Cada vez que viajo a Matanzas para disfrutar de una función de teatro, un ensayo o un evento, regreso a La Habana con las pilas cargadas. Allí la gente de teatro no para, es incansable. O tal vez se cansa, como en todas partes, pero el deseo de crear y de ser útiles es más fuerte que el cansancio. Hace unos días participé como jurado en la segunda edición del concurso de documentales El Anaquel, organizado por la Casa de La Memoria Escénica.

El concurso surgió con el objetivo de ampliar los soportes, formatos y lenguajes para visibilizar y valorar el patrimonio teatral cubano. Foto: Cortesía de la autora

Ulises Rodríguez Febles es uno de esos artistas e intelectuales matanceros que me llena el alma de admiración y de inspiración. Desde sus roles de pensador y gestor ha impulsado una gran cantidad de proyectos, eventos y espacios que confluyen en esa Casa, la cual atesora con celo gran parte de nuestra memoria escénica.

“Desde sus roles de pensador y gestor ha impulsado una gran cantidad de proyectos”. Foto: Cortesía de la autora

Con una frecuencia bienal —intercalado con el concurso de investigaciones sobre la escena—, el certamen de documentales tuvo su primera edición en 2020. Surgió con el objetivo de ampliar los soportes, formatos y lenguajes para visibilizar y valorar nuestro patrimonio teatral. Este año se presentaron nueve obras (dos radiodocumentales y siete materiales audiovisuales) de las provincias de Matanzas, Santiago de Cuba, Ciego de Ávila y Santa Clara. En la muestra se apreció una gran variedad estética y de recursos audiovisuales. A pesar de las diferencias de los documentales, en términos de facturación y eficacia dramatúrgica, es evidente el deseo de registrar y valorar prácticas y artistas fundamentales en la historia de las artes escénicas en Cuba. Más allá de la calidad cinematográfica y de las búsquedas audiovisuales, en los materiales está la pasión por el teatro y el deseo de vencer todos los olvidos.

“Es evidente el deseo de registrar y valorar prácticas y artistas fundamentales en la historia de las artes escénicas en Cuba”.

Entre los puntos en común puedo advertir el énfasis en experiencias de interacción con la comunidad. Uno de los dos grandes ejes es, precisamente, esa vocación comunitaria, esa vuelta al público que recibe al teatro en las puertas de sus casas como el gran acontecimiento de sus vidas. Otro de los ejes de la muestra es la voluntad de preservar la historia teatral a través de testimonios de grandes artistas, formadores e inspiradores como Manuel Porto y Urbano Martínez Carmenate sobre la obra de Milanés.

Luego de un rico debate, el jurado decidió de forma unánime otorgar el Premio al Mejor Radiodocumental a la obra de Adrián Jaime Guzmán, D’Morón Teatro. La historia. En 18 minutos el realizador logra condensar los principales momentos del grupo avileño en 30 años de creación. Con recursos como la utilización de la música, los silencios, la dramatización y una locución que marca el ritmo del material, el oyente se adentra en el pasado y el presente de la agrupación. Se trata de un agasajo por el aniversario 36 del colectivo, que representa también un regalo a los radioescuchas y un valioso documento que desde hoy atesora El Anaquel.

Se otorgó mención en el género documental a la obra Tropa en tu barrio. Albio Paz. La propuesta del realizador Dany Hernández tiene el gran mérito de registrar en imágenes y sonido este hermoso proyecto del Mirón Cubano, uno de los poquísimos acercamientos a la comunidad en medio de la pandemia de la Covid-19. Cuando pasen 100 años y los teatristas del futuro se pregunten cómo se resistió una pandemia, tendremos en los archivos de la Casa de la Memoria Escénica este documento de amor y fe en el arte.  

También le fue otorgada una mención a la segunda parte de la serie documental Mujeres en dos tiempos, titulada Tiempo del canto y la danza folclórica. Conocer a Berta Armiñán de la mano del singular Yasmani Castro Caballero fue, sin duda, uno de los más valiosos momentos de esta segunda edición de El Anaquel. Está presente la gracia genuina de los entrevistados, que dan su voz para componer un atlas melodioso de los aportes de Berta a la cultura santiaguera. Entre los aciertos del material, que visibiliza parte de la historia del Folclórico de Oriente y el Ballet Folclórico Cutumba, se encuentran los momentos en los que se pueden apreciar los cantos, ya sea como parte de un espectáculo o desde la espontaneidad de la propia conversación. El documental descubre la personalidad de la mujer, y para ello se vale de entrevistas, imágenes de antaño y de un diálogo con el director desde locaciones que realzan la belleza y la peculiaridad de Berta, quien en la humilde salita de su casa dice que sigue y seguirá soñando.

