Del corona totalitarismo de Davos al neonazismo del batallón Azov
Vivimos tiempos nuevos, turbulentos y peligrosos. Tiempos violentos y salvajes. De un brutalismo supremacista libertariano, lo llama el italiano Franco “Bifo” Berardi, cuya energía parece surgir de la dinámica profunda de la evolución tecnológica, psíquica y cognitiva de la humanidad.
Así, mientras encaramada en la ola ultrarreaccionaria de nuestros días las extremas derechas europeas cosechan éxitos a lo largo y ancho del viejo continente: son el primer partido en seis países (Francia, Italia, Hungría, Austria, Bélgica y Eslovenia) y el segundo en otros seis (Alemania, Polonia, Países Bajos, Rumanía, Chequia y Eslovaquia), pensadores como el alemán Norbert Häring afirman que estamos asistiendo a la demolición controlada de la “megamáquina” capitalista (recogiendo el concepto de Lewis Mumford en su clásico Mito de la máquina) y su sustitución paulatina e imperceptible por un “neofeudalismo”, en tanto Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas de Grecia, aventura que el capitalismo ha muerto asesinado… ¡por el capital! y ha sido sustituido por un “tecnofeudalismo”, según el cual los nuevos señores feudales son los propietarios de lo que llama “capital nube” (Jeff Bezos/Amazon, Elon Musk/X antes Twitter, Mark Zuckerberg/Meta antes Facebook, Jack Ma/Alibaba Group et al), compuesto por máquinas para modificar el comportamiento humano conectadas en red, granjas de servidores, torres de telefonía móvil, software, algoritmos basados en inteligencia artificial y cables submarinos de fibra óptica, y los demás hemos vuelto a ser siervos, como en el medioevo.
En 2021, al calor de los regímenes corona, C. J. Hopkins, escritor, dramaturgo y ensayista estadunidense residente en Berlín, advirtió que estábamos asistiendo al nacimiento de una nueva forma de totalitarismo: “No el ‘comunismo’. No el ‘fascismo’. El totalitarismo global-capitalista, que él, satíricamente, denominó GloboCap. Un totalitarismo seudomédico, patologizado. Una forma de totalitarismo sin dictador, sin ideología definible. Un totalitarismo basado en la ‘ciencia’, en los ‘hechos’, en la ‘realidad’ que él mismo crea”. Un totalitarismo patologizado de vigilancia y control total de libro de texto, impulsado por las clases dominantes del capitalismo global mediante eslóganes repetidos de manera sistemática, que estaba transformando a la sociedad en una distopía totalitaria.
Desde un año antes, en el marco de una permanente campaña de manipulación e intoxicación (des)informativa mediática sobre poblaciones infantilizadas e incapaces de discernir la ficción de la realidad, y con la coartada del Covid-19, distintas voces como las de Giorgio Agamben, Michel Chossudovsky, Shoshana Zuboff, Paul Schreyer, Robert F. Kennedy Jr., los ya citados Norbert Häring y C. J. Hopkins y otros, habían advertido que el complejo financiero-digital estaba llevando a cabo la destrucción del sistema económico capitalista y buscaba “resetearlo” en beneficio de la élite plutocrática. No obstante, a pesar de la guerra psicológica y su narrativa apocalíptica y de saturación para generar terror, parálisis social y psicosis de masas con base en un virus enemigo, ubicuo, invisible y genocida, cada vez surgían más evidencias de que, como sostuvo entonces Ernst Wolff, estaba naciendo un sistema totalitario cuidadosamente ensayado, donde el Foro Económico Mundial y su fundador, el eugenista sin complejos Klaus Schwab, jugaban un papel estratégico como operadores. En entrevista con Eingeschenkt.tv, Wolff lo definió de manera temprana el 20 de marzo de 2020 como “un putsch-financiero-fascista”.
