culturales de RadioCuba. Participaba en ellas, no como un simple espectador, sino en calidad de artista con mi guitarra”.
Me considero una persona atrevida y, por muy difícil que parezca alguna oferta de trabajo que me ofrezca la posibilidad de una superación profesional, la acepto sin siquiera pensarlo. Por ello cuando se produjo la ausencia de un narrador y me propusieron asumir en su totalidad un programa dedicado al fútbol, mi respuesta no tardó en llegar. Precisamente era eso lo que siempre había querido hacer.
Seguidamente vinieron otras propuestas para programas deportivos en Radio Rebelde, donde tuve el privilegio inmenso de compartir cabinas con prestigiosos comentaristas de los cuales conocía solo sus voces. Entre ellos, Piti Rivera y Luis Izquierdo.
Esos desempeños me permitieron participar en un curso de formación de comentaristas deportivos, en el Centro de Estudios del Instituto Cubano de Radio y Televisión. Al concluirlo, un año después, me llevé la inesperada sorpresa de que había sido seleccionado como el mejor alumno.
A partir de ese momento comencé a trabajar de manera oficial en la radio. Mientras que en la COCO conducía el programa Hablando de deportes, en Radio Rebelde lo hacía en el gustado espacio Deportivamente.
Fue el narrador y comentarista Hernández Luján, quien, conocedor de mi experiencia en la radio, me abrió las puertas para comenzar en la televisión. En este medio, después de incursionar en espacios como Noveno Inning, donde continúo trabajando, pasé a formar parte del colectivo, más bien familia, de Pasión Mundial, proyecto que considero es el más hermoso de cuantos he emprendido y que por su gran audiencia me ha granjeado el reconocimiento de decenas de seguidores en todo el territorio nacional. Aunque sobre todo por la unión, la empatía que ha surgido entre todos sus integrantes.
A la par de estos programas, realizo la conducción de un espacio en el canal de YouTube de Prensa Latina, además de los artículos que envío a las revistas Alma Mater y Cubahora. Aunque mi mayor dedicación está centrada en Radio Taíno, que es oficialmente mi centro laboral.
“Fue el narrador y comentarista Hernández Luján, quien, conocedor de mi experiencia en la radio, me abrió las puertas para comenzar en la televisión”.
No dudo que para muchas personas pudiera ser demasiado abarcador y no menos agotador. Para mí, sin embargo, representa toda la felicidad del mundo reunida. Estoy haciendo realidad el mayor anhelo de mi vida. Nací para ser comentarista deportivo y a ese desempeño me entrego diariamente con toda pasión.
¿Te consideras entonces una persona realizada?
Total y absolutamente, no obstante todas las dificultades y los muros que todavía existen y que seremos capaces de derribar con nuestro proceder cotidiano.
Además de tu novia, Marianne Frade, y de manera muy especial Susana Agrelo, alguien imprescindible en tu vida y quien destacó tu capacidad intelectual, tu preferencia por la investigación y el estudio constante y te califica como el mayor y más preciado regalo que le ha dado la vida; ¿qué otras personas han contribuido a tu formación profesional?
La lista es bien larga. Pero no puedo dejar de mencionar a Gregorio Oquendo, Roly Díaz, Félix León y a Manuel Alejandro Pérez. Y, por supuesto, al colectivo de Pasión Mundial: Camilo Pérez y Gretel Romero. Necesariamente tengo que hacer alusión a mi amigo Daniel Gotay.
A estos y a los que olvidé involuntariamente, mi agradecimiento sincero y eterno por su gran ayuda, por su amistad incondicional y su aprecio incalculable.
¿Sueños por cumplir?
Sí. Sueño con formar una familia, a pesar del peligro que entraña la transmisión de la retinosis pigmentaria a mis hijos.
Sueño asimismo con retribuirle a mi madre de algún modo todo cuanto ha hecho por mí.
Desde el punto de vista profesional, sueño con asistir a unos juegos múltiples en calidad de reportero o haciendo un resumen al concluir una jornada de competencia. También, con crear un programa en la radio y tener de invitados a varios comentaristas; con llegar a ser analista de fútbol en transmisiones televisivas.
Hace dos o tres semanas recibí un mensaje, verdaderamente conmovedor y en la misma medida alentador, de un joven residente en la provincia de Sancti Spíritus. Me conoció a través de las redes sociales y por mis programas en la radio y la televisión. Ese mensaje decía al final: “mi sueño es ser como tú”.
A partir de ese momento comencé a soñar también con que un día haya en nuestro país muchos jóvenes que, como yo, jamás renuncien a sus aspiraciones por muy inalcanzables y lejanas que resulten. Que sean perseverantes y nunca se rindan, que se aferren a la convicción de que el mundo es de los valientes, de aquellos que se arriesgan, se sacrifican, se proponen todos los días ascender otro y otro peldaño que los conduzca a hacer realidad sus anhelos, sus sueños.