El Centro de Estudios Martianos: ciencia, ética y patriotismo
Las generaciones más jóvenes tal vez se pregunten por qué y desde cuándo se celebra el Día de la Ciencia Cubana. Fue instituido en 1990, al cumplirse el trigésimo aniversario de esta afirmación visionaria del Comandante en Jefe Fidel Castro: “El futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando, lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia…”. La misma tuvo lugar el 15 de enero de 1960, durante el discurso pronunciado por la celebración del vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba. Este aserto, casi en los albores del proceso revolucionario, cuando aún no se había iniciado la Campaña de Alfabetización, da la medida de la importancia y el protagonismo que se le ha otorgado al quehacer científico en nuestro país, y explica por sí sola los logros crecientes en ese terreno.
No podía ser de otra manera en una Revolución que estaba obligada no solo a resistir los embates de la guerra cultural y armada, interna y externa, sino a desarrollar un país que acababa de salir del status de neocolonia yanqui, con todo lo que eso significaba de dependencia y marginación en todos los órdenes.
El Centro de Estudios Martianos (CEM) se inserta con total naturalidad en esa concepción desde el ámbito humanístico y de las ciencias sociales. Por nuestra misión de investigar y promover la vida y la obra de José Martí, y de hacer llegar a la sociedad esos resultados, que se revierten en el fortalecimiento ético, cultural y patriótico del ser humano, nos adscribimos absolutamente a las concepciones martianas y fidelistas respecto a las ciencias.
“Son tiempos difíciles los que estamos viviendo, pero sin que los resultados alcanzados nos hagan descuidar el trabajo, es justo que reconozcamos los logros de la institución, que no es un ente abstracto”.
Hoy, precisados a sobrevivir como especie en peligro de extinción en un mundo en crisis, asolado por las guerras, las enfermedades, el cambio climático, la emergencia del fascismo, la crisis económica global y nacional, la pérdida de valores, conviene que meditemos en la fortaleza presente en el legado de José Martí, que constituye un pensamiento alternativo con posibilidades de aplicación práctica, en tanto perfila líneas de conducta social, enfoques para el estudio, mirada original a los problemas científicos de su tiempo, sentido de la autenticidad cultural y valía de nuestros pueblos, frente a los embates hegemónicos de las grandes potencias de su época, entre otras muchas virtudes.
Son tiempos difíciles los que estamos viviendo, pero sin que los resultados alcanzados nos hagan descuidar el trabajo, es justo que reconozcamos los logros de la institución, que no es un ente abstracto: se nutre del esfuerzo y heroísmo cotidiano de su colectivo, que atraviesa las mismas vicisitudes de todo el pueblo de Cuba y se sobrepone a ellas diariamente.
Debemos mencionar los diez resultados de investigación aprobados en consejo científico, los tres tomos de la edición crítica listos para imprenta, un curso de posgrado impartido, la participación del CEM en varios eventos internacionales dentro y fuera de Cuba, la organización del encuentro de Cátedras martianas que tuvo lugar en enero durante la V Conferencia Internacional José Martí “Por el equilibrio del mundo” y aporte de intervenciones de calidad, del Coloquio Internacional híbrido “José Martí, un hombre de todos los tiempos”, entre otras muchas actividades. Hubo reconocimientos importantes para varios compañeros. Deben recordarse, entre otros, dos órdenes Carlos J. Finlay, y recientemente el Premio Anual de Investigación Cultural, entre otros lauros.
“Entre los muchos atractivos presentes en la obra de Martí está su particular mirada a los científicos e inventores de su tiempo, y su notable actualización en temas de ciencia y técnica”.
Se inicia un año particularmente complejo, no nos llamemos a engaño. La alternativa no puede ser, entre los martianos, de lamentos o claudicaciones. Urge ser creativos, firmes, optimistas sin dejar de ser realistas. Urge y se trabaja en trazar estrategias acordes a los tiempos, completar el equipo de la dirección y demás plazas vacantes, incorporar personal calificado joven, fomentar la colaboración interinstitucional, consolidar los vínculos con las universidades, favorecer las investigaciones de enfoque interdisciplinario, asumir el legado de Martí en su calidad de elemento transformador de la realidad y de la conciencia social. Tenemos a nuestro alcance un arsenal teórico poderoso, que está situado en la encrucijada de la guerra cultural contemporánea. Seámosle fieles, estemos alerta ante distorsiones y manipulaciones, sepamos defenderlo y al mismo tiempo usarlo en nuestra defensa, y en bien de las causas justas de toda la Humanidad.