Paradójicamente, a finales de 2021 y comienzos de 2022, desgastada ya la narrativa y el ejercicio de la pandemia “apocalíptica” del virus corona, en un santiamén el imperio estadunidense y sus vasallos de la Unión Europea (UE) pasaron a un nuevo guion unificador: “Putin-nazi”. Sabido es que la propaganda de guerra es tanto más eficiente cuando hay una ausencia relativa de pensamiento crítico y logra instalarse una explicación única, deshistorizada y maniquea de los hechos. Ese fue el objetivo de la campaña de intoxicación comunicacional de los EE.UU. y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que perdura hasta el presente, para obtener el consentimiento activo y plasmar un alineamiento de la población civil de los países del “mundo libre” a la satanización de Putin y Rusia (rusofobia).
“Tras el Maidan-Putsch orquestado por EE.UU. en Ucrania en 2014, y ante la imposibilidad manifiesta de ganar una guerra convencional a Rusia, desde 2017 la Casa Blanca y la OTAN han estado probando diversos métodos de una guerra híbrida”.
Los EE.UU., los amos corporativos de los jefes de la OTAN en Bruselas y los mandatarios de la vieja Europa necesitaban mantener a las masas occidentales azotadas y en un estado perpetuo de histeria totalmente descerebrada y borracha de odio, y ahora le aplicaban la vacuna de la “verdad” de “las Fuerzas de la Bondad” (como llamó C.J. Hopkins a la alianza atlantista) a los rusos, como antes a los no vacunados, a los “teóricos de la conspiración” y a los “terroristas” que demandaban el acatamiento del Código de Nuremberg.
En torno a la guerra proxy (o por delegación) de EE.UU., Reino Unido y la OTAN contra Rusia con epicentro en Ucrania, los gobiernos y los medios hegemónicos del Occidente colectivo prohibieron leer otro libreto que no fuera el escrito por sus usinas de inteligencia. Desde entonces vivimos un macartismo en estado puro. Tras el Maidan-Putsch orquestado por EE.UU. en Ucrania en 2014, y ante la imposibilidad manifiesta de ganar una guerra convencional a Rusia, desde 2017 la Casa Blanca y la OTAN han estado probando diversos métodos de una guerra híbrida que incluye las operaciones psicológicas, las sanciones económicas y financieras como una herramienta de guerra por medios no militares, la guerra (des)informativa, la guerra cibernética y la más novedosa, la guerra cognitiva, cuyo campo de batalla es la mente humana en la época de la hiperconectividad.
Por obvias razones, Rusia no quiere ser desestabilizada, fragmentada y reestructurada por el imperialismo global, y en la coyuntura está actuando como un Estado nacional soberano que, a diferencia de la exYugoslavia, Afganistán, Irak, Libia y Siria, tiene armas termonucleares.
Lo que introduce otra variable con eje en los neonazis de Azov. Con las reservas de usar términos anclados en el pasado histórico como feudalismo y fascismo, que respondieron a circunstancias y tiempos concretos, ¿serán los neonazis de Azov un subcapítulo del Covidazo dentro del meganeofascismo internacional en formación a partir del Putsch del 2020?
Putin/Biden: la guerra y la geopolítica
A partir del 22 de febrero de 2022, en el marco de una guerra proxy (subsidiaria) que engloba a distintos actores o bandos armados del conflicto interno ucraniano (incluidos el Ejército, milicianos de distintos signo, paramilitares de extrema derecha, neonazis y mercenarios) como parte de una rivalidad entre potencias y actores externos (los plutócratas del complejo militar-industrial-financiero-mediático de EE.UU.; los mandos de la OTAN; Reino Unido, la City y la industria armamentista; los tomadores de decisiones de la Unión Europea (Alemania y Francia); Rusia y los magnates que rodean al Kremlin en un territorio de gran importancia geoestratégica y geopolítica, el ejercicio de poder duro del presidente Putin es una imagen espejada de lo que Washington y sus aliados atlantistas han hecho en diferentes partes del mundo en las últimas décadas.
