El dolor tiene un solo apellido
22/5/2018
Verlo caer duele, es como si nos cayésemos todos. El video, filmado de manera casual, se torna viral en las redes y a la vez uno como que no quiere abrir la laptop ni conectarse, ni nada. Cuba ha sufrido uno de sus más grandes tragedias, serán recordadas por siempre las víctimas de este accidente, unos cubanos como usted y yo que iban tranquilos con sus sueños y preocupaciones, unos guerreros de la vida que tomaban el viaje hacia la ciudad de Holguín, que yo mismo hiciera otras veces en tiempos de Romerías de Mayo.
Pudo ser cualquiera, esa es la frase que cunde en nuestra población además del reclamo porque se averigüe a fondo la causa del siniestro. Un pueblo que sufre también sabe buscarse a sí mismo, resistir y pensar que los sueños no terminan en vuelos truncos, aunque la pérdida duela y las vidas ya no puedan volver. Facebook se ha llenado con la etiqueta de #fuerzacuba, todo un símbolo de cómo cubanos y extranjeros se solidarizan. El universo de las casualidades logró abordar aquel vuelo, ese avión tranquilo y liviano que vimos caer de lado, para no levantarse hasta la llamarada amarga. Nadie vio venir ese dolor en el unánime mediodía.
Un bus se detuvo no bien el avión se escoraba, los vecinos se asombraban por el bajo vuelo del artefacto, otros hablan de los años de uso del mismo. Lo cierto es que nada, absolutamente, se puede hacer sino convertirnos en ríos de esperanza para aquellos que se sienten secos y esos que están ahora identificando cadáveres, dolor tras dolor. En la Cuba de la seguridad y la certeza, donde rara vez ocurren accidentes de tal magnitud, todo el pueblo se ha conmovido, desde Pinar a Guantánamo, como si las provincias fuesen del mismo apellido y tuviesen un pedacito allí, en medio de las llamas.
El concepto de vecindad está por estos días entre nosotros. Avianca, la aerolínea venezolana, apagó las turbinas de sus motores en honor de las víctimas, reyes y presidentes envían sus condolencias. Cuba cuida a los sobrevivientes con el mismo tesón que busca, entre los escombros y los restos, el sentido, la verdad, esa que nos enseñó Martí que es madre de toda obra buena. Porque el bien tiene muchas caras, una de ellas es la solidaridad, la otra es dar con las causas de lo malo, para que no se repita o que no haya quien cometa los mismos errores.
Nadie es morboso, nadie deja de ver la crudeza, nada nos es ajeno, incluso ahora, desde mi casa en Remedios, a millas de la Habana, puedo sentir que mi corazón late con las lágrimas de la madre que habló de su hija como una guerrera y que se va a salvar. No podemos culpar al país, pues este hace lo posible por la pulcritud de los hechos, no es la culpa, es la impresión de ver traslúcidos a pueblo y gobierno, como una misma especie, como un cardumen que sufre o se alegra de iguales cosas. Menuda empatía genera la historia y sus mañas de magia o de desamor.
Sin embargo, nada puede impedirnos el replanteo de cómo organizamos nuestro sistema de transporte, de qué medidas de seguridad cumplimos y cuáles no; pues el fantasma de la negligencia suele rondar ahí donde el control no se encuentra. Cuba quizás por su forma alargada y llana necesita de más trenes rápidos, de una conexión entre punta y punta más segura, barata. Quiero pensar que las miras del país ya están sobre esos objetivos, pues ahora fue un avión, pero no podemos permitirnos que el cubano se transporte en cualquier cosa y a cualquier costo y eso lo hemos observado por ejemplo en las carreteras.
Se acabaron los tiempos de la ingenuidad, el mundo está hiperconectado y como mismo siente dolor, piensa que Cuba debe tomar mejores medidas, ir al núcleo del asunto, ver la edad del avión, revisar si la rutina de vuelo fue cubierta. Y si todo está bien, pues perfeccionar.
El silencio, tras el dolor y el impacto en llamas, quizás referencie un nuevo momento de reflexión, búsqueda, introspectiva. Tras la etiqueta #fuerzacuba se esconde no sólo el deseo de que vivan los tres que pasaron esta prueba, sino de que no se repitan cosas así en el país de la tranquilidad y la paz.
De buenos deseos estamos llenos todos, háganse realidad.