Hace casi cincuenta años, que procedente de la Universidad, llegué a Radio Progreso para comenzar mi vida laboral. Poco a poco, me percaté de que este inmenso colectivo de trabajadores funcionaba como una familia en donde había personas que, desde entonces, ya se destacaban como verdaderos pilares de la radio cubana. Y una de ellas por supuesto, era el matrimonio de Alberto Luberta y Caridad Martínez.

Si Luberta, por la misma esencia de su trabajo como guionista del sketch humorístico de Alegrías de Sobremesa, tendía a una relación abierta y desenfadada con cualquiera de nosotros que se le acercara, Caridad no lo era menos; lo único que de un modo distinto.

“Rigurosa, talentosa y disciplinada a la vez de sencilla, gentil, profundamente humana”.

Si la elegancia y discreción de su trato con los demás, al principio me cohibía un poco por el alto nivel de exigencia en su trabajo como directora de programas dramatizados, en la medida que nos íbamos conociendo más y más, tras el paso de los años, estaba convencido de compartir con una persona muy especial.

Si el escultor tiene la capacidad de imaginarse la estatua que está encerrada en el bloque de mármol que ha escogido para tallarlo, nosotros todos, en este día de su cumpleaños, profesamos también esa misma capacidad del escultor, lo único que a la inversa al hacernos el siguiente cuestionamiento: de qué tipo de mármol, de qué enormes dimensiones tuvo que haber sido el bloque de mármol seleccionado por la naturaleza para esculpir a un ser humano con las cualidades de Caridad Martínez, de quien por muchos elogios que hoy se le dediquen, jamás será idealizada porque, sencillamente, ella era así.

El matrimonio de Alberto Luberta y Caridad Martínez, un pilar de la radio cubana. 

Se dice fácil, pero los que trabajamos en un medio artístico como la radio sabemos de lo inusual que es encontrarnos en una misma persona que sea rigurosa, talentosa y disciplinada a la vez de sencilla, gentil, profundamente humana.

Por ejemplo, de nuestra experiencia profesional con Caridad, no había emisión en vivo del programa Al lado del corazón que no recibiéramos sus llamadas telefónicas, portadoras de los rigurosos criterios avalados por su conocimiento del medio radial, opiniones que apreciábamos como el dictamen decisivo del jurado para un premio.

Estimulado por semejante aliento, nos viene a la mente esa reflexión martiana en donde se afirma que las virtudes entran por los ojos como entran por los oídos. Entonces, si estamos al tanto de la excelencia de sus programas radiales al aire, quienes tuvimos el privilegio de conocerla personalmente, sabemos del don de gente que se gastaba Caridad Martínez.