Antes, y durante varios meses, el jefe del Kremlin había insistido de manera diplomática ante Biden y la OTAN, en la necesidad de garantizar un estatus neutral para Ucrania no diferente al que tenían Irlanda, Austria, Suiza, Bosnia, Serbia, Finlandia y Suecia (que no forman parte entonces de la Alianza Atlántica).[1]
Como señaló Putin, su “línea roja” era Ucrania fuera de la OTAN y sin armas nucleares (igual que John F. Kennedy cuando la Crisis de los Misiles soviéticos en Cuba, en 1962). Y que se cumpliera el Acuerdo de Minsk. Si no, “neutralizaría” la amenaza en sus propios términos.
No estaba blofeando. Y cuando el 19 de febrero de 2022, el presidente Volodímir Zelenski solicitó en la Conferencia de Seguridad de Munich el rearme nuclear de Ucrania con base en la Constitución de su país, Putin volteó el constructo estadunidense de la Responsabilidad para Proteger (R2P) a fin de frenar el “genocidio” de la población de habla rusa por fuerzas neonazis en Donbás (“desrusificación”), y tras avalar la independencia de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, dos días después ordenó a las tropas rusas ingresar a ambos territorios “en misión del mantenimiento de la paz”.[2] La madrugada del 24 de febrero el presidente Putin ordenó la ofensiva en el Donbás y advirtió que no dudaría en usar armas nucleares “contra cualquier país”; que quienes tuvieran la “tentación” de meterse en la situación tendrían una “respuesta inmediata”, de “consecuencias demoledoras que ni pueden imaginarse”. Y concluyó: “Estamos preparados para cualquier evolución de los acontecimientos. Todas las decisiones ya están tomadas y espero ser escuchado”.[3]
“Antes, y durante varios meses, el jefe del Kremlin había insistido de manera diplomática ante Biden y la OTAN, en la necesidad de garantizar un estatus neutral para Ucrania no diferente al que tenían Irlanda, Austria, Suiza, Bosnia, Serbia, Finlandia y Suecia (…) Como señaló Putin, su ‘línea roja’ era Ucrania fuera de la OTAN y sin armas nucleares…”.
En ese marco, cabe consignar que los flancos occidental y sur del territorio ruso han sido cercados por una vasta red de bases militares con misiles de la OTAN. Y existen pruebas de que Rusia fue sometida a una “guerra híbrida” por el team Estado profundo de EE.UU./OTAN; una guerra pysop y de intoxicación propagandística que utilizó un set de herramientas ideológicas, comunicativas y económicas para imponer un sistema de valores, creencias, mitos, miedos y sentidos “comunes”, que derivó en la actual versión rusófoba y actualizada de la “noche de los cristales rotos”[4] entre las buenas conciencias de los regímenes de excepción corona del “mundo libre”, con su proyecto securitario-digital-sanitario de vigilancia ubicua y su neoorwelliano Ministerio de la Verdad: Putin igual a Hitler; un “paria” internacional, según vociferó Joe Biden.
Como dato de contexto, está documentada la actividad desestabilizadora de EE.UU. en la “revolución naranja” (golpe suave) en Ucrania en 2004, mediante la intervención de varias agencias pantalla del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (Usaid, NED, IRI, NDI, Freedom House y la Open Society de George Soros). Y cuando sus resultados se revirtieron, en 2010, fue clave la intervención directa de la entonces subsecretaria de Estado, Victoria Nuland y del embajador de EE.UU. en Kiev, Geoffrey Pyatt, en la organización del “EuroMaidan” que derivó en un “cambio de régimen” de 2014. La BBC de Londres divulgó entonces la llamada telefónica mediante la cual Nuland, subsecretaria de Estado de Asuntos Políticos de la administración Biden, comentó a Pyatt que estaba “armando” una salida con la ONU al golpe en Kiev y “tú sabes, a la mierda con la UE” (Fuck the EU).
En 2014, en respuesta a la imposición de un régimen de oligarcas cleptócratas en Kiev, con participación de los nacionalistas de ultraderecha del partido Svoboda (Libertad), los neofascistas del Sector Derecho y la fuerza paramilitar Batallón Azov (integrado como una unidad regular a la Guardia Nacional ucraniana), cuyo líder es Andrei Biletsky, “el Führer blanco”, Rusia tomó el control de Crimea (base de la flota rusa del Mar Negro) y apoyó la secesión de facto de las partes de habla rusa en la región de Donbás, al este de Ucrania.
