Yo conocí a Los Papines en casa de Luis Carbonell. Obviamente, en la Egrem tuve que relacionarme mucho con ellos; pero nunca olvido cómo fue esa primera vez. Sigfredo Ariel siempre me decía que Lección de eslava era una de sus obras maestras, más allá de la impronta que Luis dejó en sus voces, y en ese montaje. Aunque conocí la obra cierto tiempo después de ese primer encuentro, solo vino a convencerme del hecho de que Los Papines cautivaron tanto por sus manos como por sus voces.
Tengo especial recuerdo del CD El Reino de la rumba. Transcurría el año 1997 y yo tenía la pretensión de volver a traer a Celeste Mendoza a su imperio natural. Y Celeste no dudó en exigir que, en tal caso, los únicos que podían acompañarla en ese disco eran Los Papines. Ese disco fue una fiesta para mí, no solo por el reconocimiento y los premios; sino por todas las vivencias que me son imposibles olvidar, de tan grandes artistas.
La última vez que me encontré con Jesús M. Abreu fue hace un año en el Patio de Areíto. Había ido a buscarme para localizar unas grabaciones en el archivo. Siempre les dieron valor a las grabaciones de archivo, tanto en la Egrem como en la radio y la televisión, hasta el punto de convencer personalmente a Jurek para que en una ocasión les remasterizara un disco con este tipo de material, que tuve la dicha de producir.
“Podrán pasar los años, pero la buena música nunca se agota”.
Hoy, Jesús ya está instalado definitivamente, junto a sus hermanos y junto a Celeste, en su imperio de la rumba. Gracias a estos seres, puedo decir que soy un hombre privilegiado. Ahora, recomendaría a los jóvenes que nunca olvidaran a estos grandes artistas, que los estudien, que revisen esta historia. Podrán pasar los años, pero la buena música nunca se agota.
Tomado del perfil de Facebook del autor.