Como parte de los procesos de estimulación a las expresiones y manifestaciones del Patrimonio Cultural Vivo, sus prácticas y sus portadores que se generan en comunidades cubanas en el 2024, nos encontramos una festividad popular tradicional centenaria que forma parte de un elemento declarado unido a 17 elementos más de su tipo; Patrimonio Cultural de la Nación (2013) y Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco (2018), la cual está celebrando su 130 aniversario; se trata de las Parrandas de Zulueta, poblado perteneciente al municipio de Remedios, provincia de Villa Clara.

Bautizada la comarca zulueteña como la “Villa de los Molinos”, además tierra de grandes artistas reconocidos, como Carlos Enriquez, Zaida del Río, Ricardo Riverón, entre otros, también alberga en su historia tradiciones campesinas, sobre todo, exponentes del punto cubano; pero hoy nos referiremos a la festividad por excelencia y preferida en la región central de la isla, específicamente a la festividad parrandil zulueteña. Es la única fiesta parrandil que se celebra de un año al otro, ya que comienza en la noche del 31 de diciembre y culmina en la madrugada del 1ro de enero; sin duda hecho que también le imprime un curioso y significativo proceder.

Las parrandas son una de las tradiciones populares más importantes de Cuba y son también denominadas fiestas de barrio. La preocupación de sus gestores y promotores por conservar los elementos tradicionales más importantes que tenían en sus inicios, contribuye a preservar el legado cultural cimentado por diversas generaciones, logrando enriquecerse y fortalecerse en convergencia con los adelantos científicos y tecnológicos, sin que ello desvirtúe su carácter autóctono como fiesta tradicional. Constituye por naturaleza una tradición caracterizada por su resistencia cultural dado por el sentido de continuidad de sus moradores, lo cual la hacen estar en la prestigiosa lista de las expresiones tradicionales en la cultura cubana.

“Es la única fiesta parrandil que se celebra de un año al otro, ya que comienza en la noche del 31 de diciembre y culmina en la madrugada del 1ro de enero”.

Significa por mucho el hecho social, comunitario y cultural más importante para todos los pobladores que habitan en estas comarcas, convirtiéndolas por derecho proprio en comunidades portadoras de tradiciones, donde se vive, trabaja, respira, sueña y se crece en torno a sus fiestas anuales, las cuales se prepara durante todo el año para su celebración única en solo día del año. Constituye, como todas las tradiciones, elementos que inducen al sentido de pertenencia por parte de sus moradores.

Así, arrollando por la calle Real abajo y arriba, rojos y azules, chivos y sapos, zulueteños que han permanecido o que regresan desde cualquier rincón del planeta para esta ocasión, las parrandas traen cada año su cuota de fantasía, sueños, desilusiones y también el entusiasta y populoso anecdotario, quedando para la historia una oralidad indescriptible que con agudeza se trasmite por generaciones.

Cartel promocional elaborado por los pobladores de Zulueta para la parranda en su versión 2022-2023.

Aprovecho para brindarle un fragmento tomado del expediente de Las Parrandas de Zulueta para el Premio Nacional Memoria Viva, elaborado por Joel Pérez Soto, el cual manifiesta el ambiente característico que se genera en tal contexto:

(…) lo cierto es que unos dicen que llegó a Zulueta con el circo Pubillones, otros que con el Santos y Artigas. En Zulueta se quedó por un amor que nunca fue correspondido y aquí adquirió el sobrenombre por el que lo conocerían todos: Bastonero, un referente a un oficio que, suponemos, no daba lo suficiente para sobrevivir, porque Bastonero ejerció otras muchas profesiones como cerrajero o abridor de cajas fuertes que se resistían a todos los demás. Quizá debido al despecho por aquel amor irrealizado, Bastonero solía darse a la bebida y en noches de parranda, con una buena dosis de alcohol en sangre y, eso sí, con absoluto espíritu neutral, acaso por no haber nacido en Zulueta, anunciaba al visitante despistado cuál de los barrios había comenzado a desplegar su artillería. Métele Guanijibes anunciaba con voz tropelosa cuando el barrio azul de los sapos comenzaba a hacer de las suyas. Métele La Loma, volvía a la carga cuando el chiverío rojo tomaba por asalto el cielo con su despliegue pirotécnico (…)

