Al “nagüito” lo va a extrañar Cuba. Es de los artistas elegidos que se han robado el corazón del pueblo. Y no hay más explicación para ese amor desbordado: entender a Eduardo Sosa Laurencio como un cantor que nunca renegó de sus orígenes. Andaba por el mundo sin arreboles, de cubano sencillo y orgullosamente pueblerino, pero todos sabemos que pocas veces le crecen a la nación artistas de su calibre.

Si ha habido en la contemporaneidad un cultor de las tradiciones musicales patrias, ahí está como el primero Sosa. Y si ha existido en nuestros días un trovador de pura cepa, bien pegadito a la guitarra y al cancionero mayor que nos identifica, él germina como referente inexcusable. Desde Tumba Siete en el lomerío oriental, bajó a los llanos con la influencia de Sindo Garay hasta los tuétanos y los guateques guajiros en la memoria con la cual recreaba sonoridades y melodías.

Lo descubrimos en los noventa cuando se hizo a la luz con el Dúo Postrova para luego de cinco años en dueto iniciar en solitario una prodigiosa carrera que lo llevó a actuar con los más notables músicos de Cuba y en muy diversos escenarios del mundo. Su voz clara, potente y melodiosa, de una afinación envidiable, nos devolvió el frescor de las lomas, el verdor de las palmas, el rocío mañanero de las montañas con el canto de aves que despiertan al alba.

Lo descubrimos en los noventa cuando se hizo a la luz con el Dúo Postrova. Imágenes: Tomadas de Internet

Atravesamos el país en un largo viaje y llegamos a Guantánamo, donde soñamos y rogamos, como todos los cubanos, poder volverle a escuchar en el divertimento junto a Pepe Ordás, porque “a mí me gusta compay vivir aquí donde vivo”. Quienes le acompañaron en sus últimas actuaciones en el lomerío guantanamero, describen su alegría en medio de los rigores de la Cruzada Teatral. Con el grupo de artistas que, en su palmaria vocación de servicio, apuestan por brindar sus creaciones a los pobladores de esos intrincados parajes rurales, gozó la dicha de seguir siendo uno más entre sus iguales, rodeado del amor de quienes llegaban agradecidos a escucharle.  

Sosa, nos rondan los poemas de José Martí que supiste cantar de modo sublime y en ellos intentamos encontrar una respuesta a tu vida breve y de suma utilidad. Vuelve como grácil cinquillo la reflexión eterna de la existencia humana, entre la vida y la muerte: “Verso, nos hablan de un Dios a donde van los difuntos. Verso, o nos condenan juntos, o nos salvamos los dos”. Y nos dice el Apóstol en su eterna sabiduría: “Vierte, corazón, tu pena donde no se llegue a ver” porque tu vida Sosa, en martiana procesión “así se encamina/ Al cielo limpia y serena.”

“Sosa, nos rondan los poemas de José Martí que supiste cantar de modo sublime y en ellos intentamos encontrar una respuesta a tu vida breve y de suma utilidad”.

EDUARDITO, EL HIJO DE HILDA

“La infancia mía transcurrió en un pueblecito que se llama Tumba Siete, en el Segundo Frente, aunque en realidad nací en El Jobo, que es un pueblecito que está un poco más arriba, en una finca a la que mi abuelo le puso el nombre de mi mamá.

“Uno de mis antepasados perteneció a las tropas de José Maceo, y como veterano le entregaron tierras. Le dieron 32 caballerías, pero tenía 16 hijos, así que las repartió, y a mi abuelo le tocaron dos de esas caballerías.

“Mi mamá salió embarazada y bajó con mi abuela al municipio cabecera, y el médico le dijo que no, que todavía no había nacimiento. Dicen que mi abuela insistió: cuidado, que sí, que va a nacer. En fin, no se sabe si fue por la predicción de mi abuela o por la montada a caballo para allá y la montada a caballo para acá, el asunto es que eso fue el 16 y el 18 de abril de 1972 en la madrugada nací yo allá arriba, en medio de ese cafetal. Y toda mi infancia transcurrió allí.

“A los 4 años me mudé para Tumba Siete: mucho café, mucha vianda, etcétera. Y los primeros indicios que tengo, así como de estar interesado en la música vienen por mi abuela, porque a mi abuela le gustaba cantar y cantaba de lo más bonito, según recuerdo, aunque yo estoy seguro de que le estoy poniendo un poco más de cariño, como hacemos todos con los abuelos, ¿no? Pero mi abuela cantaba y, de hecho, las primeras canciones que yo me aprendí, completicas completicas, así, que las cantaba desde los cuatro o cinco años, fueron Veinte años, de María Teresa Vera y Guillermina Aramburu, y Obsesión, de Pedro Flores.

