Ejercicios para meditar. Opus 1
6/9/2016
En el mundo globalizado de la comunicación en tiempo real, este que nos ha tocado vivir en el primer cuarto del siglo XXI, las manifestaciones arquitectónicas de autor reconocido, las de autores no tan conocidos o absolutamente desconocidos, y aun las obras anónimas, están ofreciendo una imagen rotunda de transgresión del orden ortodoxo o ecuménico, y a veces pienso que racional.
La “piel” de la arquitectura, su imagen o superficie exterior, muchas veces nos seduce no por su escala y equilibrio de diseño, como antes de y en mi generación cuando analizábamos una fachada.
Estamos, desde hace años, atravesando una época de la que ignoro su duración y donde los autores, en este caso los arquitectos, se han convertido en protagonistas, en vedettes, y cuanto más escándalo alcanza su obra, mejor. Actualmente, la puesta en escena de la idea conceptual iniciática resulta altamente llamativa y polémica. Los rascacielos giran o se retuercen cual columna salomónica. Las losas de hormigón armado parecen flotar. Los ladrillos de cristal se entremezclan con los de cerámica o barro dentro de un muro de carga de fachada. Los altos bloques constructivos se inclinan, se recuestan, se unen o se separan parcialmente arriba o abajo.
La “piel” de la arquitectura, su imagen o superficie exterior, muchas veces nos seduce no por su escala y equilibrio de diseño, como antes de y en mi generación cuando analizábamos una fachada. Ahora es imprescindible analizar otras variantes en 3D. Las fachadas muchas veces tienen “piel”, y a veces el aspecto ectodérmico es la imagen soñada por el autor, no importa el sudor del calculista que la sustenta.
Titanio, piedra caliza, vidrio, acero, enlucido, madera, microcemento…
A veces esa imagen creada con distintos materiales es tan fuerte, que transforma para bien un área urbana deprimida, como es evidente que pasó con el Museo Guggenheim de Bilbao, de Frank Gehry, en la ría del Nervión. En este caso, exterior e interior se funden a veces en un modo continuo igualmente sorprendente como piel o mucosa. Los efectos de la piel–mucosa, imagen exterior–interior, despiertan inquietantes sensaciones, tantas o más que la apariencia de escama de titanio de las imágenes exteriores. La fachada norte hacia la ría nos ofrece una clara percepción de barco–pez remontando la corriente o deslizándose imponente hacia el litoral portuario. El diseño constructivo de la estructura y sus pieles o mucosas fueron posibles gracias a Catia, un programa para ordenador de última generación usado en el diseño de aviones y barcos.
Museo Guggenheim. Bilbao. Fachada Norte. Fotos: Cortesía del autor
Arquitectura escultórica o escultura arquitectónica
Frank O. Gehry (Ephraim Owen Goldberg) ya me había impactado muchos años atrás con un edificio de oficinas y comercios en Praga, conocido como la Casa Danzante por la forma particular de articularse sus bloques de siete niveles, incluida la planta baja más un nivel superior, culminando el encuentro de las dos fachadas principales en la esquina de la parcela de terreno. El efecto es de un paso de baile donde resulta obvia la presencia de una pareja (Ginger Rogers y Fred Astaire); la figura femenina, con su movida falda, es atraída por la cintura firmemente hacia la más sobria figura masculina, que marca el paso de toda una época del teatro musical made in USA.
Casa Danzante. Praga
Efecto Guggenheim de Bilbao
Como ser vivo, este edificio levantado para museo provoca, estimula, y fue como un chispazo detonante de todo un movimiento constructivo contemporáneo en su entorno. Después de su erección, en la ciudad aparecen los fosteritos del Metro de Norman Foster, el polémico y bello puente peatonal Zubi Zuri de Santiago Calatrava frente al hotel Conde Duque, en el elegante y popular paseo de Campo Volantín, el delicioso tranvía ecológico, las torres gemelas Atea de Arata Isozaqui (todo un frente de ría) y el derrumbe programado del Departamento de Sanidad de Coll–Barreu y Gutiérrez Zarze, entre otros.
