El legado de Lenin
20/4/2020
Como todos los grandes dirigentes revolucionarios, libres de ataduras dogmáticas, que marcaron hitos en el devenir de la historia, Lenin supo articular orgánicamente pensamiento y acción con la escucha atenta a las especialidades de los contextos epocales. Definió en lo conceptual al imperialismo en tanto fase superior del capitalismo, comprendió que la socialdemocracia se integraba a los intereses esenciales del sistema y palpó el cansancio de la masa en una guerra que les ofrecía tan solo hambre, sufrimiento y muerte. Era el momento preciso para lanzar a la toma del poder a los soviets de obreros y soldados. En desafío a lo establecido, la revolución socialista podía hacerse desde el eslabón más débil, una Rusia desindustrializada con un campesinado recién salido de la servidumbre. Lamentablemente, la enfermedad y la muerte lo apartaron demasiado pronto de la conducción del proceso.
La mirada lúcida de Lenin captó las contradicciones sustantivas de su presente y se proyectó hacia el futuro mucho más de lo que hubiera podido imaginarse en la vida. En los países desarrollados, los tanques pensantes también habían leído a Marx y supieron implementar vías para garantizar la supervivencia. La clase obrera y las capas medias se beneficiaron indirectamente de la explotación colonial. Alguna vez poderosos, los sindicatos soslayaron las demandas políticas y se conformaron con defender intereses gremiales. La lucha por la consolidación del proyecto socialista se concentraría en la periferia semicolonial de Asia y en nuestra pequeña isla del Caribe. Así lo entendió Fidel en su conducción del proceso cubano y en la permanente convocatoria a los procesos de emancipación.
En el mundo de ahora mismo, el legado de Lenin mantiene plena vigencia. En la era de la globalización neoliberal, el imperialismo ha entrado en otra fase. Urge estudiar el fenómeno en todas sus aristas, en lo económico, en las modalidades de ejercicio del poder, en el contenido ideológico de la doctrina neoliberal y en los métodos sofisticados de manipulación de la conciencia humana. Hay que trabajar contra el tiempo porque bordeamos un abismo amenazante para el porvenir de la especie. La pandemia que nos invade, las evidencias concretas del cambio climático, el crecimiento de la brecha social son señales de alerta. El malestar producido por la inminente crisis económica puede ser capitalizado —está ocurriendo ya— por la extrema derecha. Se impone asimilar de manera constructiva las lecciones de la historia. La salvación posible se encuentra en la capacidad de movilizar a la periferia sufrida.