Como parte de los procesos de salvaguarda y viabilidad de los elementos del Patrimonio Cultural Vivo que se genera en las comunidades cubanas; continuando además con la necesaria estimulación de aquellas expresiones centenarias, nos ocupa hoy reconocer a una de las familias portadoras que han mantenido a través de varias generaciones, durante un siglo de existencia, un legado imperecedero de estirpe franco-haitiano en la cultura cubana. Nos referimos a la agrupación portadora tunera y de la cultura cubana Pétit Dancé, la cual se encuentra celebrando durante 2025 sus cien años.

En lo personal siempre ha sido de las agrupaciones tradicionales de la cultura cubana que valoro por su sentido de perdurabilidad y resistencia cultural. Recuerdo cuando los conocí en un Festival del Caribe en la década del 80, y desde entonces hasta la actualidad he mantenido hacia ellos lazos de solidaridad y respeto, lo mismo por sus respectivos líderes como por los demás miembros cultores de dicha agrupación.

Sin duda, una parte importante del poblamiento histórico de Cuba ha estado constituida por inmigrantes de la región del Caribe, desde el período colonial hasta nuestros días.

Sede de la agrupación con el nombre de quien fue su fundadora y Mambó mayor: Silvia Hilmo Sarduy (Titina).

Al respecto, en su libro Componentes étnicos de la Nación cubana (Edición Adagio, pág. 88), Jesús Guanche expresa lo siguiente:

“Desde el punto de vista geográfico, económico y cultural, el Caribe abarca el conjunto de pueblos que habitan junto al mar del mismo nombre, incluido El Salvador, desde el sur de Estados Unidos de América, México hasta el nordeste de Brasil, todas las Antillas Mayores y Menores, junto con las Islas Bahamas al norte (Dembicz, 1979:29; y Guanche y López, 1979:28-29). Esta importante área ha sido denominada también el Mediterráneo americano, por la constante confluencia dinámica de procesos socioculturales que de un modo u otro influyen en los diferentes países de la región y en el resto del hemisferio occidental.

“No es posible realizar, operativamente, una valoración exhaustiva, de tipo etnodemográfica, de los procesos migratorios del Caribe continental hacia Cuba a la luz de los datos estadísticos, pues las fuentes escritas no siempre hacen distinción del área o lugar específico de procedencia de los inmigrantes y se limitan solo a señalar el país en su sentido global. A pesar de ello, si tomamos en consideración la información que aportan los archivos parroquiales durante el período colonial podemos establecer tendencias globales durante el siglo xix en este tipo de inmigración, lo que contribuye a la delimitación de zonas de procedencia. [1]

“En primer lugar, se observa un flujo y reflujo constantes de familias desde la Florida, tanto durante el período en que este territorio era colonia de España y su gobernación radicaba en La Habana, como cuando pasa a formar parte de los Estados Unidos de América en 1821. Incluso, durante la primera mitad del siglo XX, este proceso migratorio se mantiene como hecho consustancial a una movilidad demográfica por motivos económicos y/o políticos…”.

Los integrantes de la agrupación reunidos en el patio del bohío familiar de la familia de los Holmos en Las Tunas.

Específicamente el grupo en cuestión que homenajeamos, el músico-danzario portador de estirpe franco-haitiano Pétit Dancé, se caracteriza fundamentalmente por la práctica del Vodú. Localizado actualmente en Las Tunas, surge en el año 1925 como parte de los procesos migratorios conocidos como la oleada de balseros llegados desde el Caribe insular de habla francesa.

Según cuentan, es en el año 1917 cuando llega a Cuba, procedente de Okay, en Haití, Julián Hilmo Lansé en busca de trabajo, instalándose y creando asiento en la comunidad conocida como Deleite, ubicada en Banes, provincia de Holguín. Pasado un año conoce a Marina Eliat Sandy Nagot, con la cual mantiene matrimonio en el lugar conocido como Dumoy (en la misma localidad de Banes). Posteriormente, en 1920, se trasladan hacia el pequeño poblado de Meriño, un batey del central Manatí, en la hoy provincia de Las Tunas, donde nacieron sus cuatro hijos: Silvia, Ramón, Sansón y Antonio.

Presentación durante la Jornada Cucalambeana, en Las Tunas.