“Vino la etapa esa de la primaria, de ser Eduardito… Bueno, todavía en Tumba Siete a mí me dicen Eduardito; para acá, todo el mundo: Sosa, Sosa; algunos, Eduardo, ¿no?, pero allá yo soy Eduardito, el hijo de Hilda y punto, sin más títulos”.

“Bueno, todavía en Tumba Siete a mí me dicen Eduardito; para acá, todo el mundo: Sosa, Sosa; algunos, Eduardo, ¿no?, pero allá yo soy Eduardito, el hijo de Hilda y punto, sin más títulos”.

¿Y Eduardito era intranquilo?

“No, no, para nada, para nada. Yo era un muchacho bastante tranquilo. Bueno, me escapaba como todos los muchachos. Y es muy sencillo: allí no es que te vas al parque de diversiones, o al parque, y que te digan: ten cuidado con el tránsito. No, no, no. Tú te vas para allá atrás: ten cuidado no te vayas a caer de una mata, no te metas en la presa si te vas a meter en la parte honda, cuidado con el río si ha llovido. Es decir, era mucho más sencillo que aquí: vamos a cazar pajaritos, tomeguines; es decir, era una infancia muy normal. Vamos a buscar guayabas, y te ibas para el monte a buscar guayabas”.

Y el referente musical eran las canciones que la abuela cantaba.

“Sí, y la radio. En sitios como ese, la radio es básica. En mi casa vino a haber televisión cuando yo estaba como en cuarto grado. Así que la radio era todo el medio. Yo vi hace poco un homenaje que le hicieron a Lola Flores, y Joan Manuel Serrat va a dedicarle una canción a Lola, y dice Joan Manuel: yo me aprendí estas canciones porque la gente las cantaba. Y él dice: la gente antes cantaba más. Y yo estoy totalmente de acuerdo.

“Ahora tú te pones un cacharro de estos aquí y estás escuchando todo, pero antes eso se exteriorizaba. Cuando digo antes, estoy hablando de 30 años atrás. Y entonces, en el campo, pues con mucha más razón porque tampoco es que todos los días llegara alguien con una música nueva. Todo el mundo no había ido a Angola para tener una radiocasetera, que era donde se conseguía, o todo el mundo no se había ido a las repúblicas socialistas y traía un aparato de estos, un tocadiscos o qué sé yo. Entonces el entorno era musical obligatoriamente porque la gente cantaba; cuando quería oír música y no tenía radio, la gente cantaba, y cantaba entonces lo que le gustaba.

“Aparte de eso, si tenías radio en la casa, el radio no todo el día tenía señal, había horarios de transmisión, tanto de las emisoras nacionales como de las locales. Y a mí me despertaban todos los días oyendo rancheras mexicanas”.

“Entonces el entorno era musical obligatoriamente porque la gente cantaba; cuando quería oír música y no tenía radio, la gente cantaba, y cantaba entonces lo que le gustaba”.

Que es una música que se escucha mucho en los campos de Cuba…

“Se escucha mucho en los campos de Cuba. Si no, pregúntale a Augusto Blanca para que tú veas. Entonces, el entorno era musical obligatoriamente porque, además, a mi abuela le gustaba cantar. Y había un entorno musical, y yo jugaba a eso y me regalaron alguna guitarrita, pero no era nada serio”.

Eso te iba a preguntar: ¿la guitarra cómo llegó?

“La guitarra viene llegando en serio ya estando yo en la secundaria. Antes se entraba a la Vocacional desde séptimo grado; tú te ganabas el derecho a entrar por tu rendimiento académico. Y allí hicieron una convocatoria para un coro, y un muchachito, Fernando Estrada, me había oído cantar, y me dijo: ‘¿Por qué no entras al coro?’ Y entro al coro, y allí en el coro me topo con un grupo de niños también que tocaban instrumentos, algunos sabían música, algunos sabían solfear, algunos venían de escuelas elementales de música, y allí estaba Santiaguito Brito, que vive por aquí, y Osvaldo Ayala. Y esos dos me pusieron una guitarra en la mano por primera vez y me enseñaron a poner mi menor. Y ahí me cambió el mundo por completo.

“Entonces yo empecé a aprenderme acordes con la revista Somos Jóvenes, donde antes salían las posiciones de la guitarra. Las tablaturas, después supe que se llamaba así, que eran las posiciones.

“Y a los 14 años, cuando ya mi abuela y mi mamá se convencieron de que no iba a ser ni médico ni ingeniero, me regalaron una guitarra, una guitarrita Sindo Garay, que desgraciadamente no conservé, pero tampoco yo pensé que me iba a dedicar a todo esto así de lleno. La cambié por una camagüeyana, que era mejor, y la camagüeyana la cambié por otra con dinero por arriba, y así”.

