En una exploración a los dos últimos personajes de Lola Amores se prueba cuán discordantes son uno del otro, así ambas historias: Una noche con los Rolling Stones (Patricia Ramos, 2023) y La mujer salvaje (Alan González, 2023), estén desarrolladas desde un contexto que gira alrededor, entre tantos otros asuntos, de la maternidad en dos entornos que, puesto en similares concepciones semánticas y semióticas, van de un extremo al otro. Sin pretender colocar en tela de juicio y comparaciones dos obras dispares y particulares.
Estos dos roles difieren de múltiples maneras, en su forma de proyectarse, su manera de pensar e, incluso, en los gestos. Ambos son dos caras distintas de una misma moneda, cuando se percibe esta desde los avatares por los que pasan dichas madres como tema central, con sus sobreentendidas diferencias.
En La mujer salvaje Amores encarna a Yolanda, una hembra barriobajera con malas pulgas, capaz de maltratar y ser maltratada en dondequiera que pase. Esta recorre toda la ciudad en busca de su hijo, quien la desprecia por ser ella como es y los problemas que la persiguen. En la otra, Una noche con los Rolling Stones, la actriz interpreta a Rita, una cuarentona que se siente carente de libertad por sus circunstancias y las personas con que se relaciona, una de estas su hijo que quiere desesperadamente emigrar y no le conceden el permiso.
Se dice que los personajes parten de las vivencias personales de sus creadores, de lo que ven o experimentan, para después ser insuflados por la imaginación hacia alcanzar un resultado específico con voz propia. En dichas películas, estas mujeres tienen un estilo diferente de proyección, lo que exalta el trabajo excepcional de Amores para diseñar dos roles con disímiles registros.
En Yolanda, un típico ejemplo de cuban trash, se decodifican las carencias de una mujer desgastada por la sociedad en que vive, la que sirve, además, como testimonio de una ciudad en detrimento que conspira en su contra.
Marianao es un campo en que toman protagonismo el rumor, los vicios y el abandono. Es recreado de cara al espectador a modo de territorio en guerra, en el cual Yolanda batalla con el mundo con tal de salir airosa en la búsqueda de su hijo, quien a fin de cuentas termina siendo el depósito de todos los malestares de su madre y, a su vez, su fuente de calma entre el caos.
En Rita, por otra parte, el manejo de sus conflictos se configura de forma más taimada, pero profundiza en las vulnerabilidades de una mujer ahogada en sus circunstancias. El concepto de pérdida tiende a pulular entre las escenas, tratado desde perspectivas que poco a poco han transformado la personalidad de la protagonista en el filme de Ramos.
La transición entre relaciones, lidiar con una muerte anunciada y la comunicación, no del todo sana, con el resto de sus coterráneos hacen de Rita un personaje incompleto, carente de seguridad y en busca, siempre, de un soporte en el que hallar algo de felicidad y estabilidad. Cuestión que se le dificulta y le produce inconformidades.
En Una noche con los Rolling Stones, la ciudad juega un papel distinto, aunque también cuenta su deterioro como elemento simbólico que acompaña la narración del relato. Rita ahoga sus penas en la ciudad con cada paseo, encuentra en ella un reflejo a sus sentimientos y pesares, una transmutación necesaria de sus estados emocionales sin respuesta, los que ella no logra exteriorizar en palabras.
Son dos contextos que no incurren en la constitución de aquellas madres nefastas de la literatura griega, pero en el caso específico de los filmes en los que participa Amores, sí están a merced de su entorno, el cual modifica sus actos y la sensibilidad hacia el entendimiento de su propia vida.
Ambos papeles comparten una misma ciudad, pero le otorgan dos visiones diferentes, cargadas de una poética singular. Sus contextos inciden sobre sus percepciones y movilizan sus inquietudes. Rita y Yolanda se configuran a partir de su interacción con las inmediaciones de La Habana y su gente, los que condicionan su desarrollo en el metraje. Estas se adaptan y crecen en su entorno.
La construcción de los personajes toma del ambiente sus modulaciones, una, Rita, con respuestas más dóciles para/con su dilema, y la otra por medio de la violencia a la cual está acostumbrada, pero que se va apropiando de los pocos rasgos sensibles que la acompañan, mostrando una cara diferente a la rudeza con que es dibujada desde un inicio.
Al margen de los contextos, los dos roles de Amores cuentan con una singularidad que ahondan en sus personalidades y vivifican sus penas. En ambas películas, se ven acompañadas por bolsas y bultos, los que se traducen como representantes simbólicos de los lastres que cargan sobre sus hombros.
Dichos símbolos sugieren los modos que tiene el ser para resignarse a sanar, quien en su peregrinación por la ciudad está condenado a vagar en recordatorio de sus pesares, por un camino obstaculizado, así mientras avanza la trama estos vayan desapareciendo.
Rita y Yolanda son dos personajes bastante completos en su concepción. Comparten la maternidad en una arista social compleja y diferente que posibilita que el espectador, al visionar las cintas, tenga una mirada disonante con la realidad a la que quizás está acostumbrado, la que potencia el sentido de identidad que llega a poseer el papel con su audiencia.
Aunque las películas están narradas, por obvias razones, desde diseños separados, canalizan una manera de vida citadina que mora en la actualidad cubana con un discurso auténtico por parte de los person