Me han pedido que presente la trayectoria de la Cátedra de Oralidad Carolina Poncet para los lectores de La Jiribilla. La solicitud de contar en breves párrafos una historia de más de veinte años de trabajo colectivo, sin poder acceder a la documentación conservada por el Instituto Juan Marinello, me pone en un vergonzoso aprieto, a causa de las condiciones de aislamiento en que estamos trabajando desde marzo del año 2020.
La presumible incompletitud de lo que voy a narrar es, por lo tanto, una falla de origen, consecuencia de tres factores más: a) la intermitencia y dispersión de los registros que personalmente he llevado acerca de las múltiples acciones en las que de alguna manera participé, como gestora, actora y en ocasiones simplemente facilitadora; b) la ausencia física real de tantas personas buenas que me han acompañado en esta aventura; c) la premura con que he debido atender a este pedido. Por eso cualquier insuficiencia, olvido u otro accidente son, evidentemente, atribuibles a quien escribe.
La pequeña historia de la Cátedra de Oralidad es para mí una historia en cierto modo personal, pero sobre todo una aventura compartida. Se creó con grandes expectativas de nuestra parte, aunque nunca la sentí como mi criatura, sencillamente tomé el batón de las manos de quien venía delante. La iniciativa fue de la filóloga María del Carmen Víctori Ramos, quien a la altura del año 1998 propuso la idea al inolvidable director Pablo Pacheco López, como una forma de prolongar en el tiempo el trabajo del Atlas etnográfico de Cuba, entonces todavía inédito, y de multiplicar sus efectos. Recuerdo perfectamente la coyuntura.
En el año 1992, a pesar de las duras condiciones de vida bajo el período especial, el Ministerio de Educación Superior había aprobado una resolución que viabilizaba la creación de cátedras honoríficas en los centros de investigación y docencia superior. Por la misma época yo había intentado crear una asociación de historiadores orales que se vinculara a las múltiples iniciativas que en el continente americano y en muchos países se estaban desarrollando para repensar el lugar de las fuentes orales en la escritura de la Historia, pero, lamentablemente, las condiciones para que trabajáramos juntos los pocos que en Cuba veíamos en ello un campo nuevo de trabajo con muchas posibilidades no fueron favorables, y la iniciativa no prosperó bajo el manto del Ministerio de Cultura.
En una de nuestras habituales conversaciones de aquellos días analizamos, María del Carmen y yo, las perspectivas de ambos proyectos, y ante las múltiples dificultades burocráticas y materiales a enfrentar para constituir dos instituciones afines desde el escenario del Centro Juan Marinello, acordamos unir fuerzas y avanzar en la que tenía más posibilidades: la Cátedra. Cuando por fin llegamos a esta decisión, ella exclamó: “¡Por fin vamos a estar juntas de nuevo en una tarea!”.
“Carolina Poncet y de Cárdenas, la primera mujer que consagrara su vida al estudio académico de la oralidad popular cubana”
Debo confesar que éramos amigas desde los tiempos de estudiantes en la Facultad de Artes y Letras, antes de que se creara la Facultad de Lenguas Extranjeras, adonde mi decisión de estudiar la cultura francesa me llevó después, creo que en 1972. Habíamos sido amigas en la beca de F y Tercera, en El Vedado; amigas de sentarnos a charlar por las tardes en el banco de la entrada del edificio Dihigo, en el comedor, en los campamentos de la agricultura. Con gran alegría para las dos y para los amigos comunes, nos volvimos a encontrar en el Consejo Nacional de Cultura, cuando me gradué en 1975. Ella había ingresado en la Dirección Nacional de Literatura un año antes, y me acogió con toda la calidez de las amistades universitarias. De alguna manera contribuyó a encontrar trabajo para mí también entre las difusas funciones de aquella institución, cuya historia estaba en vísperas de terminar. Compartimos tribunales, talleres literarios, reuniones y tertulias con té y café en la terraza de El Patio, donde nos encontrábamos con los pintores, fotógrafos, grabadores y diseñadores del Instituto del Libro y la revista Revolución y Cultura, antes de irnos a casa después del trabajo.