Si bien, las Parrandas remedianas representan la cuna de éstas festividades, iniciando sus celebraciones en el 1820, no tardó para que se extendieran por toda la zona central de la isla; y no fue hasta 74 años más tarde, o sea, en  el año 1894 que se inicia el jolgorio parrandil en el  cercano poblado de Zulueta, precisamente en vísperas de los festejos de Navidad, mientras, como cada parranda, para ser parranda, debe tener como núcleo central la pugna eterna entre dos barrios, fue entonces que se bautizaron, como La Loma (Chivos) y Guanijibes (Sapos).

Banderas, insignias y estandartes de los bandos contrincantes.

Como dato curioso, según me contó el historiador del poblado, en sus inicios los barrios respondían a los nombres de Camajuaní (actual La Loma) y Remedios (actual Guanijibes), además el primer enfrentamiento entre ellos tuvo lugar el 24 de diciembre de 1894 (fecha de celebración de las Parrandas de Remedios) y, posteriormente, por decisión del gobierno municipal, se decide pasar estas celebraciones para el 31 de diciembre, y no es hasta el año 1910 que Zulueta queda instituida como municipio, asumiendo los barrios sus respectivos nombres actuales.

Como el chivo siempre busca lo alto y estar trepado se toma como el símbolo La Loma y como en Guanijibes estaba la emblemática laguna de Ramoncito, pródiga en variedades de sapos y ranas, pues se toma al sapo como símbolo de Guanijibes. Cada barrio se identifica con un color, el Rojo para La Loma y el Azul para Guanijibes.

Lo cierto es que a la hora de medir el triunfo del barrio ganador, para lo cual no existe un jurado, los parciales eligen a su gusto el barrio triunfador. La parranda zulueteña define tenazmente la identidad local y el sentido de pertenencia de un pueblo que la ha sabido mantener hasta en las más difíciles condiciones, demostrando así el sentir de sus más fieles defensores. Por lo que para cada zulueteño el mayor de los reconocimientos por parte de la cultura cubana, por saber defender y mantener por más de un siglo su hecho cultural más importante, pues sin duda constituyen necesidades sentidas de tipo familiar, vecinal, social y comunitarias.

“La parranda zulueteña define tenazmente la identidad local y el sentido de pertenencia de un pueblo que la ha sabido mantener hasta en las más difíciles condiciones”.

En el tiempo se fueron generando los diferentes elementos que tipifican  dicha fiesta popular tradicional, quedando para la historia en este caso: las majestuosas carrozas, las cuales al igual que en las demás parrandas las protagoniza una obra de la literatura universal reconocida o un hecho histórico cultural de relevancia; incluso de carácter internacional, (mitos, leyendas, epopeyas, hechos históricos, temas clásicos, o simplemente fruto de la fantasía), añade su salida oficial a las 12 de la medianoche, una narración o descripción histórica a viva voz con un sistema de audio o auto parlantes por parte de un locutor, lo cual sin duda imprime un valor agregado cuando de instrucción y conocimiento histórico de trata, representados por una atmósfera de época a través de la arquitectura, vestuario y costumbres; además, sus personajes permanecen estáticos al estilo de figurantes.

