El pasado domingo 28 de enero, la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba fue testigo de un extraordinario acontecimiento durante la Gala de Clausura del 39 Festival Internacional Jazz Plaza, dedicado al 75 aniversario del Ballet Nacional de Cuba (BNC), que tuvo como hito la unión escénica de 21 jóvenes bailarines de su elenco con una brillante agrupación musical bajo la guía del prestigioso pianista cubano Roberto Fonseca.
El numeroso público que colmó los amplios espacios de la platea y los balcones de la Sala Avellaneda, no fue ajeno a la excelencia de lo que allí se produjo, pues dos expresiones tan valiosas de la cultura cubana como el ballet y la música se fundieron de manera armoniosa, en una entrega artística de altos quilates.
Sabida es la alta jerarquía de Fonseca como pianista, la que le ha valido prominentes elogios del público y la crítica en su patria y más allá de sus fronteras. En esta ocasión, a sus ya reconocidas virtudes como intérprete sumó la de compositor y de director artístico, que le permitió reunir junto a él un brillante equipo de instrumentistas y a una falange de excelentes y noveles representantes de la Escuela Cubana de Ballet, muchos de ellos recién egresados de la Escuela Nacional de este arte que lleva el nombre del ilustre maestro Fernando Alonso.
Dos expresiones tan valiosas de la cultura cubana como el ballet y la música se fundieron de manera armoniosa, en una entrega artística de altos quilates.
Roberto Fonseca, nacido en La Habana en 1975, posee una sólida formación académica y está abierto a las más plurales formas de la creación artística. De ese modo, pudo compenetrarse profesionalmente con Viengsay Valdés, actual directora del BNC, uno de cuyos frutos fue el estreno esa noche del ballet Apparatus con música de la obra Contradanza del espíritu, del propio Fonseca, con coreografía del no menos talentoso Raúl Reinoso, bailarín de la Compañía Acosta Danza.
Al referirse a ese trabajo conjunto, la directora del BNC expresó: “Fue una experiencia maravillosa y logró extraer de cada uno de los bailarines su espíritu, personalidad, forma de pensar y, lo más importante, sentirse y expresarse sobre el escenario”. Y añadió: “Logró mostrar la musicalidad y el gesto acompañando el movimiento, muy fiel al captar el espíritu esencial de la danza y fundirlo inteligentemente con elementos de la contemporaneidad”.
Por su parte el coreógrafo no vaciló en afirmar que “le encantó sincronizar los movimientos coreográficos con cada acorde, cada acento, con el pulso y el arpegio musical”. Y dijo: “mi intención fue deconstruir el paradigma académico y clásico de los bailarines lo que me hizo posible concentrarme en el ser humano que hay en ellos”.
Como colofón de esa inolvidable noche y de muy armónica manera, fue interpretado Loss, el tercer pas de deux del ballet Love, Fear, Loss, del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante, que tuvo a Viengsay Valdés y a Anyelo Montero como los apasionados amantes.
El público puesto de pie prodigó a músicos y bailarines una estruendosa ovación, como testigos de una noche histórica de la cultura cubana.