Diversidad y esperanzas
Han pasado algunos días desde que concluyeron las sesiones del más reciente Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Las intervenciones, que fueron numerosas, nos mostraron una vez más lo diverso de esa masa de creadores que integran la organización. Miradas al hoy, al ayer, al mañana, y hasta a lo imposible realizable, se sucedieron en exposiciones sobre la operatividad institucional, la necesidad de lanzar nuevas visiones sobre algunas pautas —conservando las esencias—, y la descolonización cultural desde las herramientas y alternativas que posee la cultura.
La Asociación de Escritores analizó profundamente aspectos relacionados con la efectividad del sistema editorial y las renovaciones que demandan algunos de sus programas para desterrar la autocomplacencia con lo cuantitativo y centrarse en estrategias que expandan lo cualitativo; la circulación más eficaz y abarcadora, ceñida no solo al libro tradicional, sino también a crear un ambiente crítico, de manera que los estudiosos dispongan de una visión panorámica del estado de la literatura en toda la nación. El libro electrónico también ocupó espacio en los intercambios.
Algunas políticas culturales inclusivas de inicios de siglo trajeron como consecuencia la ampliación desmesurada de los catálogos, asociada a una circulación que muchas veces no trascendía los límites de dos o tres provincias, o incluso de una sola. La actual descentralización de los modos de comercialización, unida a la creación de grupos de expertos para hacer las solicitudes de títulos en cada provincia, podrían ser, de inicio, la solución de ese viejo problema de los libros “invisibles”, que han prestado el flaco servicio de engordar currículos territoriales, muchas veces sin que lo publicado se corresponda con una calidad media y cuya cota resulta cada vez más difícil de trazar precisamente por la falta de una adecuada atmósfera crítica.
Otro fenómeno que se analizó —asunto de vieja data— fue el modo en que los críticos (que son los propios escritores) aprovechan los espacios existentes, de donde fueron desterrados radicalmente los análisis objetivos para dar paso a la complacencia de la reseña laudatoria. Constituye este, a mi modo de ver, un nocivo problema estructural en la dinámica literaria del país, pues los recortes al diarismo, la desaparición de los suplementos culturales de los periódicos y el espaciamiento de la periodicidad de muchas revistas —rémora del período especial— hicieron inviable la inmediatez y el trabajo sistemático de los críticos, de manera que los textos elogiosos de uso promocional en las presentaciones devinieron reseñas.
Se habla mucho de la pérdida del lector, y entre las muchas causas figuran la falta de una crítica sistemática y analítica, la orfandad de lectores en la recepción de lo producido, y la distancia existente entre los proyectos de las instituciones educativas y la literatura producida en el país. Aun cuando en algunos territorios se realizan encuentros y el Instituto Cubano del Libro (ICL) organiza anualmente el Festival Universitario del Libro y la Lectura, este evento se limita solo a unos pocos días, mientras que en el resto del año no se concretan muchas acciones sistemáticas.
Se habló mucho, y bien, sobre las estrategias del ICL para remontar las deudas editoriales y poner al día los planes. Se dejó claro que se trata de un proceso gradual, y que estos no podrán ser, en lo cuantitativo, de la misma magnitud que los hasta aquí ejecutados. El encarecimiento del papel y los insumos oficia como limitante.
La renovación de la tecnología de las casas del Sistema de Ediciones Territoriales fue otro de los aspectos tratados, sobre todo en lo referente a la encuadernación con la tecnología Risograph. Dicho programa, con alternativas que van más allá de la logística nacional, ha logrado consolidar proyectos que compiten en igualdad cualitativa y promocional con lo producido por las llamadas “editoriales nacionales”. Unos pocos ejemplos son La Luz y Holguín; Matanzas y Aldabón (de las provincias homónimas); Capiro y Sed de Belleza, de Villa Clara; Cauce, de Pinar del Río, y Ácana, de Camagüey.
“El nuestro es el camino justo e inteligente para poner sobre el mapa geopolítico mundial una alternativa viable de conservación de los valores que la humanidad ha legado en su largo quehacer”.
Con particular fuerza se habló de la necesidad de que nuestra literatura de corte histórico-social —y también la de otro carácter— insista e interactúe, desde sus códigos expresivos y lúcidamente, con el proceso descolonizador y alternativo a la globalización neoliberal que se difunde en las redes sociales y otros medios. Quedó claro que debemos enfrentar, con énfasis en el diálogo con los jóvenes, la certeza de que el nuestro es el camino justo e inteligente para poner sobre el mapa geopolítico mundial una alternativa viable de conservación de los valores que la humanidad ha legado en su largo quehacer.
Fue estimulante sentir en el Consejo Nacional de la Uneac, casi como una voz única, el clamor por una cultura cada día más inclusiva, reflexiva y pugnaz contra quienes, a la luz de las dificultades actuales, pretenden cortarle el paso a la idea de que el socialismo contiene todas las potencialidades y propicia todas las esperanzas para el desarrollo de quienes padecimos el colonialismo, el neocolonialismo y la arremetida de la barbarie desde la ligereza con que el dinero pretende perpetuar la desigualdad valiéndose de una cultura consumista y vacía. La imposición de los muchos modelos de éxito espurio con que el gran vodevil de “famosos” expone su discurso de odio y exaltación de la individualidad está muy lejos de la cultura para el crecimiento humano que queremos fomentar como nación que dialoga con quienes comparten con nosotros historia e ideales de justicia social.