Desde la Emilioteca
6/12/2018
Comienzo mi columna honrando la memoria del Titán de Bronce en fecha cercana al 122 aniversario de su fallecimiento en el combate de San Pedro (7 de diciembre de 1896). Y para ello he escogido una pieza de mi colección poco conocida en Cuba: la habilitación de una caja de tabacos que lleva por título Cuban Mentors (Mentores cubanos).
Cuban Mentors (Mentores cubanos). Foto: Cortesía del autor
La imagen de la habilitación incluye los bustos de los tres más importantes generales de la Guerra de 1895: al centro, Máximo Gómez (1836-1905), a la derecha, Calixto García (1839-1898) y a la izquierda, el primero de todos, Antonio Maceo (1845-1896). Adornan también la lámina el escudo y la bandera de Cuba. El dibujo fue inscrito en el registro de propiedad intelectual en 1897 por la casa litográfica Schmidt & Co., situada en la calle New Chambers, esquina a William, en la ciudad de Nueva York. Schmidt & Co. —una de tantas casas impresoras de habilitaciones para tabaco— se había fundado en 1875 y permaneció activa hasta 1915.
Las etiquetas con estos fines datan de la década de 1840 y surgieron como una técnica de mercadeo para atraer al público. Con el tiempo se hicieron muy vistosas, cromolitografiadas, y hasta con pinceladas doradas en relieve, como es el caso de Cuban Mentors. Había mucha competencia y la etiqueta era parte esencial de la estrategia comercial de las fábricas de puros.
La habilitación que nos ocupa tiene la peculiaridad de nunca haber sido adherida a caja alguna, sino que es lo que se llama una “muestra del vendedor” (salesman´s sample). Y es por ello que incluye el número de serie (1089 para las láminas interiores de la caja, 1090 para las láminas exteriores) y el precio que le costaría al fabricante de tabaco adquirirlas de la casa litográfica (3,50 dólares el centenar). Este tipo de información es típico de las habilitaciones norteamericanas, no así de las cubanas (al menos las que yo conozco).
Cuban Mentors es el nombre de la marca de tabaco. Y de tabaco norteamericano, ya que en ninguna parte se menciona procedencia cubana de la hoja. Esto fue muy normal en Estados Unidos y Europa. Los fabricantes de tabaco aprovechaban la fama del tabaco de nuestra Isla e incorporaban símbolos y escenas criollas en los nombres y diseños de las habilitaciones para influir en la mente del fumador, quien, con ese imaginario, asociaría la excelente reputación de Vuelta Abajo al producto —seguramente inferior— que adquiriría. Hoy en día no pasaría eso ni con Cognac, ni con Champagne, ni con Roquefort, ni con Baccarat. Pero “cubano” y “habano” se convirtieron en palabras del lenguaje común y no en marcas registradas (las papas fritas se conocen en inglés como “fritas francesas” y tampoco vienen de París). Los empresarios, claro, tomaron ventaja y hoy abundan en el mercado etiquetas con inventadas referencias cubanas.
No he logrado encontrar pistas sobre la fábrica de tabaco Cuban Mentors, que pudo haber estado instalada en Cayo Hueso, Tampa o Nueva York. Por el título es evidente que, fechada en 1897, en medio de la guerra de Cuba —vecina de unos Estados Unidos que seguían de cerca los acontecimientos bélicos en la isla— alguien calculó que esa marca de tabaco tendría éxito.
Lo que deseo ahora subrayar es que, aun después de muerto Maceo (el único de esos tres mentores ya fallecido en 1897), algún tabaquero en Estados Unidos pensó que su efigie debería adornar una caja de tabaco, honor que también recibieron muchos otros líderes militares y políticos. Si, además, tenemos en cuenta que Maceo era de piel negra —muy discriminada y rechazada— hay que reconocer que fue audaz la decisión del litógrafo al incorporarlo al diseño.
Pero, claro, Maceo era Maceo. Y por sus míticas hazañas guerrilleras, así como por sus cualidades humanas e intelectuales, había logrado superar múltiples barreras y obstáculos, alcanzando fama y gloria merecidas. Su imagen apareció en las más variadas publicaciones en varios países. Y —¿por qué no?—, también en una etiqueta de tabaco norteamericana.