José Roberto Fabelo Pérez (Guáimaro, Camagüey, 1950), se siente orgulloso de haber nacido un 28 de enero, fecha coincidente con el aniversario del Héroe Nacional José Martí. Su obra, intensa y esencial, por demás tiene mucho que ver con la ética martiana, con la lírica interpretación de la existencia humana, con las ideas y los sentimientos. La sociedad y la naturaleza constituyen la renovada fuente de inspiración de este artista que con visión crítica narra la (su) contemporaneidad mediante una pintura teatral y culta, casi caricaturesca, extraída de las gentes que le rodean, en cuyos “rostros está todo el escenario de sus historias”, al decir del propio creador.
Quienes hemos tenido la oportunidad de presenciar la concurrencia que repleta las galerías y museos en los que ha expuesto el maestro, acontecimiento únicamente comparable con las multitudes que mueven algunos espectáculos de música popular o eventos de trascendencia internacional; debemos admitir que su obra plástica constituye un extraordinario “fenómeno” de comunicación con el público.
“Me gusta porque en su obra está representado el hombre contemporáneo”, “es un artista que sabe identificarse con su gente y con el mundo”, “él sabe llegar, impresionar y hacer pensar, con un peculiar estilo en el que se mezclan la razón y el humor, la ironía y el erotismo” “tiene mucho que ver conmigo, con mis pensamientos”; son algunas de las expresiones de los asistentes a sus exposiciones: estudiantes, obreros, intelectuales, artistas.
“La visión escudriñadora de Fabelo sobre el mundo de hoy, se caracteriza por el interés de incitar a la reflexión sobre problemas que sobrepasan nuestras fronteras domésticas”.
Afición del público por la obra de Fabelo
Esa afición del público por la obra de Fabelo se debe a su insaciable interés por indagar entre las multitudes, de beber de las fuentes de sus existencias para entretejer los escenarios de sus oníricas narraciones pictográficas y tridimensionales. También hay que tener en cuenta el acelerado y ascendente enriquecimiento cultural de las masas mediante los múltiples programas destinados a este noble empeño por la Revolución Cubana, lo cual acrecienta cada vez más el interés popular hacia el arte y la cultura en general.
La visión escudriñadora de Fabelo sobre el mundo de hoy, se caracteriza por el interés de incitar a la reflexión sobre problemas que sobrepasan nuestras fronteras domésticas: la nefasta relación del hombre con la naturaleza y el medioambiente, en tiempos de guerras y de pérdidas de valores sociales y espirituales; convulsa contemporaneidad que cada vez pone en mayor riesgo la existencia de la vida en este planeta. Al disfrutar de sus pinturas, dibujos, esculturas e instalaciones, en el observador queda la severa advertencia de que si en este mundo no se producen cambios radicales, la naturaleza está condenada a perecer y, por supuesto, nosotros con ella.
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Vicio por el arte de dibujar y de modelar
Desde niño, Fabelo “se envició” en el arte de dibujar y de modelar pequeñas piezas con barro o cera. Por eso puede afirmarse que su obra nace desde adentro de sí, desde lo más profundo de su pasado, para erigirse en plena realización de fábulas y quimeras, insertadas dentro de la adversa inmensidad de este tiempo, amén de una narración que, en última instancia, deviene análisis y crítica social, que toma como punto de partida la observación de todo lo que sucede a su alrededor: los hombres, las mujeres, los niños, los ancianos, las plantas, los animales, los caracoles, el mar, las comidas, los vestuarios y “todas las cosas que pueblan este raro mundo”. De entre ese universo conforma sus discursos de carácter dramático y expresionista, cuyos personajes van entretejiendo una estructura arquitectónica sobre la sociedad, atrapada en el lienzo, la cartulina, la madera, el metal…
Ese poder casi sobrenatural de ver a su alrededor un poco “más allá”, de actuar como prestidigitador de cuanto acontece en su medio, encantando rostros, figuras y objetos para trasladarlos al dibujo, la pintura o la escultura, es lo que le atribuye a su obra un carácter esencialmente enigmático, original y fantasioso.
“(…) cuando admiramos una pieza de Fabelo sentimos una especie de alquimia espiritual”.