Entrada del Metro Bilbao. Norman Foster
Arquitectura anónima
Si nos lanzamos, con riesgo de la vida (acción de alta peligrosidad), en la arquitectura anónima de estos días, que no es la arquitectura vernácula de estos días, aunque haya llegado a alcanzar un amplio desarrollo en los países subdesarrollados y no tenga un profesional a su cargo, nos encontramos a veces con puntuales características culturales que nos pueden manifestar su procedencia, la cual hay que señalar para conocerla mejor. Suele acontecer con la llamada arquitectura de mesada en México. En cualquier caso, es una manifestación arquitectónica que, para bien o para mal, existe; no la podemos ignorar como fenómeno constructivo de nuestra época, ampliamente divulgado en Latinoamérica y específicamente en Cuba. A la pregunta de si es vernácula o sencillamente anónima, creo que no es vernácula, ya que esta requiere de otras connotaciones y características identitarias y constructivas, nunca es confeccionada con elementos industriales, sino hecha con materiales del propio medio en que se levanta.
¿Qué está pasando?, nos preguntamos, perseguidos por la presencia reiterada de la teja criolla, balaustradas infinitas y columnitas historicistas de diversos estilos, fundidas de mortero y pintura de varios colores intensos y saturados, preferiblemente los llamados complementarios, también con alguno de los nostálgicos o románticos verde chartreuse o agua marina, rosa flamenco o flamingo, y el evocador violeta malva de la ropa íntima de señora. Todo o casi todo lo citado en este párrafo, unido, ampliado y revuelto, está apareciendo no solo en la periferia de la capital, sino también en su centro histórico, declarado Monumento Nacional en 1989 y en 1982 incluido por la UNESCO en la Lista de Patrimonio Mundial con su Sistema de Fortificaciones.
La figura del arquitecto
¿Qué papel juega la figura del arquitecto en esta puesta en escena? Tengo tres respuestas: la figura del arquitecto no existe, la figura del arquitecto tiene mal gusto o ignorancia de los códigos a trasmitir, o la figura del arquitecto los usa a toda conciencia. En el último caso se vale de estos códigos para transgredir el buen gusto, el estilo, la elegancia del diseño y la creación arquitectónica. Y en última instancia, cómo podemos llamar a esta producción arquitectónica invasiva, que primero aparece como un exponente aislado y luego se repite en el barrio, el municipio, y se contagia (es una enfermedad) a todas las provincias. Pudiera llamarse neoeclecticismo, pensando en todo lo amplio del término eclecticismo. Pudiera llamarse poseclecticismo, porque llegó después y, a fin de cuentas, cada uno o cada generación puede ponerle nombre a sus hijos, aunque no empiece por Y. Por ejemplo, la teja criolla se usó mucho en la época colonial en varios de los estilos dominantes casi por siglos: el neomudéjar del XVII, el neobarroco del XVIII y el neoclásico del XIX, comúnmente conocidos como de influencia mudéjar, barroca y neoclásica, aunque prefiero apellidarlos colonial en el caso cubano. Después tuvimos que padecer el neocolonial en el siglo XX. Y ahora estaríamos padeciendo el neoeclecticismo. Y ni nombro los espléndidos movimientos de ruptura del Art Noveau y del Art Deco que tantos dignos exponentes engarzaron en el tejido urbano durante el mismo período (primer tercio del siglo XX). No me suena ni mal ni bien; se escriben, oyen y ven tantas barbaridades, que esta no nos haría saltar de sorpresa. Quizá hasta pueda ser tema para un congreso de expertos, que siempre tenemos a mano.
Profesionalidad del proyecto
¿Los arquitectos graduados con tanto sacrificio en nuestras universidades no están bien formados? No lo creo. Pienso más bien que, en los grandes proyectos nuevos, viejos o reciclados, hay falta de control o no existe el arquitecto proyectista, como apuntamos anteriormente. Por otra parte, creo que de buenas intenciones está pavimentado el camino del infierno. El propietario, el administrador o el responsable tienen que asesorarse con un profesional. Tanto hemos repetido lo del esfuerzo propio que nos lo creemos. Incluso cuando pongo diez balaustres, recopia del más puro eclecticismo, junto a una hilada de tejas criollas, bien pintadas, como debe ser, de rojo germanio o verde manzana, no importa. ¡Qué importa! La increíble ciudad de La Habana con su siempre contenida personalidad ecléctica de altos quilates absorberá esta producción como la cerveza hace con su espuma.
Ilegalidades
Todo lo comentado anteriormente se mantiene vigente siempre que la obra de arquitectura nueva esté en la esfera de lo legal, quiero decir, que haya tenido sus proyectos y que la mano profesional la haya siquiera rozado. Porque si es ilegal (que hay muchas), entonces puede ser excelente, buena o mala, pero nunca sabremos de quién es la responsabilidad de la infección ni cómo cortar su trasmisión. Sería como efectos colaterales de las guerras–intervenciones-mediaciones-aniversarios-ayudas que aparecen en la prensa escrita y en las nuevas tecnologías de la comunicación.