“Yo empecé a aprenderme acordes con la revista Somos Jóvenes, donde antes salían las posiciones de la guitarra”.

Cuentan las guitarras las historias de vida. Todas cuentan una historia… La guitarra, ¿qué posibilidades le ofrece al Eduardo Sosa creador?

“Lo primero es que la guitarra no es difícil de transportar. Tú agarras una guitarra ahora mismo, que estás sentado aquí en este salón, y dices: ah, me voy para allí para detrás de ese edificio, te sentaste en el portal y allí descargas. Yo creo que lo más complicado es empezar a tomarle cariño a la guitarra y aprender a dominar determinadas cosas que hay en ella: afinarla, encontrar las cuerdas que te acomoden. Pero yo perdí todo esto, porque tocaba con cuerdas de acero y con lo que apareciera, ¿no? Y entonces la guitarra también tiene un detalle que algunos no lo notarán, o algunos tal vez sí, pero la guitarra es un instrumento que tú abrazas, y comienzas a tener una especie de interacción, de energía, con el instrumento. Fíjate, no le das golpes…”

Es como una mujer…

“O como un ser querido, para no meternos en esos líos, que después empiezan a…”

No, no, pero aquí no hay celos en el ambiente.

“No, no es por celos, yo sé; es una cuestión de género, etcétera, etcétera. Soy un guajiro que se ha superado mucho.

“Entonces fíjate que tú la abrazas y además, yo estoy seguro de que la guitarra de Augusto Blanca le suena de una manera, si la toco yo suena de otra, si la toca Silvio suena de otra. Es decir, tú llegas a tener una relación ahí; yo no sé cómo explicarlo de otra manera, pero realmente es como muy personal, muy íntima. Y, además, mira, cuando estás solo y tú puedes ponerle el oído así a la guitarra y empezar a rasgarla, comienzan a producirse unos sonidos que solo se dan en ese momento.

“Cuando estás en un grupo pequeño de personas, tocas la guitarra, sí, la tocas como siempre, pero suena de otra manera, que no es esa como cuando la abrazas; cuando estás en un público abierto, suena de otra manera. Y así; es decir, es como un ser vivo. Tal vez en la intimidad tú conversas con una persona de una manera, cuando hay tres o cuatro más, es de otra; y así sucesivamente. Y así mismo sucede con la guitarra; yo no sé si con otros instrumentos sucedería igual porque no toco otros instrumentos, pero con la guitarra sucede eso.

“Yo creo que lo más complicado es empezar a tomarle cariño a la guitarra y aprender a dominar determinadas cosas que hay en ella: afinarla, encontrar las cuerdas que te acomoden”.

“Y entonces, cuando tú empiezas a componer, ya sea inspirado en obras de otros, porque al final yo creo que uno no hace así: voy a empezar a componer canciones, sino que empiezan a llegar una serie de influencias, que uno dice, caramba voy a intentar, voy a probar, porque hay cosas que yo quiero decir que no las he encontrado en ninguna de las otras canciones que me sé y yo quiero decirlas, o aparece una noviecita a la que tú le quieres cantar, o una muchacha a la que quieres enamorar, o no sé, un amigo o lo que sea. El asunto es que comienza un intercambio de energías ahí que, claro, también lo acompaña el talento que tenga cada cual para hacerlo, las posibilidades que tenga. Uno comienza tocando la guitarra de una manera muy rudimentaria, y luego van suavizándose las manos y a la vez van siendo más enérgicas con el instrumento, y es todo un proceso de interrelación que, además, cada vez que tienes una guitarra nueva, tienes que comenzar de cero”.

Eduardo, ese momento de la composición musical es muy sui géneris en cada intérprete, en cada compositor; es algo muy particular, muy especial, como tú hablabas del proceso de intimidad con la guitarra. ¿Ella es como la base de lo que compones, o la música en ti es como en otros músicos, que empieza a sonar en la cabeza de alguna forma? ¿Y cómo cae el texto, cómo cae la poesía en ese momento? ¿Cómo se arma un tema musical que tú compones?

“A ver, yo no tengo una explicación concreta para eso, y yo creo que es muy difícil que un compositor la tenga así, en concreto; es muy complejo. Yo, que lo vivo, siento que sobre todo hay mucha angustia; aunque sea una canción que proponga felicidad, es un proceso de angustia, sobre todo la angustia de que quieres que quede bien.