Entre los muchos atractivos presentes en la obra de Martí está su particular mirada a los científicos e inventores de su tiempo, y su notable actualización en temas de ciencia y técnica. Fiel a su precepto de que el periodista “ha de saber desde la nube hasta el microbio”, se actualizaba constantemente en todos los temas imaginables y la ciencia no fue la excepción. Pensemos si no, en su semblanza de Charles Darwin, o en los muchos pasajes dedicados a Edison, el célebre inventor, o al ingeniero sueco naturalizado estadounidense John Ericsson, o sus referencias a Pasteur, o al médico y bacteriólogo español Jaime Ferrán i Clúa, quien desarrolló entre otras, una vacuna contra el cólera, o a los ingenieros Roebling, constructores de esa maravilla de la ingeniería civil que es el puente de Brooklyn.
Conocida es esta frase suya, de enorme valor en el sentido exacto, aun citada fuera de contexto, sobre todo si se tiene en cuenta que uno de los bienes más preciados y tal vez el más escaso hoy en día es la paz: “¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?”
Al ir a la página en cuestión, es aún más interesante, porque se estaba refiriendo a los resultados de un censo en los Estados Unidos, reputado por su seriedad, y que fue impugnado duramente en un congreso de sociología, que él llama de la ciencia social, como era usual en la época. Veamos el modo en que se refiere al asunto, y sus sugerencias respecto al destino que deben tener los resultados y datos de tal censo, los cuales debían ser veraces y exactos, para que de él se derivaran soluciones a problemas de la vida cotidiana, y al logro de una mayor justicia social:
[…] el congreso de ciencia social, reunido para tratar de cuanto atañe a su averiguación y mejora: de reformar las leyes de modo que concuerden con el país a que se aplican: de dirigir la educación de manera que prepare a los hombres para vivir sin ahogo en la patria en que nacieron: de inquirir la verdad sobre las relaciones entre el capital y el trabajo, que urge saber cómo realmente sean, para que los abusos de aquél y las ilusiones de éste no tengan al país, como hoy lo tienen, alarmado e inquieto.
Estas concepciones de Martí respecto a ese hecho concreto, resultan válidas para labrar el futuro de cualquier pueblo, y sus recomendaciones sobre el rigor científico y el sentido ético que debe presidir toda investigación son de una actualidad y utilidad plenas.
Tenemos a nuestro alcance un arsenal teórico poderoso, que está situado en la encrucijada de la guerra cultural contemporánea. Seámosle fieles, estemos alerta ante distorsiones y manipulaciones, sepamos defenderlo y al mismo tiempo usarlo en nuestra defensa, y en bien de las causas justas de toda la Humanidad.
Otra de sus preocupaciones fue la de la divulgación científica, pues la ciencia no debía ser coto privado de una élite. El conocimiento general sobre sus particularidades y aportes debía estar al alcance del mayor número posible de ciudadanos. Por eso alienta constantemente la aparición de publicaciones dedicadas a este asunto, y en sus años al frente de La América, de Nueva York, fue pródigo en este sentido. De esa época, referido al libro Las leyes de la herencia, de W. K Brooks, es esta afirmación: “Poner la ciencia en lengua diaria: he ahí un gran bien que pocos hacen”.
Acaso su reflexión más hermosa sobre la ciencia y su significado para el ser humano sea la que formula en su carta a María Mantilla del 9 de abril de 1895, conocida como su testamento pedagógico. Junto a sus consejos sobre cómo traducir del francés el libro de Paul Bergh La physiologie végétale para que le sirviera de texto base en sus clases de Botánica, le dice a la joven, maestra en ciernes:
Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con su familia de estrellas, y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día. Es hermoso, asomarse a un colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar, y aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén de la riqueza y la soberbia […]
Esa fusión indescriptible entre ciencia, inteligencia y poesía hace bien a quien la lee: genera un sentimiento de paz, de esperanza en el porvenir, de amor a la sencillez, a la naturaleza, a la verdad y a la libertad. Continuemos honrando al cubano mejor, cumpliendo con nuestro deber científico, ciudadano y patriótico. Seamos más cultos y mejores seres humanos. Cuba y la Humanidad necesitan de Martí. Ayudemos con nuestro trabajo diario a preservar y difundir ese legado, con la convicción de que estamos construyendo entre todos un mundo mejor y más justo.
Palabras de la directora del Centro de Estudios Martianos en ocasión de celebrarse el Día de la Ciencia Cubana.