El GlobalCap, el putinazismo y el batallón Azov
Mientras los propagandistas del eje EE.UU./OTAN/UE utilizan la herencia judía de Volodímir Zelensky para refutar las acusaciones de la influencia nazi en el gobierno del “servidor del pueblo” de Ucrania[5] —asimilada a “desinformación” de la inteligencia rusa en la nueva ortodoxia narrativa melodramática de los “comunicadores” del “mundo libre, occidental y judeocristiano” de los regímenes corona de excepción—, la terca realidad asoma con base en hechos concretos y verificables, y exhibe un rostro distinto a las simplificaciones maniqueas en la hora de la espectacularización de la política: “democracia vs. autocracia”, “Occidente vs. la barbarie del neozarismo expansionista”. La verdad comunicacional, que nunca es objetiva, indica que EE.UU., la OTAN y la UE están del lado de los “nazis”.
Como advirtió en 2018 William I. Robinson, tras la mayor dependencia de la economía global del desarrollo y despliegue de sistemas ubicuos de control social de masas, represión y guerra promovidos por diversas fracciones de la clase capitalista transnacional (capital financiero especulativo, complejo militar-industrial-securitario, las industrias extractivistas y el capital de alta-tecnología/digital) para obtener ganancias y seguir acumulando capital frente al estancamiento —“acumulación militarizada”—, asomaba el rostro del fascismo del siglo XXI.
El neoliberalismo con esteroides del trumpismo, el brexit en Inglaterra y el laboratorio de los regímenes de excepción corona potenciaron el surgimiento de nuevos partidos y movimientos neofascistas y de ultraderecha en Europa y América Latina, como Hermanos de Italia, liderado por Giorgia Meloni; Reagrupamiento Nacional, de la francesa Marine Le Pen; el Partido Popular Cristiano Democrático del presidente de Hungría, Viktor Orbán; Vox de Salvador Abascal y la fuerza emergente de corte populista Se Acabó la Fiesta en España; el SDS esloveno, liderado por Janez Janša; Alternativa por Alemania (AfD); el partido polaco Ley y Justicia (PiS); el Partido por la Libertad (PVV) holandés, de Geert Wilders, y su homónimo de Austria, el FPÖ, así como los que encarnan Javier Milei, en Argentina, con su partido en formación La Libertad Avanza; Nayib Bukele en El Salvador; Daniel Noboa en Ecuador y Jair Bolsonaro en Brasil. Contradictorios y con matices entre sí, pero la mayoría con un discurso xenófobo antiinmigrante y de supremacía racial/cultural; algunos ultranacionalistas, reivindicando un pasado mítico e idealizado, el milenarismo y una cultura militarista y masculinista que normaliza y glorifica la guerra, la violencia social y la dominación de clase, son un conveniente recurso ultraconservador a la crisis estructural del capitalismo global.
“(…) desde 2014 el Batallón Azov es una unidad de la Guardia Nacional ucraniana financiada, entrenada y armada bajo la supervisión del entonces director de la CIA, John Brennan, y por Fuerzas Especiales del Pentágono”.
En la coyuntura, pues, con sus sanciones y censuras, su rusofobia desplegada y sus mentiras en formato épico-humanitario, la dictadura del pensamiento único neoliberal en fase de transición, desembocó en el orwelliano “discurso único” de los estrategas de la “nueva normalidad” del Foro de Davos, como poliburó del capitalismo y la plutocracia internacional, con su deriva, el “putinazismo”, según la punzante expresión satírica acuñada por el siempre mordaz C.J. Hopkins.
