Nos reunimos en casa de Hilda, convocados por Brígida Sepúlveda. Víctor llegó a la cita masticando maní, y protestando porque cómo se nos ocurre discutir cualquier asunto en diciembre. Fefa, a su vez, creyó que el objetivo de la reunión sería intercambiar regalos, y se apareció con un turrón de maní. Que si no hay otra opción que no sea el vulgar maní en cualquiera de sus formas preguntó Cándida, con su candidez habitual. Por favor, querides, dijo la Sepúlveda, esto no es asunto de bromas ni mucho menos de festejo. Quiero, necesito que me ayuden a dilucidar desde desde y hasta cuándo cuándo.
¿Ella enloqueció? Preguntó Víctor mientras luchaba por sacar el último grano de su cucurucho.
Paciencia, paciencia, dije yo, propongo que Fefa seccione en seis partes su turrón, para aguantar el planteamiento inusual, intrigante y políticamente incorrecto de Brígida. No lo conoces todavía, ripostó la aludida. No sabes, no comprendes a qué me refiero, así que mejor reserva tu opinión. ¿Y qué hago aquí entonces? Dije. Eso de “desde desde y cuándo cuándo” parece un acertijo. Huele oscuro y a queso, mejor dicho. ¿A queso? Preguntó la cándida Cándida. Huy, a mí me encanta el queso, añadió. El crema, el gouda, el blanco de la carretera, el azul, el…! ¡Basta ya! Exclamó Brígida. Nada de quesos ni de cosas oscuras. Yo soy una persona transparente, lúcida, equitativa y ecuánime.
Sí, definitivamente perdió el juicio, opinó Víctor limpiándose la grasa de los dedos en su pantalón gris. No tiene sentido enumerar tantos adjetivos disparatados que nadie te preguntó, querida amiga. Hasta donde sé, no hemos venido a una asamblea de autoevaluación. Por cierto, ¿a qué vinimos?
“¿Qué el horario del trabajo en trabajo es de nueve a once y de una a tres? Curioso, muy curioso”.
Bien, querides amigues, dijo la Sepúlveda. A lo siguiente; como ustedes saben, yo soy una TCP, una trabajadora que arrenda el cuartico que antes perteneció a Raimundo, mi ex, quien a su vez utilizaba dicho habitáculo para realizar labores de carpintería, cosa que dejó de hacer primero por falta de madera, después porque los clavos estaban carísimos, y por último cuando nos divorciamos. En aquel entonces…
¿Y toda esta historia qué tiene que ver con Desde desde y hasta Cuándo cuándo? Interrumpió Hilda, a la vez que engullía su pedazo de turrón. Sí, francamente no veo la relación, adujo Víctor. ¿Podríamos saber al fin el significado de “¿Desde desde y hasta Cuándo cuándo, por favor? O sea, ¿hasta cuándo hay que esperar por un poquito de lógica? Desde que llegamos no he escuchado más que incoherencias.
Porque ustedes no me dejan avanzar, protestó Brígida. ¿Nosotros…nosotros no permitimos que tú avances? Preguntó Cándida. Hilda, por favor, pásame un poco de turrón, rápido, que estoy al borde de una hipoglicemia.
Sí, ustedes, gimoteó Sepúlveda. Voy a resumir: Los TEPESES tenemos que reinscribirnos, he ahí el problema.
¿Quiénes? Por favor, ¿ahora son TOCOPANES los arrendadores? ¿Cómo dijo ella, TEPESES? ¿Adónde iremos a parar? Protestó nuevamente Víctor.
Ay, chico no te pongas miki miki, respondió la Sepúlveda. Los trabajadores por cuenta propia somos llamados así: TCP.
O sea, los privados de toda la vida, intervino Cándida, Continúa, mija, por favor. Bien. Ya aclarados términos y condiciones, me dispongo a plantearles el motivo de mi tribulación actual. No me interrumpan más, por favor. Los TEPESES, como iba diciendo, tenemos que reinscribirnos, por órdenes del más allá. Con dicho propósito, me dirigí a las oficinas del Mintrab de mi municipio.
¿Qué dijo ahora, Mintrab? Cuestionó Hilda. ¿Existe un sitio oficial para trabar gestiones, o esa función es así… como generalizada?, añadió. Já, exclamó Brígida, y luego dicen que la problemática soy yo. En mi municipio hay una dependencia del Trabajo, como se le conoce. Donde tengo que reinscribirme como TEPÉS. ¿Sigo?
Sí, por favor, dijo de mala gana Víctor, a ver si salimos pronto de este embrollo. Bien, continuó la TCP del grupo. Fui allí, a eso de las once y treinta de la mañana, suponiendo que, tal como ocurre en los Bancos, ya la cola furiosa del amanecer se hubiera retirado.
¿Y? preguntó Fefa. Pues que un señor mayor que cuida el trabajo, tuvo a bien informarme que en el horario de la mañana solo reinscriben hasta las once, motivo por el cual no había nadie en dichas oficinas a la hora que yo llegué, contestó Brígida.
¿Y? volvió a indagar Fefa. Pues que al día siguiente regresé, a eso de las tres y media, suponiendo que ya el furor de las primeras horas de la tarde se hubiera calmado, como suele ocurrir en los Bancos, donde mejor dicho cierran a esa hora.
¿Y? repitió Fefa. ¡Pues que el señor amable y anciano que cuida…! ¡Ya sabemos quién es! Exclamó furioso Víctor, ¿qué te dijo el custodio? Que (y aquí suspiró Brígida), me dijo que…sólo reinscriben hasta las tres de la tarde.
O sea, resumiendo, aportó Hilda, ¿que el horario del trabajo en trabajo es de nueve a once y de una a tres? Curioso, muy curioso.
En fin, querides, que medité bien, y decidí volver a Mintrab el viernes, suponiendo que el furor de la semana estaría aplacado el viernes, que es cuando el cuerpo lo sabe, como ustedes saben.
¿Y? última vez que lo pregunto, lo prometo, dijo Fefa. Ah…respondió Brígida, me alegro que no lo preguntes más, porque resulta que (y volvió a suspirar, esta vez más hondamente), el señor amable, anciano y custodio del trabajo, no me dejó ni entrar. Que solo reinscriben en trabajo a los TEPESES de lunes a jueves, me dijo.
A continuación, la susodicha procedió a echarse a llorar. Pero bueno…opinó Víctor. ¿Desde desde y hasta cuándo cuándo? Hablando en plata, añadió, ¡Qué manera de pasar trabajo en trabajo! Yo que tú, no me reinscribía ni ocho cuartos.
No son ocho cuartos, chico, añadió la Sepúlveda. Es UNO, el que usaba mi ex Raimundo antes de divorciarnos, el carpintero que dejó de carpintear primero porque …
Al resto del grupo no nos quedó más remedio que retirarnos dejándola con la palabra en la boca, y el llanto en los ojos, porque bueno es lo bueno, pero no lo demasiado.
*Basado estrictamente en hechos reales