El Fidel integracionista
20/11/2017
En este primer aniversario de la desaparición física del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, me parece relevante recordar su defensa de la necesidad de la integración latinoamericano-caribeña, muchas décadas antes de que se concretaran organismos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). La integración de los países de América Latina y el Caribe era —y sigue siendo— un objetivo fundamental para una región que constituye un área geopolítica de vital importancia para los distintos imperios que se han sucedido en el dominio mundial y regional. En esta visión estratégica, Fidel Castro coincidía con los grandes líderes latinoamericanos y caribeños que le precedieron, tanto en tiempos de la Independencia como posteriormente. Fidel fue continuador de un hilo histórico emancipador que entendía la integración como escudo de defensa colectivo para Nuestra América. Este pensamiento se hizo evidente desde fecha temprana, tanto en los discursos del Comandante en Jefe, como en el diseño de la proyección exterior de la Revolución Cubana.
Así, el 5 de mayo de 1959 Fidel declaraba en Montevideo: “La América nuestra tiene un destino propio, la América nuestra tiene un rol propio, la América nuestra, con sus características geográficas, con sus características espirituales, con sus características materiales, con la idiosincrasia de nuestros pueblos, con el carácter de nuestros pueblos, solo puede seguir un camino enteramente propio. Difícil será la tarea de encontrar el camino propio en medio de las opiniones más disímiles, en medio de las ideas más contrapuestas. Pero hay algo que puede dignificar ese camino por encima de todas las disparidades de criterio, y es que los latinoamericanos busquemos aquellas cosas que son comunes a todos, busquemos aquellas aspiraciones que son comunes a todos, busquemos aquellos intereses que son comunes a todos y, en pos de esa aspiración, unamos a todos los sectores de cada nación y a todas las naciones de América Latina para lograr nuestro objetivo. Divididos entre sí nada conseguiremos jamás” [1].
Quizás la mejor manera de honrar el legado político del Comandante en Jefe para los pueblos de América Latina y el Caribe sea recordar estas palabras y la praxis de la Revolución Cubana en pos de la integración, no como una mera enunciación sino como un propósito de acción política prioritaria para lograr nuestra auténtica soberanía.