Denuncia y resistencia contrahegemónica en la Casa de México

Ernesto Cuní
15/4/2019

Ya estamos en Bienal. Innumerables son las muestras y poco el tiempo para verlas. La elección es como lanzar una moneda al aire para saber qué vamos a contemplar y desde esa mirada, qué experiencias viviremos. En este caos que resulta de la incertidumbre por disfrutar de algo que valga la pena, me dirigí —durante la jornada inicial el 12 de abril— a la Casa de México.

Richard-Viktor Sainsily Cayol, un rebelde con causa

Por su fuerza expresiva, llamó mi atención la instalación de Richard-Viktor Sainsily Cayol, de Guadalupe, compuesta por una estiba de 10 barriles de roble —utilizados para envasar ron—, provistos de púas de bronce, organizados en forma de pirámide en tres niveles y dispuestos en una base triangular bañada en luz azul. Las púas fueron alineadas una debajo de la otra en tres lugares distintos de los toneles, en aras de reforzar la triangularidad.

Richard-Viktor Sainsily Cayol se considera un rebelde con causa. Fotos: Pepe Cárdenas
 

El artista denominó a esta obra Grands Crus 2.0 y es una versión, para la Bienal cubana, del proyecto nombrado Grands Crus, le retour, exhibido en la Bienal de Dakar, Senegal, en el 2014. Ahora llega a La Habana a propuesta del equipo de curadores cubanos que allí la vieron.

Las primeras sensaciones que experimento son la de opresión y violencia. El color azul de la base y el barniz oscuro de los barriles remiten, en evidente contraste, al acto de la oposición. ¿Qué ha querido contrastar? El propio creador explica que esta instalación representa el pasado colonial del Caribe y el trance fatal de la esclavitud, fraguada en la trata negrera que trajo al llamado Nuevo Mundo miles de negros para trabajar en los campos de caña y obtener el azúcar y el ron. La base triangular simboliza el tráfico de ese comercio de esclavos: África, América y el Caribe.

Sin embargo, esas bebidas no portaban el nombre de ninguno de esos negros; “en Guadalupe, la mayoría de esos rones tienen el nombre de los colonos”, asegura el artista. En la obra original grabó el nombre de los pueblos africanos a las barricas, por eso la tituló El retorno: el regreso de esos hombres y mujeres que, sangrando, cultivaban la caña.

La versión que ahora exhibe en La Habana es totalmente opuesta, desde el concepto, a la original. “Me interesaba una evolución de la obra, contextualizarla para la temática de la Bienal en Cuba. Quería un intercambio entre la cultura cubana, latina, francesa y todo lo que tenemos de igual a África”. Por eso utilizó barriles auténticos cubanos, de roble, donde se añejaban los rones. También las púas, comunes en toda Latinoamérica; “es un símbolo del sufrimiento de los esclavos”, dijo.

Richard-Viktor Sainsily Cayol es un artista de la resistencia, y lo afirma cuando se lo pregunto: “Toda mi obra está concentrada en una voluntad, no la de denunciar, pero sí de explicar y reivindicar; es una manera de decirle la verdad a la gente, tienen que saber lo que pasó para que no se vuelva a repetir”.

Y es feliz este guadalupeño de mostrar su militancia en la Bienal de La Habana. “El evento es un destino y una evidencia importante, porque Cuba con la Revolución y la resistencia, su historia ejemplar, es para mí algo fuerte, similar a lo que quiero mostrar. Soy un rebelde con causa, como ustedes”.

Voces del Caliban desde la plástica

Cuando uno entra a la Casa de México, en medio de esta XIII Bienal de La Habana, y observa la instalación Caliban’ voices, puede que experimente la sensación de estar ante una obra puramente contemplativa, de infinidad de colores. Es como ver un desfile de los tantos carnavales que tienen lugar en Latinoamérica; no hay, a simple vista, un elemento que indique que es una obra de arte.

La autora de Caliban’ voices, la dominicana Charo Oquet.
 

Tal vez esta sea una de las diatribas del arte contemporáneo que, irremediablemente, obliga a leer el statement o placa informativa y el nombre de la pieza. Leo y voy entrando en ruta hacia lo que es esta obra: un viaje espiritual, político y social a las áreas urbanas de Santo Domingo, República Dominicana. Me ubico en estas voces del Caliban y viene a la mente el término del desplazado, la resistencia. Ya es algo.

Partiendo de aquí, la obra se ubica cenital sobre el fenómeno del Gagá/Rará, ritual exotérico, práctica social y religiosa de origen afrohaitiano-dominicano, celebrado durante la semana de cuaresma en el hermano país.

La pieza principal es una representación artística del Poto Mitan (palo central) y del tradicional Árbol de la vida de nuestras culturas latinas. Su autora, la dominicana Charo Oquet —pintora, instaladora, grabadora…—, optó por la línea investigativa de esta tradición que enuncia el centro mundial estable, dibujado en una línea simbólica vertical que une tres reinos: el inframundo, la tierra y los cielos.

Se acompaña de un video de los rituales del Gagá, que muestra su filosofía: tienen una jerarquía militar, un dueño principal, están los mayores, las reinas, etc. “Van de batey en batey, comenzando el viernes santo y regresan el lunes”, acotó la artista.