Cuando se creó el Ministerio de Cultura en 1976 se me consideraba todavía recién graduada y quedé disponible, pero gracias a algunos amigos que buscaron una plaza libre en el recién creado Ministerio y al respaldo de la doctora María Ruiz, quien gestionó mi reincorporación, pude transitar hacia la nueva etapa.
Ya por entonces comenzaba sus labores el equipo nacional para la investigación sobre cultura popular, que culminaría en el Atlas de la cultura popular, del que María del Carmen formó parte, y aunque fui invitada a integrarme, elegí otro derrotero para definir mi carrera posterior. Pasarían muchos años antes de que volviéramos a estar juntas en un proyecto, lo que explica la alegría y entusiasmo de su frase cuando por fin acordamos unir nuestros esfuerzos y fundar la Cátedra, conjuntamente con Martha Esquenazi, Caridad Santos y Alicia Morales.
El primer nombre de trabajo que tuvo fue el de José María Chacón y Calvo, un hombre de historia muy relevante en la construcción de instituciones fundacionales para la vida cultural cubana a inicios de la República.[1] Pero lo muy conocido y utilizado de ese nombre nos hizo volver la vista hacia Carolina Poncet y de Cárdenas, la primera mujer que consagrara su vida al estudio académico de la oralidad popular cubana.
Carolina Poncet y de Cárdenas se formó en el talento y la lectura favorecidos por su origen familiar. Era nieta por línea materna de José María de Cárdenas (1812-1882) y prima de José de Armas y Cárdenas (1866-1919), notables escritores y periodistas. Se graduó de maestra en 1897 y trabajó en la enseñanza primaria hasta 1914. Formó parte del centenar de pedagogos elegidos para un año de preparación en la Universidad de Harvard cuando comenzaba en Cuba la intervención norteamericana de 1899, y un libro suyo sobre el lenguaje recibió medalla de plata en un concurso de la Universidad de Missouri. Alcanzó el doctorado en Pedagogía en 1909 y el de Filosofía y Letras en 1913, en la Universidad de la Habana. Su tesis para este último doctorado, El romance en Cuba fue premio de la Academia Nacional de Artes y Letras.
Esta obra sirvió de orientación y de base para el exhaustivo trabajo de recopilación y análisis realizado bajo los auspicios de la Cátedra de Oralidad por Martha Esquenazi y Maximiano Trapero, Romancero tradicional y general de Cuba.[2] Mirta Aguirre la consideró la “primera figura femenina de consideración que aparece en la historia de nuestro ensayismo y de nuestras investigaciones folklóricas”,[3] y sobre el mencionado ensayo aseguró que “continúa siendo texto de obligada consulta de investigadores literarios y valió a la doctora Poncet elogiosas cartas de Miguel de Unamuno, Alfred Coester, Américo Castro (…) y otros conocidos hispanistas”. Carolina Poncet obtuvo por oposición las cátedras de Lengua y Literatura Españolas y Metodología del Español en la Escuela Normal para Maestros de La Habana en 1915, donde trabajó hasta 1960. Estuvo vinculada a numerosas revistas culturales, entre ellas Social, y fue directora de Lyceum entre 1934 y 1937. Fue también discípula notable del sabio español, promotor de los estudios sobre el cuento popular en España, Ramón Menéndez Pidal.
