He estado siguiendo este asunto relacionado con la Declaración de Cineastas, luego de la polémica por la exhibición del documental sobre Fito Páez (La Habana de Fito), y veo que esta ha sido suscrita por intelectuales y artistas de mucho prestigio, que siempre se han caracterizado por su altura de pensamiento. Bajo tal principio pienso que a la mayoría sobre todo le anima no el enfrentamiento con las instituciones culturales, sino un diálogo donde la Cultura sea ganadora.
De hecho, la propia Declaración es prueba de que existen razones que deben ser debatidas. Es una mirada, un punto de vista sobre el asunto en discordia que, para juicio de un tercero ─digamos el Soberano─ solo tendría sentido con su adecuado complemento.
“Somos hombres y mujeres de la cultura, y quizá el ejercicio —o el milagro— que más nos justifica es nuestra capacidad de diálogo”.
En otras oportunidades ocurrieron desacuerdos, y la búsqueda cooperativa de la verdad permitió aproximar y converger razones para finalmente crecer. De anteriores debates surgieron ideas ─hoy logros─ como el Fondo de Fomento, el Decreto Ley del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente y la nueva Ley de los Derechos del Autor y del Artista Intérprete, por citar lo más reciente.
Somos hombres y mujeres de la cultura, y quizá el ejercicio —o el milagro— que más nos justifica es nuestra capacidad de diálogo. Sin ese acto entre conciencias, entendidas como totalidad orgánica de la personalidad: suerte de democracia íntima donde somos juez y parte —donde el ego no vota, sino la razón de las cosas—, no es posible el arte ni la cultura.
En el diálogo cultural no puede haber más árbitro que lo consustancial a la Cultura. Por tanto, se hace necesario movilizar la voluntad hacia un camino donde converjan empatía y racionalidad, discreción y reconocimiento mutuo. “Diálogo” con condiciones, o precedido de acciones donde no se potencie la razón, no es diálogo cultural. En este, por tanto, se hace necesaria determinada cercanía: aproximación que permita una palabra ciertamente en libertad, pero también libre de asuntos que no vayan dirigidos a su pertinencia práctica.
Uno dice “diálogo”, “cultura”, “arte”, y es asombrosa la coincidencia en lo esencial de sus significados. Son tres naturalezas entrelazadas que hacen posible el descubrimiento multiplicado de la armonía y la consistencia de las cosas. Sin ellas no es posible cohesión social alguna; sin ellas, ni siquiera existiese semejante Declaración.
Mi poema Diálogo más vigente cada vez:
TIEMPO DE DIÁLOGOS
Cuando se pierde
la capacidad de diálogo
lo más curioso
es que cada una de las partes
cree que la otra es la que la ha perdido.
Y entonces nace
un nuevo modelo de incomunicación:
el monólogo sordo bidireccional.
Un tipo de monólogo que no lo parece
y del que salen ambas partes
diciendo que la otra
no sabe
o no quiere
o no puede
o no lo dejan dialogar.
Hace tiempo que las palabras
están siendo víctimas de sus prefijos.
Y las personas víctimas de
esas palabras ya victimizadas
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Por qué se ha vuelto tan difícil la palabra diálogo.
Repitan conmigo.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Como cuando éramos niños.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Como si fuéramos a ganarnos algo.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo..
Sentados en el suelo
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Detrás de las rejas.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Detrás de los burós.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
No es tan difícil, bróder,
asere, compañero.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Con razón.
Sin razón.
Con carné.
Sin carné.
Con micrófono.
Sin micrófono.
Cuando cuente hasta tres.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
¿Ya ven que no era tan difícil?
Pues eso.
Ahora que sigan los aplausos.