De forma excepcional se decidió otorgar mención al conjunto de tres materiales concebidos por el binomio Silverio-Aparicio. El otro Silverio, No te dejes vencer y Zona rosa comparten una estética audiovisual donde está muy presente el cuidado en la edición y la mezcla de sonido. Se percibe en los tres documentales una búsqueda en la fotografía que privilegia la belleza de los detalles y los contrastes entre la naturaleza silvestre y la enérgica presencia de los cuerpos de los protagonistas. José Ernesto Aparicio Ferrera dibuja, con elegancia y seducción, el universo silveriano.

El director de El otro Silverio nos adentra, de a poco, en la historia de vida de uno de los íconos más trascendentales de la cultura cubana. Un viaje a la semilla en el que el espacio físico narra y complejiza la mirada del espectador. No te dejes vencer es un corto documental que se sustenta en la palabra poética de Silverio. Tiene la audacia de mostrarnos un Mejunje muy distinto al que habita en el imaginario popular. Un espacio vacío por la pandemia, pero vibrante, anhelante. En pocos minutos se retrata El Mejunje como símbolo del respeto, del talento, de la familia del arte y la vida, pero también como símbolo de la resistencia.

“El conjunto de materiales consigue visibilizar aún más la impronta cultural y humana de Ramón Silverio desde El Mejunje y para el mundo”.

Con una brillante utilización del recurso de la voz en off, Zona rosa nos hace viajar junto a un grupo de transformistas por comunidades rurales de Villa Clara. Un tono suave, que deleita y emociona, es el escogido por el director para narrar la travesía de vida de los artistas que, con puyas y pelucas, salieron en plena pandemia a enaltecer su arte y a conquistar públicos nuevos. El conjunto de materiales consigue visibilizar aún más la impronta cultural y humana de Ramón Silverio desde El Mejunje y para el mundo.

Por su rigor investigativo y la trascendencia de la vida y la obra de la figura que devela el material, se decidió, de forma unánime, otorgar el Premio a Mejor Documental sobre la Escena a Meneses. Presencia y alma del teatro santiaguero, dirigido por Carlos Alberto Fernández López y Katiuska Betancourt Montero.

Esta obra nos presenta a Rogelio Meneses como actor, dramaturgo, director, pensador de la escena y uno de los gestores fundamentales de la noción de teatro santiaguero contemporáneo. No solo se exponen sus logros personales, sino también los cruces con otras grandes figuras del teatro cubano. El documental tiene el valor agregado de registrar un período de la historia del teatro y mostrar el surgimiento del Festival del Caribe.

“El material valora la obra de Meneses y devela los aspectos fundamentales de su poética, única en el panorama teatral de la Isla”. Imagen: Tomada de Granma

El montaje está centrado, fundamentalmente, en un exquisito trabajo con imágenes de archivo que, ordenadas con agudeza, ayudan a componer una historia desconocida para algunos. El material valora la obra de Meneses y devela los aspectos fundamentales de su poética, única en el panorama teatral de la Isla. Un teatro de investigación y experimentación permeado siempre por la magia relacionera y las tradiciones populares caribeñas, la religiosidad y lo real maravilloso. El material nos muestra a un creador que tendió puentes y formó a muchos otros artistas santiagueros que reconocen en su obra una enorme inspiración.

Para mí fue un honor inmenso compartir las labores de jurado con el crítico, investigador y profesor Omar Valiño, y con el realizador, poeta y narrador Reinier del Pino Cejas. Fue un orgullo participar en este evento e imaginar otras proyecciones para él. Pienso que, tal vez, para futuras ediciones los organizadores de El Anaquel deban plantearse incluir un apartado para proyectos de documental. Se trataría no solo de premiar documentales terminados, sino de impulsar, desde el propio evento, la realización de otros proyectos audiovisuales. Se podría soñar con un fondo matancero para documentales sobre la escena. El jurado podría seleccionar los mejores proyectos de documental para otorgar un presupuesto en aras de su realización. Un sueño de alianzas entre El Anaquel y los Consejos Provinciales de las Artes Escénicas, que tal vez puedan brindar apoyo a los proyectos recomendados en el evento.     

El Anaquel llega a su segunda edición y nos ofrece nuevos caminos en nuestro mapa teatral; nuevos hilos para esa maraña hermosa que es nuestro teatro; nuevas luces para alumbrar los senderos de nuestra selva oscura. 

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