“No tengo preparación académica; yo soy empírico, de la calle. Yo aprendí en la calle, aprendí en la Casa de la Trova, aprendí con los amigos que sabían, y sigo aprendiendo todos los días, cada vez que veo a Silvio, a Augusto o a cualquier otro tocando guitarra, yo tengo ya el entrenamiento para ni siquiera fijarme en sus rostros, sino automáticamente les miro las manos, a ver si hay algún acorde que no me sé.  Y cuando termino, todavía no se me ha quitado la picazón, voy y le digo: “Oye, estabas cantando tal cosa y pusiste este acorde así, ¿qué es eso? Ah, ¿y cómo lo pones?”. Ese tipo de actos todavía los conservo.

“Entonces, al menos en mí: a veces tienes la guitarra y comienzas a pasarle la mano a la guitarra, y haces ahí una secuencia de acordes que tú ni siquiera lo estabas haciendo conscientemente, pero te llama la atención. Y por ahí puede surgir una idea”.

“(…) a veces tienes la guitarra (…) y haces ahí una secuencia de acordes que tú ni siquiera lo estabas haciendo conscientemente, pero te llama la atención”.

Y esas ideas ¿las anotas, las escribes?

“Yo no, yo no”.

Eso está todo aquí, en la cabeza.

“Sí, sí. A veces se me ocurre algún verso y lo escribo, pero muy rara vez. Hay quien sí, incluso anda con estos aparaticos que conozco, y hacen ta-ta-ta-tá y lo graban. Yo he intentado hacerlo y me resulta como demasiado de oficio, me resulta como muy frío, muy pensado, muy calculado. Prefiero que esa ebullición allá adentro pues comience a dar vueltas y hay un momento en el que ya no aguanto más, y agarro la guitarra y un papel y me pongo a escribir. Me cuesta todavía trabajo escribir en la computadora”.

¿Y es de tirón?

“No, no, no, no siempre; hay un punto en que te trancas ahí: de aquí no me sale más nada. O de buenas a primeras, me llama Lirians y me dice: Hay que hacerle merienda a los muchachos. Y ahí ya…”.

¿Qué cosa es trovar?

“Mira, ese es un término francés, que yo no me voy a poner a dar la explicación científica y académica, pero eso viene de allá de Francia, del Medioevo, qué sé yo.

“Aquí en Cuba, trovar se les dice a muchas cosas, pero básicamente, lo que he aprendido con el tiempo es que trovar es un poco tratar de desnudar el alma, es tratar de compartir cosas que tú a veces no conversas con las personas, pero las tienes ahí y quieres decirlas, y entonces aprovechas y te refugias en una canción con un instrumento —que puede ser guitarra, piano, puede ser lo que sea—, y a partir de ahí te desnudas y haces pensar a los demás.

“Yo sigo creyendo firmemente que el arte no puede ser solo entretenimiento ni contemplación; para mí el arte tiene que proponer y tiene que ayudar a crecer a la gente”.

“He aprendido con el tiempo es que trovar es un poco tratar de desnudar el alma, es tratar de compartir cosas que tú a veces no conversas con las personas, pero las tienes ahí y quieres decirlas, y entonces aprovechas y te refugias en una canción con un instrumento (…) y a partir de ahí te desnudas y haces pensar a los demás”.

¿Ser trovador es una actitud ante la vida? ¿Es un modo específico de crear? ¿Ser trovador qué implica?

“Mira, lo primero: yo me identifico más con trovador que con cantautor, a mí no me gusta que me digan cantautor; cantautor era Juan Gabriel, o Julio Iglesias. No, con mucha seriedad, un momentico, ese hombre cantaba sus canciones, por lo tanto es cantautor. Y el trovador es eso de lo que hablábamos, tiene otra actitud con el arte, otra actitud con la vida, tiene otra actitud con la sociedad, es incisivo con algunos temas, le gusten o no al que está escuchando; pero, sobre todas las cosas, yo creo que también se arma de una personalidad con la que no solo se propone ser mirado y escuchado, sino también con la que debe proponerse incentivar a los demás y proponer crecimiento.

“Si tú le haces esa pregunta a cualquier trovador, cada cual va a tener una versión de qué cosa es un trovador. Y yo pienso que, por encima de todas las cosas, lo que no debe uno perder es la esencia de ser un ente activo en la sociedad, y no un tipo para llenarle la cabeza de pajaritos a la gente. Y aunque sí, también es bueno que se diviertan, que se entretengan, que cuando escuchen una canción tuya tal vez digan: caramba, qué hermoso, o qué bonito, porque cada cual tiene su manera de expresarse; pero lo que no puede suceder es que sea un ser indiferente a lo que lo rodea, y saber que lo que tiene como arma son la música y las canciones.

