Dos príncipes con luz
Una auténtica tragedia en el término estético resulta Los dos Príncipes, el estreno como dramaturga de María Laura Germán en su propia agrupación, presentado el 28 de enero, en homenaje al nacimiento de José Martí, por Teatro de Las Estaciones, con puesta en escena de Rubén Darío Salazar.
Un espectáculo que se articula dentro de los lenguajes novedosos y renovados de la dramaturgia para niños, que rehúye las fórmulas que encasillan “sin salida” a la especialidad.
Los dos príncipes “es un romance entre luces y sombras a partir del poema de José Martí sobre una idea de Helen Hunt Jackson”, traducidos los versos de la norteamericana por el poeta Israel Domínguez.
Pero, ¿a qué nos enfrentamos como público cuando la admiramos en la sala Pepe Camejo? A un espectáculo complejo y difícil, que desde el mismo estatuto textual se mueve con inteligencia, mediante un diálogo en verso o coloquial, siempre dramático, profundamente lírico.
Son duras, lacerantes y trágicas, las intervenciones del Pastor, interpretado por Yerandy Basart, con una voz que tiene hermosos registros graves.
Lo ideológico, entiéndase las ideas que promueve la puesta con sutileza, están cargados de numerosos referentes, de multifuncionalidades y de diversos signos.
Lo narrativo y lo lírico, sustentan una fuerte visualidad, que apela al teatro de sombras como protagonista, donde en otros espectáculos es solo circunstancia.
La belleza, lo cruel y cínico del mundo medieval, ahora con un sentido contemporáneo, es transmitido de manera eficiente, con recursos aparentemente sencillos, pero de una compleja factura.
La historia de príncipes, pastores y castillos, no es para nada edulcorada, como pudo haber sucedido si los procesos creativos se hubieran apartado de la búsqueda y la investigación; por eso son auténticamente trágicas, con elementos perceptibles del género romántico y de aventuras.
Si el diseño gráfico del joven Vicente Enríquez Landín, reinvenciona el mundo que aborda Los dos Príncipes, el diseño escénico del maestro Zenén Calero se aleja visualmente de sus anteriores trabajos, y se nos presenta como siempre, renovado, apropiándose de códigos medievales, con un cromatismo que se mueve entre el ocre y el dorado; más una iconografía, en que se puede releer las historias de castillos y príncipes, lejos de la visualidad de otros espectáculos sobre el tema.
Si meritorio es el trabajo actoral de todo el elenco por el manejo de la voz, que incluye el canto en vivo con profesionalidad, es un deber destacar el amplio equipo de colaboradores que contribuyen a lograr esa excelencia. La música original y el arduo trabajo de entrenamiento vocal de Reynaldo Montalvo; la coreografía de Lilian Padrón, que refleja en movimientos y gestualidades un espíritu acorde a la época abordada, así como la exigente labor de los técnicos de luces y el taller de costura y realización, pues logran exquisiteces con el conocimiento de la funcionalidad, la belleza y el sentido dramático que la puesta requiere.
Los dos príncipes es una historia palpitante, excitante y sutil. Un acierto más en la trayectoria constante de un grupo que no descansa, y sigue adelante para enaltecer la escena cubana.