Desde la construcción de lo posible enuncia también el equilibrio social de una vida mejor y plena, abierta, flexible, que promueva el goce, el cuerpo emancipado y el entierro de la violencia del mundo. Por eso los múltiples e intensos colores claros y alegres, las máscaras de dioses paganos, las botellas espirituales, la utilización de infinidad de objetos que simbolizan las buenas energías y están colmados de significado conceptual y antropológico del entorno cultural de su país. Aunque desconocidos para el neófito, estos componentes de la instalación tienen la capacidad de trasmitir y elucubrar significados diversos.

“Es una pieza de seducción, está hecha para llamar la atención del espectador y que entre a verla. Tiene muchas lecturas y el que más sabe la interpreta bien; pero el que no, lo ve como una cosa simpática”, explicó. De esta manera documenta un proceder del aquí y ahora ante tanta represión global y reproducción de modelos estereotipados.

A la vez, Caliban’ voices es ejemplo de resistencia contrahegemónica. “Para mí este carnaval es un arma de resistencia, es un momento en que el pueblo tiene la posibilidad de mostrarse como es, son personas marginadas e invisibles que aquí toman voz”, subrayó.

Estas zonas, según Charo, están pobladas de hijos de emigrantes, muchos de Haití. “Están muy mal, no tienen trabajo. Ahora mismo están en una situación en que los pueden devolver a Haití. Yo aprendo de ellos, de sus herramientas, desde el presente y el pasado, pero más que nada, la esperanza radical: mirar al futuro; a pesar de todo están contentos, por eso el color”.

Si bien Charo admite que su obra no es antropológica, parte de ese elemento vital de las naciones. Se decidió por la vertiente instalativa porque considera que tiene carácter permanente y da la idea completa de lo que quiso representar, desde la percepción de su realidad llevada al arte.

En humo blanco y negro, la denuncia

Con su obra Cuando divise el humo azul de Ítaca, la argentina Matilde Marín ha querido también legitimar el postulado histórico del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, quien dejó para la posteridad la frase: “El respeto de los pueblos al derecho ajeno es la paz”. Su trabajo forma parte del inmenso listado de muestras de la XIII Bienal de La Habana y realiza una triada de la resistencia —desde la museografía— junto a las instalaciones Grands Crus 2.0, del guadalupeño Richard-Viktor Sainsily Cayol y Caliban’ voices, de la dominicana Charo Oquet, ubicadas en la Casa de México.

La argentina Matilde Marín junto a su obra Cuando divise el humo azul de Ítaca

Desde el acceso a su obra, un archivo de hojas de “importantes” diarios del orbe, se aprecia el misticismo de su propuesta, aunque es claro el mensaje que ha querido trasmitir en su representación pictórica. Unas grandes cortinas blancas dividen el salón donde está ubicado su proyecto, del resto del lugar.

Se hace difícil el paso, hay que apartar hacia un lateral las inmensas telas para acceder a la muestra de la argentina. Ya dentro, observo las páginas de estos diarios, en blanco y negro —han sido despojados de los vistosos colores cromáticos con los que suelen aparecer—. En primeras planas o como subtítulos, sucesos vinculados con hechos que tienen como diana el humo, resultado de catástrofes naturales o inducidas por el hombre.

Dada la caótica disposición de los mensajes que emiten las imágenes y titulares —logradas por una perfecta composición de cada una de las páginas en el archivo—, va tejiéndose una historia de la miseria espiritual del hombre, de la actitud y aptitud de este frente a la madre tierra, de su responsabilidad por construir desde lo posible un mundo mejor.

Ha querido Matilde discursar, al directo, sobre un tema capital: el cuidado, mejor dicho, el descuidado medioambiente, anegado ahora mismo por una sociedad contemporánea cada vez más obtusa, mediática e inmediata en la reproducción de modelos aberrantes de consumo e ideología egoísta.

Con estas cuartillas monocromáticas, anuncia el luto por un mundo abyecto, cargado de CO2. Establece una mediación entre el desgaste físico medioambiental, casi inadvertido en los grandes medios de comunicación —cuando más vilipendiado— y la intensa banalidad coral de consumo y mediocridad.

“Otro volcán amenaza los cielos de Europa” (El País), “Y la memoria se hizo humo” (Correo Agenda), “Un gran incendio en Seseña arrasa el mayor cementerio de neumáticos de España” (El Clarín), son algunas de las noticias reunidas en este necrótico archivo que la creadora pone a consideración del pensamiento y la reflexión.

Marín se apropia de esas noticias y las imágenes que muestran del humo, para subvertir el desorden social creado por el indiscriminado acto comercial, sumido en una monotonía de compra-venta-consumo.

Acompaña a la obra un breve video que muestra la caída de la que una vez fue la fábrica 53 de la Eastman Kódak Company, Rochester, Estados Unidos; filmada en la mañana del 18 de julio de 2015. Los pilares del complejo, en apenas unos segundos, fenecían envueltos en una blanquecina estela de humo.

¿Es el derrumbe de una práctica, una ideología de la memoria? ¿Qué desea la creadora argentina con esta propuesta: enjuiciar, denunciar, tomar partido? “Soy una artista-testigo de la realidad —asegura—, testigo de la inmundicia del mundo”.

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