Es contemplar una escena detenida en el tiempo, que se desliza por las calles. Las carrozas son verdaderas obras de arte, conformadas por piezas de madera y cartón fundamentalmente, que recrean un escenario, donde los diseñadores exponen su talento y creatividad. Las piezas generalmente contienen bombillas de diversos colores, de acuerdo al tema escogido que se pretende representar. En la concepción de este tipo de trabajo intervienen muchas personas de diferentes edades. Son los carpinteros, electricistas, decoradores, atrecistas, pintores y vestuaristas los máximos responsables en la materialización de esta obra fruto del esfuerzo propio de cada cual; todos guiados siempre por el proyectista o diseñador que es la persona de la cual surge la idea original, diseño que es protegido celosamente y en el más estricto secreto para que otro barrio no le robe ningún elemento. Sabemos de casos que han sido descubiertos y cuando llega el día de la parranda el otro barrio ha insertado alguna que otra pieza prevista por su contrincante, significando un bochorno y un aspecto para propiciar el esperado triunfo.

“Son los carpinteros, electricistas, decoradores, atrecistas, pintores y vestuaristas los máximos responsables en la materialización de esta obra”.

La iluminación es otro elemento muy importante en las parrandas actuales, pero se debe siempre hacer un uso racional de ella; la informática en la actualidad ayuda mucho a los electricistas al igual que las nuevas tecnologías que han sido siempre asimiladas para lograr con las combinaciones de luces, los efectos y la intermitencia una proyección ideal.

Estos son recursos muy valiosos a la hora de valorar este tipo de trabajo, pues mediante ellos se trasmite al espectador el mensaje deseado. El trabajo del proyectista o diseñador de una carroza es uno de los más complejos dentro del escenario parrandero, pues de él surge la idea para la creación de esa obra artística (carroza) en su conjunto, desde la realización y concepción del tema a tratar, hasta el diseñar su proyecto, realizar la leyenda, la representación del vestuario y los elementos de la decoración que se verán reflejados en el proyecto a realizar. Por lo que el proyectista debe ser una persona que posea un amplio horizonte cultural, ya que asume una gran responsabilidad, pues su trabajo exalta la cultura y la identidad del pueblo para el cual fue concebido. 

Otros de los elementos de importancia, que para muchos determinan la victoria son: los fuegos artificiales, representados por los voladores, palenques, palomas, morteros, entre otros, apareciendo en algunos momentos , sobre todo en el saludo, las piezas de luces que son aplaudidas y esperadas por el público presente. En Zulueta las parrandas siempre se han caracterizado por contar con un saludo en horas de la tarde y tres entradas de aproximadamente una hora en la noche. Cada barrio dispone de una hora específica para demostrar el derroche de colorido mediante los efectos de pirotecnia: las ruedas de fuego, los palenques, morteros y tableros, hacen de la tarde y noche del último día del año un espectáculo para recordar y no olvidar jamás. 

Diploma que reconoce el Premio Memoria Viva entregado a los pobladores de Zulueta en 2020.

No se reconoce una buena parranda zulueteña sin las contagiosas congas o repiques, las cuales ponen arrollar detrás de la orquesta los simpatizantes de cada barrio, protagonizadas por instrumentos membranófonos, los cuales son percutidos por expertos tocadores acompañados por algunos instrumentos de metales, como sártenes y llantas de carros; además aparecen algunos instrumentos de vientos.

No dejan de ser importantes dentro de la pugna los estandartes, banderas e insignias, pues su rol fundamental viene siendo el de presentar elementos distintivos que adornan las salidas de cada barrio.

Contarles que fue un orgullo ser parte del Jurado del Premio Nacional Memoria Viva que auspicia el Instituto de Investigaciones de la Cultura Cubana Juan Marinello al concederle a la Parranda tan importante distinción, motivo por el cual cedimos a su entrega en la propia comunidad con la participación del pueblo zulueteño, protagonizado con sus portadores parrandiles.

Para Las Parrandas de Zulueta y sus cultores parrandiles nuestro agradecimiento y las felicitaciones a lo grande por su cumpleaños 130; comunidad portadora de tradiciones que ha sabido mantener a crece una tradición que arriba a un siglo y tres décadas, demostrando así el sentido de perdurabilidad y resistencia cultural, impronta que contribuye a la salvaguardia del Patrimonio Cultural Vivo y a la identidad nacional en bien de la cultura cubana.