Y es que cuando admiramos una pieza de Fabelo sentimos una especie de alquimia espiritual. Extraño acercamiento a las profundidades de esas almas que pueblan sus proyecciones oníricas, figuraciones concebidas con una óptica de la belleza menos amable y sosegada que las de la realidad. Entonces nos damos cuenta de que está jugando con la psiquis, poniendo a prueba la capacidad intelectual del observador que debe descubrir en cada propuesta artística la esencialidad de lo sensible, de interpretar la fugacidad de la vida en la intensidad de un instante, como si se propusiera inmortalizar las más diversas expresiones y experiencias dignificadas en metafóricas imágenes.
Poética ambigüedad visual
En la poética ambigüedad visual de sus pinturas, o más bien en el dramatismo enérgico de sus dibujos, acuarelas y esculturas hay una evidente denuncia de actitudes y comportamientos, expresados a través de la innovación de las formas, de la transmutación permanente de todo aquello que nutre su inspiración para ofrecer una creación plástica eminentemente teatral, en la que el sentido de lo barroco y el diseño delirante y fantástico de los personajes, tiene algo en común con la literatura latinoamericanista de García Márquez, escritor con el que Fabelo siente una particular identificación. De hecho, realizó varios dibujos sobre Cien años de soledad y poco tiempo después el mismo Gabo le pidió que ilustrara La triste historia de la Cándida Eréndira.
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Hay una cualidad, quizás la más significativa en la proyección iconográfica de Fabelo, algo que define rápidamente su identidad artística: su concepción plástica de lo fachoso y de lo feo. Según él mismo ha dicho, esa influencia le viene del espíritu de lo hispano, de su picaresca y del sentido un poco grotesco de ciertos contenidos de maestros como Goya y Velázquez. Del interés de Lucian Freud por la figura humana, por los rasgos del alma y el cuerpo, igualmente reconoce determinados efectos sobre su estilo, permeado además por el cine, los comics y la literatura. Lo cierto es que también hay algo de autobiográfico en la forma de concebir las narraciones y los protagonistas de sus obras, y digo autobiográfico porque esos personajes, a todas horas —durante la comida, en una reunión, en el necesario descanso tras una fatigosa jornada—, pugnan por salir de la inagotable imaginación de este pintor que, al mismo tiempo, nos compromete con sus puntos de vista, con sus valoraciones enjundiosas y muy íntimas. Malditas o no, coincidimos con sus sentencias, las damos por irrefutables y las disfrutamos hasta el punto de dejarnos cautivar. Extraordinario misticismo de un oficio que más bien pertenece al campo de lo onírico, de lo intangible.
“(…) Hay una cualidad, quizás la más significativa en la proyección iconográfica de Fabelo, algo que define rápidamente su identidad artística: su concepción plástica de lo fachoso y de lo feo”.
“Heredero de la formación académica de las escuelas de arte”
En las palabras del catálogo de su recientemente clausurada exposición titulada Ronda Infinita, en la Fundación Clément, de Martinica, el reconocido curador, coleccionista y galerista norteamericano radicado en Francia, Gilbert Brownstone, fundador y presidente de la Fundación que lleva su apellido, expresa: “Heredero de la formación académica de las escuelas de arte, Fabelo se distingue por sus representaciones esencialmente figurativas y su gran dominio técnico en diferentes campos, como la pintura, la escultura, la instalación y el dibujo. Su gama temática es amplia y variada. Cronista social, experto en literatura, cine y música, aborda con ironía, lirismo y sensualidad temas contemporáneos como la desigualdad social, la injusticia y la ambigüedad política, mientras se exploran cuestiones más íntimas como el subconsciente, los valores personales, el amor o la sexualidad”.
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Esa muestra estuvo conformada por pinturas e instalaciones de grandes dimensiones, representativas del extraordinario universo creativo del artista; en tanto buena parte de las obras fueron presentadas en importantes encuentros internacionales del arte, como las bienales de La Habana y Venecia, respectivamente; y otros trabajos corresponden a etapas creativas más recientes.
Artista que ama tan intensamente al dibujo —una práctica diaria, incesante, “una dosis de por vida”, como dice él— como a su familia, Fabelo goza de sorprendente popularidad, y no sólo en la Isla, sino también en Latinoamérica y en otras muchas regiones del mundo, en las que ha realizado más de 20 exposiciones personales y participado en unas 500 muestras colectivas. Posee, entre otros muchos reconocimientos, además del Premio Nacional de Artes Plásticas 2004, las medallas por la Cultura Nacional y Alejo Carpentier, respectivamente. Su obra trasciende y fascina porque, con admirable conexión con la realidad, logra, ante todo, inmortalizar al hombre y sus disímiles expresiones espirituales.
Felicidades maestro en su cumpleaños 75.