Hay dos elementos que empleas en tus composiciones y en tu música, que a mí me interesa sacarlos con una pinza y hablar de ellos aquí ahora. Uno es el carácter lírico del texto que escribes, que tiene un lirismo muy singular, muy eduardosociano, vaya. Y hay otro elemento que me interesa mucho tratar, que es tu fino sentido del humor, tu empleo del humor; aun en temas de una pasión amorosa extrema, hay algo de ironía, de humor, incluso de burla conmigo mismo.

“Bueno, voy a empezar con eso último. Yo soy así, irónico, me gusta achuchar mucho a la gente. La risa yo la necesito. Ahora, lo que sucede es que para hacer también una canción así, abiertamente para divertirse, para eso está ahí Jorge Díaz.

“Creo que el cubano como tal tiene un fino sentido del humor. Y cuando tengan la posibilidad de sentarse a conversar con otras personas de habla hispana de otros países, verán cómo nosotros decimos una cantidad de cosas de las que nos morimos de la risa, y ellos no entienden ni papa. Entonces, hay un sentido del humor que tal vez venga del esclavo africano, o de los delincuentes españoles que llegaron, que trataban de decirse cosas por detrás para que los demás no se enteraran, y se morían de la risa, y eso uno lo ha ido heredando poco a poco, genéticamente, no sé; pero el cubano tiene un sentido del humor bien a flor de piel. Fíjate que, incluso, cuando surge un humorista con un guion bueno, triunfa. Y aunque la gente vaya a divertirse con los que te dicen cuatro malas palabras y te ofenden y eso, saben que eso es una porquería; lo que pasa es que se están tomando cuatro tragos y están ahí.

“(…) por encima de todas las cosas, lo que no debe uno perder es la esencia de ser un ente activo en la sociedad, y no un tipo para llenarle la cabeza de pajaritos a la gente (…)”.

“El sentido del humor, la ironía, esas cosas que están por detrás, la picaresca, como quiera llamársele, yo creo que está en uno. Y soy una persona que anda a pie, literalmente, por los espacios, y vas escuchando a la gente.

“Yo recuerdo siempre que Formell decía que él sacaba las canciones del pueblo, que él no inventaba nada, que él lo que hacía era reunir una serie de elementos. Y yo, tal vez no sea ese el caso —porque tampoco me voy a comparar ni mucho menos con Formell, que para mí es uno de los dioses del Olimpo cubano, en términos musicales—, pero yo también voy por la calle recogiendo opiniones.

“Mira, nunca falta el toque social en mis canciones, nunca, aun en las canciones más tiernas, o que te parezca que no tiene nada que ver, búscalo, que hay un enfoque social, hay algún chiste. Va incorporado porque yo soy así, a mí me gusta hacer chistes, decir disparates. Los que comparten conmigo lo saben, que además utilizo mucho la ironía, sí”.

Por lo que puedo inferir que de la pasión y la ternura también está conformada esa otra línea de la que te pedí que me hablaras.

“Sí, porque, mira, cuando yo era muy pequeño, una vez hice algo, y mi abuela me castigó leyendo. Me dijo: Aquí tienes. Ella agarraba, se leía la primera página, y me decía: ‘Yo sé de qué va el libro. Léalo’. Y a mí aquello, lejos de molestarme, pues me apasionó. Realmente leo rápido, tengo el entrenamiento y me encanta leer.

“La poesía, que es esa parte lírica de la que me imagino que estás hablando, uno la va conformando poco a poco; pero, cuando yo tenía como 14 o 15 años, que fue el momento en que la guitarra empezó a dar vueltas en mí, a mí me prestaron el libro Que levante la mano la guitarra, que es la famosa entrevista que le hacen Rogelio Nogueras, Guillermo Rodríguez Rivera y Víctor Casaus a Silvio, y Silvio dice que él era muy vallejiano. Y dije: ‘Voy a buscar a Vallejo’.

“¿Qué pasa? Yo empiezo a sentir inexplicablemente —porque no sé explicarlo—, y yo me veo, de buenas a primeras, por los cafetales de Tumba Siete, cantando canciones de Silvio, cuando antes yo lo que venía cantando eran canciones de José José, Roberto Carlos, Los Pasteles Verdes, los Fórmula Quinta, eso, que era lo que se escuchaba y era lo que podía dar una noviecita. Entonces me veo cantando y tarareando canciones de Silvio, y me digo: ¿Por qué hago esto? Y me pongo a leer aquel libro, y aquel libro…