La Cátedra honorífica que lleva su nombre fue creada por Resolución 16/1999 del ministro de Cultura, Abel Prieto Jiménez, en 1998. Sus objetivos iniciales fueron: crear un espacio de discusión teórica sobre la oralidad y el uso de las fuentes orales en la investigación histórico-cultural; impulsar la realización de proyectos de investigación sobre la oralidad; allegar recursos para crear una base de datos que garantice la conservación y difusión del fondo de textos de la oralidad tradicional derivado del Atlas; preparar publicaciones especializadas en temas de oralidad; propiciar cursos, asesorías, encuentros de expertos y talleres nacionales e internacionales; convocar concursos para presentar proyectos de investigación sobre temas de la oralidad y el uso de fuentes orales.[4]
Salvo el último propósito, para el cual la institución a la que pertenece ha carecido de fondos, en los veintitrés años de trabajo transcurridos la Cátedra ha cubierto decorosamente las expectativas para las que fue creada. Debo decir, sin embargo, que con cierta intermitencia o cambios de ritmo. Como cualquier iniciativa tendiente a capitalizar y redistribuir en escenarios diversos el potencial intelectual y cultural de un grupo de expertos, que surge y se posiciona en determinada coyuntura favorable, los primeros años fueron sin duda los más productivos y los que sentaron las bases para construir el prestigio con que hoy cuenta. En esto tuvo un lugar preponderante la atinada dirección de Pablo Pacheco, quien con la sabiduría alcanzada en sus muchos años al frente de esa macro institución que es el Instituto Cubano del Libro, condicionó la fundación de la Cátedra a la presentación de un plan de actividades coherente con los objetivos planteados para cinco años, anexo a la propuesta de redacción de la resolución que habría de fundarla, lo cual nos comprometía a todos, tanto al equipo de la Cátedra como a los miembros fundadores, a asumir numerosas tareas en favor de los objetivos acordados.
Quizás esta última sea la razón principal por la que hoy es posible reconocer que los años más fecundos fueron los primeros, aunque no se debe olvidar que el período especial no solo fue favorable para romper con estructuras económicas innecesariamente anquilosadas en el país, sino también para lograr una apertura académica hacia horizontes más amplios que mucho aportó al desarrollo científico de las nuevas generaciones de cubanos. El caso es que entre 1998 y 2004 se logró una cifra de 236 graduados en 14 cursos de posgrado, 6 de ellos con profesores de España, Estados Unidos, Argentina y Reino Unido, y 4 talleres científicos, uno de ellos internacional, con más de diez participantes extranjeros que trataron diversas temáticas. Esos talleres fueron: Historia y tradiciones cubanas, Oralidad y fuentes orales en el Occidente cubano, Género y sociedad (con CIESAS, México), Primeras jornadas sobre historia de la familia y oralidad, Oralidad y posmodernidad.[5]
Un hito importante en la labor inicial de la Cátedra fue el taller de posgrado Historia oral habanera, impartido en 1999 por Ana Vera y María del Carmen Víctori, cuyas conferencias fueron grabadas y transcritas gracias al esfuerzo de los alumnos y particularmente de Aisnara Perera, con el objetivo de preparar una publicación que no llegó a concretarse, pero que para la época significó una importante actualización de conocimientos acerca de la historia habanera desde un punto de vista regional y sobre la cultura popular en el territorio.
Algo que contribuyó a crear un clima de creatividad, apertura e intercambio fue el hecho de haberse fundado, conjuntamente con la Universidad de Murcia de España, la Universidad de La Habana y otras diez instituciones de la capital, el Seminario Permanente de Familia, Identidad Cultural y Cambio Social, el cual, a pesar de estar destinado al intercambio académico entre científicos sociales interesados en el estudio de las formas familiares, también contribuyó a ampliar y profundizar el clima de debate cultural e intercambio profesional mediante dos ciclos de seminarios mensuales sobre Las ciencias sociales y los estudios sobre la familia (2000-2001) y La familia cubana en el tiempo (2001-2002), en los cuales participaron 35 expertos de múltiples disciplinas. También en 2002 el profesor murciano y codirector del Seminario de Familia, Francisco Chacón Jiménez, dictó un curso de cuarenta horas sobre “La familia: objeto de investigación y análisis para el conocimiento de la sociedad y las instituciones culturales”.
Sobre temas afines a la oralidad y la cultura popular el profesor Gil Manuel Hernández, de la Universidad de Valencia (España), impartió en 2000 el Curso libre sobre la cultura popular en el contexto de la mundialización, y varios miembros de la Cátedra intervinieron en el ciclo de conferencias “Claves de la oralidad cubana”, donde se debatió acerca de Etnología, oralidad y cuentos, Los cuentos cantados en Cuba, Los Oriki, Oralidad y santería, y Reencuentro de la oralidad con la historia. En el mismo año 2000 viajé a Valencia como invitada para impartir el curso La historia oral en Cuba. Comienzos y azares, en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, y otro profesor español, Joan Miralles, ofreció, en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, un curso de Introducción a la historia oral en Islas Baleares, con 47 egresados, en el año 2001.
