¿Qué es ser un diablo ilustrado? ¿Qué sería serlo en el pasado y qué en la actualidad? ¿Cuánto de diabluras o de belleza hay en estas páginas? ¿Cuánto de maldad o de bien palpita en este ser de papel?
Varias generaciones crecimos entre las letras del Diablo, entre su alma e historias, que a veces tienen el tono de consejos. Muchos nos enamoramos o comprendimos de mejor manera qué puede ser el amor, su poder para caminar con mayor fuerza por los caminos de la vida, su capacidad para luchar, para ser mejores o simplemente para mirar desde otras perspectivas la existencia. Algunos regalaron frases suyas o hasta se obsequiaron el libro un 14 de febrero, como un primer paso hacia la conquista anhelada.
Este Diablo es más él, más fuerte y seductor, acompañado de las canciones, una guitarra y la posibilidad de conocer a su autor, un tipo eminentemente auténtico, que parece ir siempre a otra velocidad, que no conoce el cansancio o lo disimula bien, un hombre sin edad que se apasiona, defiende sus criterios como si en eso le fuera la vida, se enamora y persigue siempre la aventura como un adolescente, uno que va de un siglo a otro como en un juego, que conoce artistas, se sube a un escenario, polemiza, asciende al punto más alto del país, se da algunos tragos de ron del bueno o de cualquiera, amanece entre amigos, se lava la cara, y sigue cada vez más joven.
Al leer este libro y conocer a Fidel Díaz Castro es inevitable hacer la conexión, aunque en la cubierta solo aparezca El Diablo ilustrado. Y la mística no se rompe, la magia de que escriba un ser indefinible o indescifrable, se acrecienta, palpita entre los párrafos, sale y va junto a nosotros, sonríe, y nos habla con tono a veces bajo o más alto, mueve las manos, se para, va de un lugar otro, o hace la maravilla de cantar y cerrar los ojos, como si las letras vinieran de otro lugar, como si así se conectara con sus otros él, o con el Fide más puro, tal vez con el más Diablo, ese de diabluras que nos hacen quererlo, buscar su libro, desear que no termine nunca.
Desde las dedicatorias a José Julián, Amalia y Abel, tres héroes que lo empinan —según sus propias palabras—, y el primer subtítulo “Yo vivo para amar”, uno descubre lo que es esencia en la vida de Fide Díaz. Ahí, entre el pensamiento de Bertolt Brecht, que considera al amor una debilidad; el de Emerson, quien asegura: “el que no ama ya está muerto”, el de Platón: “el amor es una enfermedad mental muy grave” (Viva el estado de coma, dice El Diablo por cierto); está la certeza de Martí: “Solo el amor engendra melodía”, y también las de nuestro buen Diablo: “Todo es muerte menos el amor”.
“Todo es muerte menos el amor”.
Hay aquí frases populares, pensamientos o líneas, que ojalá nos acompañen siempre para reflexionar y hacernos mejores, como: “Haz el bien y no mires a quien”; “La risa vale tanto porque existe el llanto”; “El medio más fácil de ser engañado es creerse más listo que los demás”; “Vivir sola (o solo) es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso”. También, otras con mucha fuerza, incluidas “Donde hay alma no hay fantasmas”; “Quien pida amor ha de inspirar respeto”; “Hay locuras que son poesía”; “Las respuestas no tienen fin”; y “Lo bueno es siempre bello”.
“Hay locuras para la esperanza,
hay locuras también del dolor,
y hay locuras de allá donde el cuerdo no alcanza,
locuras de otro color.
“Hay locuras que son poesía,
hay locuras de un raro lugar,
hay locuras sin nombre, sin fecha, sin cura,
que no vale la pena curar”.
Otras certezas son “Hijo soy de mi hijo”; “El primer deber de un hombre es pensar por sí mismo”; “No hay mejor almohada que la propia conciencia”; “Guarda a tu amigo bajo la llave de tu propia vida”; y “Puedes venir desnuda a mi fiesta de amor”.
Hay que conversar con el hombre o mujer, que va siempre junto a nosotros, conocernos primero nosotros mismos, conscientes de que “la ignorancia es la noche sin luna, ni estrellas; y “no hay peor ciego que el que no quiere leer”.
“Este es un libro con alma fuerte, con espíritu romántico, que se adentra en los lectores, con letras que no envejecen”.
Indudablemente, El Fide, el periodista del Caimán y la Casa Editora Abril, el joven desafiante, el realizador de la radio, el de las trovadas y las caminatas, el defensor del equipo Industriales, el polemista, el romántico, el cubano total, es un Satanás muy particular…, con el encanto de lo honesto, uno querido por muchos, una persona que nunca pasa inadvertida, hay demasiadas vibras en él.
¿Qué ha pasado con El Diablo desde que adquirió forma de letras en la revista Somos Jóvenes a finales del siglo pasado? ¿Por qué mantiene su capacidad para seducir, para tener lectores?
Este es un libro con alma fuerte, con espíritu romántico, que se adentra en los lectores, con letras que no envejecen. No tiene extensiones, ni límites. Va por la vida con cierta mística y el encanto de lo infinito y a la vez cercano. Se parece al Fide, a un ser sin copias, lo cual es bastante. Eso le permite sobrevivir y resaltar en un mundo en el que la inmensa mayoría privilegia lo fácil y superficial.
Ojalá tengamos muchos Diablos caminando, soñando y, sobre todo, haciendo en toda Cuba. Ojalá la belleza y lo auténtico, lo desafiante y seductor nos acompañen siempre. Gracias a la Casa Editora Abril y a la cuerda locura de este amigo, de este caimanero y eterno joven, que nos inspira siempre. El agradecimiento a todos los diablos buenos, que nunca dejen de soñar. Hay que pensar, defender lo que somos y amar, sobre todo amar.