Y dialécticamente, los “nazis ucranianos” (“nacionalistas” en la jerga propagandística occidental), agrupados en organizaciones extremistas como Pravy Sector (Sector Derecha), abiertamente antisemita y homófobo, Svoboda (Libertad) y la Asamblea Nacional de Ucrania, quienes han proferido amenazas abiertas contras los judíos, singularizados todos en el Batallón Azov —y otras milicias privadas como los batallones Donbás, Aidar y Dnipro, DUK (Cuerpo de Voluntarios de Ucrania) y el C14, antigua ala juvenil del partido ultranacionalista Svoboda, autorizado a realizar pogromos, incluidas “purgas” de gitanos y ataques contra grupos feministas y LGBT con patrocinio del Estado—, son una burda “tontería” producto de la “propaganda rusa”, ya que Zelensky… es judío.
El paramilitar Batallón Azov existe. Tanto es así, que el 10 de junio de 2024 el periódico The Washington Post informó, citando al Departamento de Estado de EE.UU., que la administración Biden levantó la prohibición de enviar armas de fabricación estadunidense al batallón Azov ucraniano —cuyos puntos de vista habían sido considerados racistas, xenófobos y ultranacionalistas hace diez años—, al reconsiderar ahora su postura respecto al grupo tras una “investigación exhaustiva” (sic).
Más allá de la histeria bélica, la guerra de propaganda al servicio de los intereses geopolíticos y de la telenovelización del conflicto, desde 2014 el Batallón Azov es una unidad de la Guardia Nacional ucraniana financiada, entrenada y armada bajo la supervisión del entonces director de la CIA, John Brennan, y por Fuerzas Especiales del Pentágono (pese a la prohibición del Congreso). También Gran Bretaña y la OTAN han financiado, entrenado y armado al Batallón Azov. Así lo han documentado, entre otros, la BBC, The Nation, Newsweek, Time, The New York Times y The Guardian, medios insospechados de simpatizar con Rusia o militar en las filas de quienes adscriben a la “teoría de la conspiración”. Otra fuente de financiamiento de los batallones Azov, Aidar y Dnipro es el multimillonario mafioso ucraniano de la energía, Igor Kolomoisky, de ascendencia judía, principal apoyo de la candidatura presidencial de Zelenski en 2019.
Liderados por Andriy Biletsky, el “Führer blanco”, y Dimitro Yarosh, viejo agente de las redes secretas stay-behind de la OTAN (ver Daniele Ganser, Los ejércitos secretos de la OTAN: La Operación Gladio y el terrorismo en Europa Occidental) —con el visto bueno de la exrepresentante de EE.UU. en la OTAN, Victoria Nuland, quien como subsecretaria de Estado a las órdenes de Hillary Clinton y su sucesor, John Kerry, en 2014 orquestó la operación de “cambio de régimen” en Kiev conocida como “EuroMaidán”—, y como forma de sabotear los Acuerdos de Minsk firmados con Alemania y Francia, el Batallón Azov fue enviado al Donbás a hacer prácticas de “tiro al ruso” con la mira puesta en los autonomistas de Donetsk y Lugansk, en el marco de una campaña de “desrusificación” de Ucrania que, según las fuentes, en ocho años suma entre 14 000 y 22 000 víctimas asesinadas de habla rusa.
El Batallón Azov enarbola las ideas del agente profesional de Hitler, Stepan Bandera, jefe de los colaboracionistas nazis acusado de haber exterminado a 5 000 ucranianos y 15 000 judíos, cuyo cumpleaños fue declarado por Zelenski día de conmemoración oficial del nacionalismo ucraniano. Zelenski apoya la ideología de Bandera, según la cual la población ucraniana tiene dos orígenes: uno, escandinavo y protogermánico, y otro, eslavo. Solo los primeros son verdaderos ucranianos, los otros son “solo” rusos… subhumanos. En Internet se pueden encontrar fotos de milicianos del Batallón Azov sosteniendo la bandera de la OTAN y la esvástica, mientras su propio emblema contiene el sol negro del ocultismo nazi, que era el símbolo de las SS, cuerpo de élite del Führer, y la insignia lateral del rayo. Defensor de la “pureza racial de la nación ucraniana”, Biletsky juró liderar a “las razas blancas del mundo en una cruzada final de supervivencia (…) una cruzada contra los subhumanos (Untermenschen) dirigidos por los judíos”.
