Lo conocimos primero mediante sus historias, cargadas de realismo y sensaciones más allá de las palabras. Todavía recuerdo nuestro primer día como estudiante en el Centro Onelio. Allí estaba él, junto a su esposa Ivonne Galeano y los también escritores Raúl Aguiar y Sergio Cevedo.
“Nos duele tremendamente su muerte este 12 de abril”.
Muy pronto el Chino se convirtió en más que un maestro o un referente literario. Fue amigo y especie de hermano grande para nosotros, con críticas, consejos y una facilidad inusual para enseñar. Admiro su talento, pero especialmente la bondad, su fidelidad a la creación y a Cuba, su capacidad para soñar y seguir en el camino de las esencias, incluso en medio de huracanes de incomprensiones.
Nos duele tremendamente su muerte este 12 de abril. Las redes sociales se inundan con lamentos, fotos de recuerdos y otras muestras de cariño. En verdad el Chino era, y es, muy querido. Sus dimensiones de bondad y humildad parecen de ciencia ficción. Lo hacen un ser muy especial.
Ganador del Premio Nacional de Literatura (2014), Heras León es uno de esos escritores imprescindibles de la etapa de la Revolución, no solo por su calidad narrativa, sino también por reflejar en su obra sucesos históricos trascendentales como el enfrentamiento a la invasión mercenaria por Playa Girón, así como otras peculiaridades de etapas posteriores a 1959.
Hoy pienso también en el Heras huérfano de padre a los 12 años de edad, que fue limpiabotas, vendedor de periódicos y billetes de lotería, y limpiador de portales en la década de los 50, pero que nunca dejó de fantasear. Imagino al muchacho que combatió contra los agresores en Girón y luego reflejó la experiencia en su libro La guerra tuvo seis nombres, por el que ganó el Premio David, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Me parece verlo alegre cuando recibió la noticia de su mención única en el concurso de Casa de las Américas de 1970, por Los pasos en la hierba. Y después la tristeza, las puertas cerradas, por una muy conocida polémica en el campo ideológico-cultural, provocada sobre todo por la crítica Otra mención a los Pasos, de Roberto Díaz, que desató tempestades.
Con una obra sobresaliente como crítico cultural, Heras es ejemplo de apego a Cuba, al país y a su gente. Su obra cuentística, incluidos Acero y Cuestión de principio, tiene mucho de autobiográfica. Acceder a sus Cuentos completos significa recorrer sus senderos creativos y parte importante de la historia más reciente de nuestro país.
Resulta inevitable recordar los días en el Centro Onelio, cuando él y otros profesores alimentaban nuestros deseos de ser escritores. Me parece verlo otra vez aconsejar, sonreír y hablar de niveles de realidad, tipos de narradores, corrientes subterráneas de sentidos, en fin, de ese otro mundo tan suyo: el de las técnicas literarias.
Compilador de Los desafíos de la ficción, Eduardo Heras León está en las entrañas de muchos jóvenes, quienes le agradecemos. Son numerosos los reconocimientos que recibió, incluidos el Premio Nacional de Crítica y el Premio Nacional de Crónica, el galardón Luis Felipe Rodríguez, el reconocimiento Razón de Ser, y la Distinción por la Cultura Nacional, así como la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez, la Réplica del Machete del Mayor General Serafín Sánchez, la Orden Félix Elmuza, de la Unión de Periodistas de Cuba, y la de Maestro de Juventudes, que otorga cada año la Asociación Hermanos Saíz.
El Chino, como lo llaman cariñosamente familiares y amigos, es también símbolo de resistencia y humildad, con una admirable trayectoria como literato, pedagogo y cultivador de la cultura. Un maestro que respetaremos y amaremos siempre. Ahí están sus textos y el ejemplo de vida. Su corazón seguirá latiendo, aunque de otra manera.