“Ah, y lo otro es que no entendía muy bien; me gustaba, pero no entendía lo que el hombre quería decir. Claro, venía del dos más dos. Y cuando veo que dice que le gustaba Vallejo, pues yo voy a buscar a Vallejo, y a Vallejo lo entendí menos que a Silvio. Y me doy cuenta de que hay una forma de escribir poesía que no era a la que yo estaba acostumbrado. Y la curiosidad es lo que empieza a llevarme ahí; me doy cuenta de que aquello me transportaba y me producía una satisfacción mucho mayor porque no era el típico —Silvio se burla de eso— ‘te quiero, mi amor; no me dejes solo, no puedo estar sin ti y mira que yo lloro’, sino que había otra: ‘Hoy viene a mí la damisela Soledad con pamela impertinente…’. Y yo decía: ‘Coño, esto me gusta más, ¿no?, porque además me obliga a pensar más, me obliga a buscarle un sentido’. Y, además, otra cosa que me llamaba la atención era que todo el mundo lo interpretaba de diferentes maneras; es decir, cada cual con una canción hace su historia, y eso abre un mundo de imaginación tan interesante que a mí me atrapó. Y desde ese momento pues comencé a leer poesía, todo lo que me leía, todos los contemporáneos, que después fueron mis amigos por suerte aquí en Cuba, empezando por Teresa Melo, que es una de mis grandes hermanas. Empecé a leérmelo todo; todo, todo.

“El lirismo ese que puede haber ahí en mis canciones, viene del cúmulo de lecturas al que yo me he sometido muy gustosamente”.

“Cuando yo terminé el preuniversitario, me había leído todo lo que existía de Hemingway hasta ese momento, al menos que estuviera a mi alcance; cuando yo comencé la Universidad, los muchachos estaban en su… y yo también, pero siempre tenía un libro que comentar. Y una de las cosas que a mí me llama la atención hoy es que, cuando tú vas por la calle, ves pocos jóvenes con libros. Es verdad que están todas las nuevas tecnologías, pero cuando te sientas a conversar con ellos, es difícil que tú encuentres algunos comentando un libro.

“Y el otro día me hacían una especie de entrevista y había unos trovadores, y yo decía: ‘Mira, nosotros, antes de empezar a cantarnos, en una época, en los noventa por ahí, en la que andábamos por ahí, el Trío en Serie, todo un grupo de amigos, casi todos nos preguntábamos: ¿Qué te estás leyendo?’ Y hacíamos prácticamente una tertulia, hablábamos de esos libros, qué sé yo: estoy leyendo tal cosa, a mí me gusta este, a mí no me gusta aquel; me leí este último de García Márquez y no me gustó; ah, pues, mira, a mí sí. Ese tipo de cosas se ha perdido un poco.

“Entonces, al final, el lirismo ese que puede haber ahí en mis canciones, viene del cúmulo de lecturas al que yo me he sometido muy gustosamente”.

¿Qué tomas de la vieja Trova tradicional cubana?

“Defiendo mi creencia, de verdad, de que la trova es una sola. Y yo veo mucha similitud, salvando las influencias que pueda haber histórico-sociales de cada cual; veo mucha similitud entre las canciones que hacía Sindo Garay y las que hace Ariel Barreiros. Lo que cada cual tiene una época en la que vivió, una influencia. En fin, Sindo era maromero y todas esas cosas, y Ariel es relojero, fue hasta hace poco el relojero de Aguada de Pasajeros.

“Ahora, las canciones de la trova tradicional, melódicamente, eran más ricas; no en todos los casos, pero la armonía era también más compleja. En cada una de las etapas ha habido gente que marca un hito, o que sencillamente da un salto mayor al de los demás. Todo el mundo coincide en que Sindo Garay revolucionó un modo de hacer la canción en un momento determinado, sobre todo musicalmente, porque la mayoría de los textos de Sindo Garay eran poemas que musicalizaba. Todo el mundo entonces se queda muy apasionado con los giros melódicos que hacía Corona, con la amplitud tremenda de Matamoros, que para mí —con perdón de los demás—, para mí Matamoros es el tipo; siempre defiendo eso porque era el hombre que te cantaba ‘La cocainómana’ y te cantaba ‘El juramento’, de un extremo al otro, con una dignidad y una calidad tremendas.

“Entonces yo creo que de esa trova tradicional heredé una buena cantidad de cosas, que hoy afortunadamente todavía conservo en mis canciones.

“Todo el mundo coincide en que Sindo Garay revolucionó un modo de hacer la canción en un momento determinado, sobre todo musicalmente, porque la mayoría de los textos de Sindo Garay eran poemas que musicalizaba (…)”.