Los años 2003, 2004 y principios de 2005 fueron particularmente fecundos para el trabajo formativo de la Cátedra. Se impartieron los cursos: Tradiciones orales. Panorama de los agüeros, conjuros y ensalmos cubanos (Caridad Santos); Familia afrocaribeña y parentesco: la transformación de temas y perspectivas de investigación (Constance R. Sutton, Estados Unidos); Aspectos de la estadística aplicada a las ciencias sociales (Ludi Simpson, Reino Unido); El cuento oral como método para las investigaciones de familia en América Latina (James Taggart, Estados Unidos; Metodología de la investigación (Hernán Venegas); el ciclo de conferencias de Martine Segalen (Universidad París X): “Memorias colectivas, memorias familiares: continuidades y rupturas” y los dos ciclos de seminarios mensuales Raíces de la problemática familiar cubana actual, y La familia en Cuba: retos del milenio.
El año 2005 marcó un giro definitivo en el trabajo colectivo, por la jubilación o salida del país de miembros de la Cátedra y egresados universitarios que se formaron en ella y colaboraban directamente en la organización de cursos y eventos.[6] Fue el año también en que la Cátedra recibió el encargo institucional de gestionar y velar por la digitalización del fondo de textos orales acopiado durante los trabajos de campo para realizar el Atlas etnográfico de Cuba, que hizo converger de manera radical los esfuerzos organizativos que se realizaban desde la Cátedra, en un objetivo a mediano plazo: la creación de una base de datos, en la que aún se trabaja.
Entre esa fecha y el año 2008 se digitalizó y cotejó con los originales, gracias a la labor de varios egresados universitarios —Carlos García, Claudia García, Raymalú Morales, Mónica Sera y Nelson Jaime— aproximadamente la tercera parte de los textos narrativos populares de toda la Isla, que fueron puestos bajo la custodia de la Cátedra. Con los jóvenes egresados se organizó un equipo de trabajo para iniciar el proceso de clasificación de los materiales con vistas a una futura obra que diera a conocer una muestra de los textos recopilados, labor llevada a término por Iralia García bajo la supervisión de Ana Vera.[7]
En 2005 se hizo impostergable la necesidad de independizar el trabajo de la Cátedra y del Seminario de Familia. Ambas instituciones se habían beneficiado de la inevitable interacción dada la confluencia en tiempo y espacio dentro del Marinello, tareas que asumí con pareja responsabilidad aunque creciente desigualdad en la asignación de tareas. En la medida en que aumentaba el número de colaboradores y compromisos, se necesitaba de más tiempo para el trabajo de la historia oral, que implica un volumen de actividades considerable para la investigación de terreno, la realización de entrevistas y la construcción de documentos a partir de transcripciones. Como historiadora oral en esos años pude realizar una investigación de terreno en Matanzas, que culminó con la publicación del ensayo Guajiros del siglo XXI, [8] el cual de alguna manera porta la huella del prolongado diálogo personal y la mutua fecundación entre la familia y la oralidad.
“Nuevos cursos, conferencias y talleres acompañarán las próximas etapas de trabajo”.
Entre libros, cursos y conferencias, otros empeños continuaron enriqueciendo la agenda de la Cátedra, a pesar de la pérdida continua de valiosos colaboradores y discípulos, y de la suspensión de entrada de nuevos egresados universitarios. En la siguiente etapa, de 2005 a 2015, se ofrecieron cursos y talleres sobre historia oral: Cuentos cantados (Martha Esquenazi), Análisis del discurso (Gisela Cárdenas), Teorías y métodos para el estudio de cuentos orales populares (Carlos García), Reflexiones en torno a los estudios cubanos sobre el cuento popular tradicional (Carlos García), Historias de vida como método de investigación (Elizabeth Dore). También se organizaron los talleres “De tradiciones habaneras 2012”, coordinado por Nelson Jaime y Hany Valdés, y “Cultura(s) popular(es): conceptos, teorías, prácticas y representaciones”, coordinado por Nelson Jaime y Raymalú Morales. Se ofrecieron varios cursos de entrenamiento en el trabajo con fuentes orales para recién graduados y se tutorearon dos tesis de la maestría en historia regional, donde se pusieron a prueba las técnicas de entrevista de historia oral para la construcción de documentos históricos.