La guerra híbrida y la propaganda
El 16 de diciembre de 2021, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución propuesta por Rusia y patrocinada por una treintena de países sobre el combate a “la glorificación del nazismo, neonazismo y otras formas de racismo”. Obtuvo apoyo de 130 países y 49 se abstuvieron (entre ellos, los de la Unión Europea, Reino Unido, Australia, Nueva Zelandia, Canadá, Corea del Sur y Japón). Solo Estados Unidos y Ucrania votaron en contra. Rusia ha presentado la misma resolución cada año desde 2015 y EE.UU. se ha opuesto con el argumento de que prohibir la “glorificación del nazismo” va en contra de la Primera Enmienda de la Constitución sobre la libertad de expresión. La censura a los medios de prensa Russia Today y Sputnik desarma esa coartada.
Al respecto, y como parte de la guerra híbrida de EE.UU. y la OTAN que supera en la coyuntura al Ministerio de la Verdad de la novela 1984 de George Orwell, varias plataformas estadunidenses sacaron de circulación a medios y periodistas de Rusia, eliminando su señal abierta, sus canales en YouTube y redes sociales. Twitter etiquetó a los canales públicos rusos como “medios afiliados al Gobierno” y Google borró de su buscador sus contenidos anteriores y su hemeroteca sobre ellos, en tanto que Facebook e Instagram levantaron la prohibición de los mensajes de odio si estos son contra Rusia, permitiendo los llamados a matar a los presidentes de Rusia y Bielorrusia y los elogios al regimiento nazi ucraniano Azov. Una cacería de brujas que alcanzó a deportistas rusos y representantes de la cultura rusa, como el Ballet Bolshoi y obras de Tchaikovsky y Dostoiewski.[6]
A su vez, declaraciones propagandísticas como las del presidente Biden y su gobierno calificando a Putin como “criminal de guerra”[7], “dictador asesino”[8] y “carnicero”[9], o las del senador estadunidense Lindsey Graham llamando a asesinarlo y las de Ted Lieu, congresista de California, estigmatizando como “subhumanos” a los rusos, alimentan el coro patriotero y racista de los medios occidentales a favor de “más guerra”, y dan pie a que no condenen las atrocidades del Ejército y la Guardia Nacional ucraniana, en una virtual operación de blanqueamiento ideológico del régimen de Zelenski.
A manera de ejemplo, el 16 de marzo de 2022, Fakhrudin Sharafmal, presentador del canal 24 de la televisión ucraniana, tras invocar la doctrina de la “solución final” del teniente coronel nazi Adolf Eichmann —considerado el “arquitecto” del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial—, llamó al “exterminio de niños rusos” y a “masacrar a todas las familias (rusas)”. Durante una transmisión, argumentó que “si se mata a sus padres, los hijos crecerán y, definitivamente, se vengarán. Matando a los niños, nunca crecerán y la nación (rusa) desaparecerá”.[10] El hecho fue silenciado por los medios hegemónicos occidentales.
También fueron minimizados los dichos de Guennadi Druzenko, fundador y comandante de una unidad médica voluntaria ucraniana, quien el 20 de marzo del 2022, durante una transmisión en directo del canal Ukraina 24, declaró que había dado a los empleados de los hospitales móviles instrucciones de “castrar” a los soldados rusos capturados. Druzenko, cuyo equipo de voluntarios ha sido descrito como “ángeles médicos” por medios occidentales, dijo: “Les di a mis médicos (…) una orden muy estricta de castrar a todos los hombres, porque son cucarachas y no seres humanos”.[11] Tampoco han sido difundidos los actos de humillación pública en Ucrania contra miembros de familias romaníes (gitanas), que cuando trataban de huir de Kiev fueron capturados por militares ucranianos y grupos ultranacionalistas, atados a postes y pintados de verde.[12]
Como parte de la guerra híbrida de EE.UU. y la OTAN varias plataformas estadunidenses sacaron de circulación a medios y periodistas de Rusia, eliminando su señal abierta, sus canales en YouTube y redes sociales.