“Me fugaba de la Vocacional. Los muchachos sacábamos punta a los lápices en la escuela con los bisturíes, y yo agarraba un bisturí y les zafaba las paticas a los espejuelos. Uso espejuelos desde los 13 años. Les zafaba las paticas a los espejuelos, iba para la dirección y le decía al director: “Se me rompieron los espejuelos, necesito ir a Santiago a que me arreglen eso.” Y por supuesto, enseguida me daban pase. Había una guagua que llegaba hasta la Plaza de Marte, y de Plaza de Marte tú bajabas un par de cuadras y ahí había una óptica, y yo echaba mi tornillito en un papelito, con mi bisturí y, cuando me bajaba de la guagua, me sentaba en cualquier parquecito, ponía mi tornillito en los espejuelos y me iba para la Casa de la Trova.

“En la Casa de la Trova —que afortunadamente la remodelaron otra vez bastante parecido a la original—, hubo un momento en que —no quiero que se me olvide eso— hasta pusieron un letrero que yo veía cuando era niño, en la cantina, que era muy chiquitico; como era un espacio tan pequeño, la gente iba a pedir un trago, y pusieron un letrero que decía: tócate y despega. Tú llegabas, te ‘sonabas’ un trago, y te decían: despega, despega ya. Todo eso lo reconstruyeron gracias al trabajo sobre todo de Lescay y de un fotógrafo italiano, que conservaba fotos prácticamente de todos los rincones de la Casa de la Trova.

“Entonces yo me metía detrás de un parabán, que hoy lo ponen ahí también y lo abren solo cuando hay bastante gente; me metía detrás de ese parabán, y ahí yo vi tocar a Compay Segundo, a Maduro, a todos los ‘caballos’ de la trova.

“Ahí había unos viejecitos, que tú llegabas y llegaban unos tipos y le decían: ‘Mira la canción que hice anoche, hazme el segundo’. Sin haber oído nunca la canción, le hacían una voz segunda. Por eso se ha generado el estilo ese de que a veces tú eres la segunda voz —que además es precioso hacerla, cuando tú te aprendes el caminito para hacer segundas voces es una cosa impresionante, no quieres cantar más de prima—, y entonces tú sientes que vas como detrás, como si no supieras la letra, o que lo haces como para hacer un contracanto; y es que la tradición venía de ahí, del hecho de que había tipos especializados en hacer las voces segundas. Todo eso lo vi yo ahí. Por lo tanto, aunque me propusiera cantar como José José, estaba viendo todos los días a aquellos viejecitos cantando la trova tradicional, y eso a la edad de 13, 14, 15 años, va para ahí, aunque tú, cuando salieras de allí, te fueras a cantar o a dar brinquitos con Michael Jackson con los socios en la recreación de escuela. Eso yo lo estuve bebiendo durante mucho tiempo, y aún lo hago”.

LA CULTURA ES COMO LA CAPA DE OZONO

“Cuando tengo la posibilidad de hablar con los más jóvenes, que ellos mismos a veces me dicen: ¿qué tú crees de esto?, yo se las canto como la pienso y ya, porque, además, lo hago incluso para defenderme a mí mismo, para poder dormir tranquilo, sin ningún tipo de problemas, porque cuando me quedo con algo trabado ahí en el disparador me puede subir hasta el azúcar, y entonces yo prefiero soltarlo.

“A mí lo que me sucede es que he tenido la dicha de poder intercambiar abiertamente y con una confianza tremenda prácticamente con todas las generaciones, no solamente de artistas, sino de pueblo en general. No son pocas las veces que he llegado tarde a los lugares porque me quedé en una esquina conversando con un desconocido que me saca el tema, jóvenes o no.

“El tema de la cubanía es algo que tú no puedes armarlo. Cuando tú armas un personaje y además un personaje para representar un país, estás siendo falso; un país o un colectivo se hace fuerte porque sus individuos son originales y dicen las cosas tal y como las piensan, ¿no?; de lo contrario, no funcionaría.

“A mí me preocupa mucho mi país, como a todos. Mira que el Período Especial estuvo jodío, al menos yo lo sufrí inmensamente; a mí el Período Especial me agarró en la universidad. Y siento que estamos atravesando un momento más complejo que aquel”.

“A mí me preocupa mucho mi país, como a todos. Mira que el Período Especial estuvo jodío, al menos yo lo sufrí inmensamente; a mí el Período Especial me agarró en la universidad. Y siento que estamos atravesando un momento más complejo que aquel. En aquel momento, el problema era conseguir comida, ahora hay que conseguir muchas más cosas que comida, no solo materiales, estoy hablando del tema espiritual.

