El hombre de Maisinicú y su primer cincuentenario
Aunque algunos malentiendan sus méritos, debido a la nítida colocación ideológica del relato, El hombre de Maisinicú es un clásico del cine cubano de los años 70, exactamente de 1973, y por ello estamos celebrando los 50 años de su estreno. Con la dirección de Manuel Pérez y el protagonismo de Sergio Corrieri, este filme se cuenta entre los más populares de esa década, y de los más reconocidos internacionalmente también.
Uno de los factores que, sin discusión, contribuyó al éxito de taquilla consiste en que la narración se acerca a los códigos del cine histórico que predominaba en los años 70. Sin embargo, El hombre de Maisinicú posee un hálito muy contemporáneo y sin duda muy vigente para los espectadores cubanos. La narración se basa en la vida de un personaje real: Alberto Delgado, un campesino que en 1964 se hizo pasar por administrador de la finca Maisinicú. Su propósito era descubrir las actividades antigubernamentales de los llamados alzados que patrocinaba la Agencia Central de Inteligencia.
Toda la acción ocurre en medio de una atmósfera de violenta lucha de clases, y cuando utilizo el término acción me refiero específicamente al tipo de acción física que predomina, por ejemplo, en ciertos filmes de aventuras o espionaje, y en el Oeste, por mencionar géneros a los cuales se acercan decididamente no solo las situaciones dramáticas, sino también la fotografía nerviosa de ese maestro que fue Jorge Herrera, y el montaje de Gloria Argüelles. De modo que El hombre de Maisinicú supo combinar la movilidad y rapidez típicas de los relatos de aventuras y del Oeste con elementos de suspenso y con dispositivos inherentes al cine documental. Debemos aclarar que tales elementos propios del documental, como la voz en off explicativa, y ciertos letreros aclaratorios de los años y lugares en que acontece la trama, son los que le confieren a la producción legitimidad histórica e investigativa, al tiempo que comunican, con amenidad y rigor, el tema político vinculado a la lucha del gobierno frente a los contrarrevolucionarios escondidos en la región del Escambray.
Además de destacarse por su creadora utilización de elementos testimoniales, los cuales pudieron originar otro de los buenos documentales que abundaban en los años 70, El hombre de Maisinicú se vale de los múltiples recursos de la ficción: el recorrido del héroe, el espectáculo de la acción física, y el contenido dramatismo a la hora de expresar el perfil trágico de ese mismo héroe, cuya semblanza se construye no solo a través de los actos heroicos más o menos evidentes, sino también a partir de detalles introspectivos que se anuncian desde el principio, en la letra de la canción de Silvio Rodríguez que nos habla, entre otras poéticas caracterizaciones, de alguien “sin rostro al contemplar la muerte”.
A lo largo del tiempo, el público cubano ha prestado atención a la hermosa conjunción que existe entre la caracterización del protagonista y la canción tema, no solo a cargo de Silvio Rodríguez, sino también del Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic). A todo ello se añade la estructura en retrospectiva del argumento, de modo que el suspenso recae en cómo pasó,más que en qué pasó o a quién; dos identificaciones que quedan claras desde el principio de esta película coherente, altamente politizada, y además, entretenida.
A los méritos apuntados en cuanto a la fotografía y la edición, se suma la dirección de Manuel Pérez, alguien que estuvo realizando documentales o diversas ediciones del Noticiero Nacional ICAIC Latinoamericano en los años 60, y debutó en la dirección de largometrajes con el filme que ahora cumple 50 años. Su segundo largometraje de ficción se tituló Río Negro (1977), el cual ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Moscú, un evento que le debía el premio máximo desde que concursara El hombre de Maisinicú y entonces solo ganara el Premio de la Prensa y el de Mejor Actuación Masculina para Sergio Corrieri.
“Creó el paradigma temático y narrativo sobre el cual se crearon luego numerosos filmes y series de televisión”.
No se trata de una actuación protagónica destacada en solitario. El filme brilla por el altísimo nivel histriónico que se logra gracias a las participaciones de Sergio Corrieri y Reynaldo Miravalles, pero también de Adolfo Llauradó y Raúl Pomares, entre otros. Basta decir también que aquí se creó el paradigma temático y narrativo sobre el cual se crearon luego numerosos filmes y series de televisión como En silencio ha tenido que ser, también protagonizada por Sergio Corrieri, entre muchas otras obras.
“Manuel Pérez ha sido uno de los líderes del pensamiento y la creación del Icaic en todas sus épocas”.
Volviendo a la carrera de Manuel Pérez… En 1984 realiza su tercer largometraje, La segunda hora de Esteban Zayas, y de 1988 a 1992 fue elegido director de uno de los tres grupos de creación que aglutinaban a los principales realizadores del Icaic. En el grupo de creación dirigido por Manuel Pérez se generaron películas tan atípicas o polémicas como Hello, Hemingway, Alicia en el pueblo de Maravillas, Adorables mentiras y Madagascar. En los años 90, Manuel Pérez no tuvo oportunidad de realizar ningún largo de ficción, pero trabajó como coguionista y codirector del documental de largometraje Del otro lado del cristal, además de colaborar con el guion de la coproducción cubano-argentina Operación Fangio. El años 2004 lo trae de regreso al documental, cuando realizó dos capítulos de la serie Caminos de Revolución. Dos años después presenta Páginas del diario de Mauricio, que ganó el Premio Especial en el Festival de Huelva.
Manuel Pérez ha sido uno de los líderes del pensamiento y la creación del Icaic en todas sus épocas, y consiguió modelar, antes de que llegaran Elpidio Valdés y El brigadista, una acabada semblanza del héroe en las circunstancias de la Revolución Cubana. En 2013 se le confirió el Premio Nacional de Cine, y en 2019, el Premio Coral de Honor por parte del Festival Internacional de Cine de La Habana.