En rigor, según reveló el periodista estadunidense Dan Cohen en el sitio web MintPress News,[13] desde que comenzó la ofensiva rusa en territorio de Ucrania, una red de más de 150 empresas de relaciones públicas internacionales ha venido actuando en coordinación con la OTAN y organizaciones fachada de la CIA, cultivando una imagen del ejército ucraniano como una pequeña milicia valiente que enfrenta al Goliat ruso y construyendo la figura de Volodímir Zelenski como un líder patriótico.
Apoyado por un ejército de estrategas de política exterior, lobistas de Washington DC y una red de canales de noticias vinculada a la inteligencia militar de la OTAN, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania ha producido un flujo constante de sofisticada propaganda orientada a agitar la adhesión pública y oficial de los países occidentales. Asimismo, como parte de la guerra híbrida y con el fin de librar la batalla de la información, el blitz (bombardeo) propagandístico de Kiev difunde comunicación estratégica, operaciones psicológicas, falsificaciones, montajes y hechos difícilmente verificables, junto con los irresponsables discursos virtuales de Zelenski ante distintos parlamentos occidentales, plagados de distorsiones y comparaciones forzadas, como su intento de reescribir la historia al asociar la operación militar rusa en su país con el Holocausto, borrando el papel de agentes nazis ucranianos, como Stepan Bandera, en el exterminio del pueblo judío.
Como ha exhibido Cohen, dicha campaña usa un lenguaje xenófobo y racista, contiene mensajes clave y cientos de afiches propagandísticos, algunos de los cuales presentan imágenes fascistas e incluso elogian a colaboracionistas nazis como el citado Bandera, líder de la milicia conocida como la Organización de Nacionalistas Ucranianos (ONU) durante la Segunda Guerra Mundial, así como de organizaciones neonazis actuales, como el Batallón Azov, Sector Derecho y el dirigente de la banda C 14, Evhen Karas, quien se jactaba de “divertirse matando”.
La red antirrusa de propaganda de guerra actúa desde Londres a través de PR Network, propiedad de la británica Nicky Regazzoni y su compatriota Francis Ingham, y produce diariamente, bajo supervisión de especialistas de la OTAN, los mensajes que van a repetirse en los medios de prensa hegemónicos de Occidente —entre ellos BBC, la CNN, The Washington Post, Foreign Affairs, The Guardian, Vox y The Economist—, algunos de los cuales han sido desmentidos por contener información falsa (fake news).
Una de las empresas de relaciones públicas involucrada en las labores de propaganda vinculada con los servicios de inteligencia es Edelman PR, cuyo director general es el magnate Richard Edelman, miembro del consejo de dirección del Atlantic Council y del Foro Económico Mundial de Davos, y lobista de ExxonMobil, TransCanada y Shell, entre otras corporaciones del ramo de la energía.
Desde que comenzó la ofensiva rusa en territorio de Ucrania, una red de más de 150 empresas de relaciones públicas internacionales han venido actuando en coordinación con la OTAN y organizaciones fachada de la CIA.
A su vez, y con la finalidad de prolongar la guerra en Ucrania, los lobistas de Washington DC agitan en el Congreso. Según señaló Dan Cohen en su reporte, el principal cabildero de Volodímir Zelenski es Daniel Vajdich, registrado como agente extranjero de la Federación Ucraniana de Empresarios de la Industria del Petróleo y el Gas, la más grande de Ucrania. Vajdich, quien escribió el discurso de Zelenski del 16 de marzo de 2022 ante el Congreso de EE.UU., donde citó la frase de Martin Luther King Jr. “Tengo un sueño” (I Have a Dream) para pedir una zona de exclusión aérea sobre Ucrania, declaró a Politico: “Stingers, Javelins (misiles de factura estadunidense), y resolvemos el tema de los aviones de combate”, alegando que Rusia estaba tratando de llevar a cabo un “genocidio” y quería “despoblar” ciertas áreas de Ucrania. Asimismo, el autor del discurso del representante permanente de Ucrania ante la Asamblea General de la ONU, fue Stephen Krupin, quien escribió los discursos de campaña del actual presidente Joe Biden.