En 2013 se llevó a cabo el curso de posgrado de Silvia Mancini, El debate sobre el folclore y la cultura popular, organizado por la Cátedra, con veinte egresados. En 2014 impartimos un curso precongreso en el congreso internacional de la Asociación Internacional de Historiadores Orales celebrado en la Universidad de Barcelona, y en 2015 asistí como invitada de la Cátedra a exponer resultados del trabajo con fuentes orales en el Workshop “Oral History and Cuba: a changing society?”, celebrado en la Universidad de Birmingham en el mes de abril, así como en las jornadas científicas “Una mirada hacia los cambios en Cuba: invención, innovación, renovación, actualización, nuevas integraciones. Para un diálogo entre investigaciones en Europa”, en el Instituto de Investigación Interdisciplinaria sobre los Retos Sociales, de la Universidad de París.
En 2016 comenzaron los talleres anuales sobre el testimonio como género, organizados por la Dirección de Comunicación del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, en los cuales la Cátedra ha tenido siempre reservado un espacio para sus presentaciones, al igual que en los Talleres de Resultados que anualmente celebra la Vicedirección de Investigaciones. Durante una visita a Cuba de la historiadora norteamericana Elizabeth Dore, directora del proyecto de investigación Voces Cubanas llevado a cabo en Cuba por un equipo internacional constituido por científicos ingleses y cubanos, con el cual la Cátedra tuvo estrechas relaciones de trabajo durante los años en que se llevó a cabo la investigación, se le hizo una entrevista aparecida luego en la prensa digital cubana e internacional.[9] También en ese año organizamos una conferencia de los profesores de la Universidad Iberoamericana de México, David Robichaux y Jorge Martínez, titulada “El uso de genealogías en las investigaciones socioculturales”, como una colaboración con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Sería imposible y agotador para el lector reseñar con mayor precisión el cúmulo de cursos, conferencias, talleres, encuentros, convenios y publicaciones que dan testimonio de la actividad indetenible de la Cátedra en los años transcurridos, y mucho más valorar con aproximada justicia la labor realizada con la ayuda de notables profesores e investigadores y numerosos jóvenes dispuestos a colaborar en la tarea sobre todo formativa a la que está destinada. Para cerrar, solo nos queda destacar que, sin detener las labores en marcha —principalmente la digitalización y el cotejo de los materiales del Atlas para alimentar una base de datos destinada a servir de fuente para futuras investigaciones— desde el año 2018 se concibió un proceso de ampliación de la membresía de la Cátedra y actualización de sus contenidos y funciones de acuerdo a las nuevas proyecciones del trabajo. En este sentido, se inició un ciclo de conferencias en el cual contamos con sesiones sobre Escritura de la oralidad (Annette Jiménez), La narración de cuentos como un oficio (Jesús Lozada), La bantuidad lingüística en Cuba: lenguas rituales y español coloquial (Gema Valdés), La oralidad como conocimiento y complemento de la historia de los pueblos y sus culturas (Tomás Fernández Robaina), La narración oral en la escena contemporánea (Elvia Pérez), y Las ancianas santeras (Lázara Menéndez).
Para el futuro mediato —pandemia mediante— nos atrevemos a anunciar que está en marcha la preparación de un segundo volumen de Oralidad, ¿ciencia o sabiduría popular?, que recogerá los textos de estas y otras conferencias por venir; deberá también comenzarse a trabajar en el diseño digital de la base de datos y publicarse el segundo y último volumen de los Cuentos, leyendas y fábulas de la oralidad cubana. Nuevos cursos, conferencias y talleres acompañarán las próximas etapas de trabajo, para las que esperamos contar con importantes incorporaciones y profundizaciones.