El humanismo etnográfico, una propuesta para la reflexión antropológica
12/5/2016
Nuevamente el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello hace posible la presentación de un libro de sumo interés. En este caso se trata de El humanismo etnográfico. Ocho lecciones sobre la historia de la antropología y el debate sobre cultura popular (La Habana, 2015, 267 pp.), de la profesora italiana Silvia Mancini, que se propone sintetizar en tres partes diversas cuestiones claves sobre el origen y desarrollo de la antropología europea occidental en su vertiente sociocultural, así como la relación con la cultura popular y sus interpretaciones.
En la primera parte aborda “La antropología como acercamiento diferencial y contrastivo al estudio sociocultural”, tanto desde las corrientes de pensamiento teórico, como en el ámbito de los diversos métodos de acercamiento e interpretación del campo de estudio. Para ello, junto con algunas definiciones operacionales que sirven de necesaria referencia para el análisis y evaluación del proceso de desarrollo —como el enfoque holístico y la temprana noción de cultura—, establece diversas polaridades binarias que emplea para su estudio, como el etnocentrismo y el relativismo cultural en sus diversos alcances.
En esa dirección evalúa los «pasos y métodos» dados por esta disciplina, entre ellos, la orientación nomotética vs. la ideográfica; la orientación explicativa vs. la comprensiva; la orientación ética vs. la émica; la orientación histórica vs. la sociológica; las orientaciones sincrónicas vs. las diacrónicas y pancrónicas; sus vínculos y principales representantes. Conjuntamente, para el acercamiento a los fenómenos socioculturales, identifica algunas nociones como sistema y estructura, modelo y función, que de diversas maneras y alcances son empleados por autores que abordan estas cuestiones en diferentes épocas. De igual modo, las nociones de símbolo, signo y código son recursos para diferenciar el ámbito social con respecto a las leyes naturales.
Si nos referimos, por ejemplo, al estudio de la orientación ética vs. la émica, la propuesta sugiere comparar el enfoque lingüístico inicial dado por Kenneth Pike en 1954, con la propuesta antropológica realizada por Marvin Harris (1927-2001) en 1968, basada en Pike, donde el enfoque etic está limitado al estudioso y el emic se encuentra circunscrito al sujeto estudiado, con la contundente crítica a las limitaciones de ambos dadas por el filósofo español Gustavo Bueno en la obra Nosotros y ellos, en 1990. En ella propone una interacción dialéctica donde la relación emic-etic opera en los sujetos con diferente alcance, según el contexto cultural de referencia y condicionada por el potencial denominativo de cada lengua. Es decir, no como oposición binaria sino como categorías en interacción.
En la segunda parte sintetiza muy variados “Elementos para una periodización de la historia de la antropología”, desde el pensamiento filosófico griego antiguo hasta las perspectivas actuales. En este sentido considero de sumo interés para la retrospectiva histórica ―a diferencia de otras periodizaciones y trayectorias sobre la antropología en el viejo continente y en los Estados Unidos, incluso en selecciones de lecturas realizadas allá [1] y aquí [2] ―la adecuada inclusión de un capítulo sobre «Las escuelas históricas y el difusionismo» con sus logros, alcances y limitaciones, dado el nivel de conocimientos en esa época, junto con referencias a las obras de sus principales representantes. Esta propuesta permite redondear mejor el desarrollo de las ideas, los métodos y las interpretaciones de otras que saltan, sin más ni más, del evolucionismo unilineal a la escuela francesa de sociología.
Esta parte también invita a comparar, por ejemplo, en el ámbito de la influencia de la antropología física en el campo del racismo y el etnocentrismo, la obra abiertamente racista de Joseph Arthur de Gobineau (1816-1882) Sobre la desigualdad de las razas humanas (1853-1855), con la contundente respuesta desde la propia academia francesa que le dio en su momento el académico haitiano Athenor Firmin (1850-1911), cuando escribe La igualdad de las razas humanas (1885) con argumentos abiertamente antirracistas a la luz del humanismo de esa época. Por fortuna, con motivo del centenario del fallecimiento de Firmin, esta obra fue traducida por primera vez al español en Cuba y publicada en el 2013 por la Editorial de Ciencias Sociales.
En la tercera parte nos propone una «Introducción histórica al debate sobre cultura popular» en varios países europeos. Resalta en este sentido el pensamiento de Antonio Gramsci (1891-1937) y Ernesto De Martino (1908-1965), dos autores italianos relevantes en este campo. El primero, a la luz de su interpretación del marxismo, su consecuente vocación antihegemónica y su posterior influencia en la Escuela de Birmingham, Inglaterra, y luego en una primera etapa de los Cultural Studies. En cuanto a De Martino, representa un referente obligado para conocer el mundo mágico-religioso de Italia meridional o de lo que él denominó las Indias «de por acá».
Esta propuesta también permitiría comparar y contrastar con los campos de debate que se realizaron durante décadas, por ejemplo, en la revista Folklore Americano, auspiciada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Impresa en México, pero editada y conformada desde Guatemala por el profesor Celso Lara mediante un Consejo Editorial representado por varios colegas latinoamericanos, luego fue dada a conocer en la International Folklore Bibliography, anuario trilingüe (alemán, francés e inglés) de la Universidad de Bremen, Alemania, bajo la dirección de Rudolf Habelt, que divulgó estas fuentes en América, Asia y Europa mediante varios volúmenes.
Esta obra también permite valorar cómo el discurso colonial ha impregnado las propias teorías y el pensamiento tenido en cada época por «científico» a la luz de diversos paradigmas; cómo por ejemplo la obsoleta noción de «prehistoria» identificó lo tenido por histórico solo con el texto o la evidencia escrita, como si la gigantesca información que aporta la arqueología en sus múltiples campos o la oralidad bien interpretadas no fueran capaces de reconstruir procesos espacio-temporales, o como si solo los textos fueran portadores de posibles verdades, cuando sabemos muy bien que el papel aguanta todo lo que se escribe. También advierte del peligro epistemológico de reducir o desdibujar la realidad observada y convertirla en «texto», así como metabolizar al científico y transformarlo en «autor» a la manera de Clifford Geertz (1926-2006).
De igual forma, el discurso colonial inventó «indígenas» fuera de la India con la sospecha de que no tuvieran «alma» o «espíritu»: términos que han permeado también el discurso espiritista o al menos religioso, consciente o no, para diversos estudios de intención científica sobre el pensamiento, las actividades religiosas y la subjetividad humana; como también se «descubrió» al «otro» calificado progresivamente de «natural, primitivo, salvaje», según la visión eurocéntrica o sus réplicas en América.
Esta obra permite marcar las cualidades del etnocentrismo, no solo como una cuestión de los sujetos, grupos y pueblos estudiados, sino como una característica de los propios estudiosos. Por ello la autora se refiere al etnocentrismo crítico de De Martino cuando afirma: «… el cuestionamiento suscitado por el encuentro etnográfico atañe, no al antropólogo como sujeto existencial, sino al antropólogo como sujeto portador de una visión del mundo y de todo un sistema de referencias prácticas históricamente determinadas» [3].
La síntesis de estas ocho lecciones en tres partes la enuncia Silvia Mancini desde el prefacio: «… para el humanismo etnográfico, la unidad de lo humano es, más que un dato inicial, una tarea histórica en movimiento; una tarea que implica además un permanente trabajo intelectual y político de traducción, de mediación, de diferenciaciones y de inclusiones» [4].
Debemos agradecer a la profesora Silvia por la propuesta, por las reflexiones críticas, por la enseñanza y por la convocatoria para alcanzar el humanismo etnográfico.