“Hay un grupo de cosas que suceden con las que se está desvirtuando y se está dañando inmensamente al menos a dos generaciones. Creo firmemente que los que dirigen este país deben conversar más con el pueblo, deben aparecer más, y decirnos: pasa esto, por muy malo que sea. Creo que la gente que está dirigiendo la cultura debe preocuparse un poco más por una serie de situaciones que están a flor de piel y no se toman decisiones para tratar de frenarlas, o al menos de mejorarlas; los que están en el mundo de la música, lo mismo. Y siento que la Asociación Hermanos Saíz, al menos en la etapa que yo pertenecí a ella, me brindó la posibilidad de todas esas inconformidades volcarlas, decirlas, discutirlas.

“A veces no existen los espacios adecuados para que la gente se exprese. Y, además, a veces hacer catarsis, sentarnos aquí nosotros y decirnos cuatro cosas, no va a resolver nada, y entonces la gente dice: bueno, ¿para qué?

“Me preocupa culturalmente el país porque yo siento, creo y estoy totalmente convencido de que la cultura es como la capa de ozono; el resto de las cosas terribles que pueden influir dentro de la sociedad, la cultura es la que está encargada de nivelarlas; no la cultura como arte, como entretenimiento, sino la cultura como un todo: cómo me visto, qué como en mi casa, con qué juegan mis hijos, qué hacen en el tiempo libre. Todo eso forma parte de la cultura de un país. Y desgraciadamente, la economía es como el hueco ese en la capa de ozono. Desgraciadamente todo ha empezado a regirse por la economía, y los paradigmas de los muchachos suelen ser los tipos que triunfan económicamente. Y eso comienza a deformarlo todo.

“Es verdad que hay gente que ha triunfado económicamente y son un paradigma culturalmente, y eso es bueno. Ahora, lo que yo siento es que hay tanta incertidumbre y estamos tan necesitados de hablarnos de frente y decir las cosas tal y como son, que tal vez el silencio ha ido creando una determinada desidia de parte y parte, y eso da al traste con muchas cosas. Esa es mi gran preocupación.

“Hay un grupo de cosas que suceden con las que se está desvirtuando y se está dañando inmensamente al menos a dos generaciones. Creo firmemente que los que dirigen este país deben conversar más con el pueblo, deben aparecer más, y decirnos: pasa esto, por muy malo que sea (…)”.

“Sin embargo, ese tipo de cosas me preocupan, pero no me quitan el sueño, porque yo siento que como mismo los cubanos somos una gente pícara, etcétera, etcétera, como hablé ahorita del tema del humor, en esas cosas también somos inteligentes, y encontraremos cómo darle solución a la jugada.

“Yo me siento cubano, y eso lo encierra todo: cubano. Y me siento cubano por una cultura, no por una ideología. Te define cubano tu cultura. Mira, dice Guillermo Rodríguez Rivera, en el prólogo al libro Nosotros los cubanos o por el camino de la mar, que él cita a Cintio Vitier, y Cintio Vitier dice: “La nación es un hecho, la Patria es un misterio” y yo trato por todos los medios de no desentrañar todos los misterios; porque un poquito de mística también es bueno llevarla a una palabra tan grande, que no sabría definírtela: Patria.

“Cargo con mis misterios y mis mitos a dondequiera que voy, a lugares tan raros como Mongolia. Y de buenas a primeras, verte montado en un camello en un desierto en Mongolia, y en vez de decir: mírame aquí en Mongolia, uno dice: al machete, corneta. Entonces ese tipo de detalle el cubano siempre lo lleva. Es muy difícil ver a un cubano desnaturalizarse por completo. Y si no, fíjense en la cantidad de gente que vive fuera del país, que todos conocemos y por muchos años que lleven lejos no deja de gustarles el arroz con frijoles o el platanito maduro frito.

“Por ejemplo, te voy a hacer una historia que es real, aunque es un chiste. Andaba Irakere de gira por Suecia, y allá arriba se encontraron a un “tigre”, que dicen que todavía ‘El Billi’ es famoso entre los músicos que viajan a menudo por esa zona por allá. Y ‘El Billi’ empieza a hablar con la gente de Irakere, con César López, Carlos del Puerto… Y empieza el tipo a decirles: ‘Mi hermano, yo sí estoy en talla con Cuba, yo estoy al día, yo me sé todo lo que pasa en Cuba, que esto que lo otro, yo supe no sé qué más’. Estamos hablando de los años ochenta y pico o principios de los noventa, y dice: ‘Por cierto, ¿qué es de la vida del Benny?’ Ese tipo sigue viviendo con Benny Moré, no le da la gana de tener al Benny como una cosa muerta, como un ser humano muerto.

“Entonces eso, de cierto modo, a mí mismo me define: yo cargo —como te decía— con mis muertos y mis mitos adondequiera que voy”.

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