Todo comienza cuando en 1925, hace exactamente 100 años, nace entonces su primer hijo (Antonio), lo cual propició la celebración del primer ritual, que contó con la participación de los demás vecinos de la comunidad de haitianos que residían en el sagrado lugar, y dio paso después a diversas representaciones músico-danzarias, sobre todo los días festivos y fines de semana. Ello propició el surgimiento de un grupo tradicional que se dedicaba a la práctica de todo un repertorio franco-haitiano, surgiendo así el grupo llamado La Fle (La Flor). De este modo Marina comenzó a impregnar en sus hijos esa creencia que los ha acompañado a lo largo de todos estos años. Los hermanos Hilmo-Sandy se casan y así crece la familia, destacándose en particular la de Silvia Hilmo (Titina), que cuyo matrimonio con Joaquín Martínez, hijo también de haitianos, nacen cuatro hijos: Martha, María Luisa, Elpidio y Luis.

Al morir Marina en 1963, queda en su lugar la siempre reconocida como su líder, la gran Titina, que desde entonces y hasta su muerte en septiembre de 2008 dirigió el grupo desde el año 1977 cambiando el nombre por el de Pétit Dancé (Pequeña Danza).

Presentación durante la Fiesta de la Cubanía en Bayamo, Granma.

Este grupo es un fiel seguidor de las tradiciones franco-haitianas, las cuales representan principalmente a través de: Fiesta del Vodú en homenaje a los loas (dioses) en fin de año (23 al 25 de diciembre) y la siempre reconocida Fiesta del Gagá con su Bandé Rará en Semana Santa.

Los cantos y bailes están relacionados con acontecimientos de la vida cotidiana como el amor, el trabajo, la familia y la tierra sin sufrir transformaciones. La música es de tipo ceremonial y popular. Para ejecutar su música y bailes emplean instrumentos diversos y construidos por los propios músicos de forma artesanal, los cuales se utilizan según la ceremonia a desarrollar. Estos instrumentos son: Bassin, Tatú, Tambué, Laubí, Tria-án, Catá, Pito, Bostón, Caolín, Tambores radá, Chacha y acordeón.

Según el Atlas Etnográfico: cultura popular tradicional, obra cumbre de la antropología cultural, realizada por parte del Ministerio de Cultura y Premio Nacional de Investigación de la Academia de Ciencias en Cuba (1997):

Los haitianos llegados a Cuba en el siglo XX se asentaron principalmente en la región oriental (Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo). Sus danzas, todavía practicadas por grupos tradicionales de haitianos y sus descendientes, comprenden manifestaciones de carácter laico y religioso, asociadas a cantos de trabajo y otras que consideramos con doble acepción al ser utilizadas en ambas festividades. Actualmente, se destaca, en el período de la Semana Santa, la práctica del Bande-Rará o Gagá, que recorre los bateyes donde residen los haitianos y sus descendientes en algunas provincias como Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas y Santiago de Cuba…

Para la cultura cubana este grupo portador de tradiciones franco-haitianas constituye una joya que atesora el Patrimonio Cultural de la Nación.

Mientras cuando vamos a los estudios cartográficos correspondientes relacionados con las danzas de los inmigrantes haitianos del siglo XX, podemos enumerar una serie de bailes tradicionales traídos desde Haití por aquellos que se asentaron en la zona oriental de la isla, clasificados en cuatro grupos: laicas, rituales de los cultos, asociados a los cantos de trabajo y aquellos con doble motivación. En este sentido, además del gagá ya mencionado, se destacan: el ibó, nagó, el mandá, el sabonet y el mazún, entre otros.

Lo cierto es que para la cultura cubana el grupo portador de tradiciones franco-haitianas constituye una joya que atesora el Patrimonio Cultural de la Nación, convirtiéndose en una de las expresiones más distinguidas y reconocidas en su gremio en el territorio nacional.

Han obtenido los siguientes reconocimientos y distinciones: diplomas por 10, 15 y 25 años en el Movimiento de Artistas Aficionados al Arte. Reconocimiento por el aporte a la Cultura Cubana. Medalla del Movimiento de Artistas Aficionados (mérito artístico) 1997. Réplica del Machete del Mayor General Vicente García 1997. Reconocimiento por el centenario de (Juan Marinello) 1998. Tarro del fuego. Festival del Caribe, Santiago de Cuba 1996. “Premio Nacional de Cultura Comunitaria”. 2001. Premio Nacional “Memoria Viva”. (2000). Réplica de la Pluma de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo. Placa José María Heredia. Festival del Caribe. 2007.


Nota:

[1] De 1986 a 1990 hemos obtenido información en los archivos parroquiales ubicados en las provincias de Pinar del Río (1), Ciudad de La Habana (3), La Habana (1), Sancti Spíritus (2), Camagüey (1), Holguín (1) y Santiago de Cuba (1), en cuyos libros de “blancos” o “españoles” aparece la inmigración residente del Caribe continental e insular. Véase Guanche, 1990:109-118.