De acuerdo con Cohen, el exembajador de EE.UU. en Moscú, Michael McFaul, y el exembajador en Kiev, John Herbst, director del Centro de Eurasia del Atlantic Council, están en contacto permanente con Zelenski, lo asesoran y le han ayudado a establecer contactos con productores de la NBC y la MSNBC.[14]
McFaul declaró a Rachel Maddow de MSNBC que “Hitler no asesinó a personas de habla alemana”, por lo que fue acusado de negacionista del Holocausto. Por su parte, la organización Reporteros Sin Fronteras, puso a disposición de esa red de propaganda antirrusa su rama especializada, el Institute for Mass Information, bajo la dirección de Oksana Romaniuk, especialista en propaganda de guerra de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID).[15]
Notas:
[1] Finlandia y Suecia se incorporaron como miembros a la OTAN en 2023 y 2024, respectivamente. Con ellos, son ya 32 los aliados que componen la Alianza Atlántica.
[2] Juan Pablo Duich, “Putin avala independencia de Donetsk y Lugansk”, La Jornada, 22 de febrero.
[3] Juan Pablo Duch, “Putin lanza ofensiva en el Donbás”. La Jornada, 24 de febrero de 2022.
[4] La noche de los cristales rotos (en alemán, Novemberpogrome 1938 o Kristallnacht) fue una serie de linchamientos y ataques combinados ocurridos en la Alemania nazi y Austria, durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, llevado a cabo contra ciudadanos judíos por las tropas de asalto de las SA junto con la población civil, mientras las autoridades alemanas observaban sin intervenir. Constituyen el mayor pogromo en la historia. Presentado por los responsables nazis como una “reacción espontánea” de la población tras el asesinato, el 7 de noviembre de 1938, de Ernst vom Rath, secretario de la embajada alemana en París por un judío polaco de origen alemán, Herschel Grynszpan, los pogromos fueron cometidos por miembros de la Sturmabteilung (SA), la Schutzstaffel (SS) y las Juventudes Hitlerianas, apoyadas por el Sicherheitsdienst (SD), la Gestapo y otras fuerzas de la policía. Estos pogromos fueron dirigidos contra los ciudadanos judíos y sus propiedades, así como también la destrucción de las sinagogas de todo el país. Los ataques dejaron las calles cubiertas de vidrios rotos pertenecientes a los escaparates de las tiendas y a las ventanas de los edificios de propiedad judía.
[5] Servidor del Pueblo era una serie de televisión de sátira política ucraniana que se estrenó el 16 de noviembre de 2015. El personaje principal es Vasyl Petrovych Holoborodko (interpretado por Volodímir Zelenski), un profesor de historia de secundaria que inesperadamente se convierte en presidente de Ucrania.
[6] Ver “Ucrania: el Ministerio de la Verdad”. CubaInformación, 27 de marzo de 2022.
[7] David Brooks, “Biden aviva la crisis y llama a Putin ‘criminal de guerra’”, La Jornada, 17 de marzo de 2022.
[8] David Brooks, “Arrecia Biden críticas contra Putin, pero sin ofrecer un plan de pacificación”. La Jornada, 18 de marzo de 2022.
[9] AP, “Putin es un ‘carnicero’ y ‘no puede permanecer en el poder’: Biden”. La Jornada, 27 de marzo de 2022.
[10] Redacción, “Presentador llama a exterminar niños rusos”. La Jornada, México, citando como fuente a Russia Today, 17 de marzo de 2022.
[11] “Un médico voluntario ucraniano asegura que ordenó castrar a todos los prisioneros rusos heridos ‘porque son cucarachas, no humanos’”. La Jornada Veracruz, México, 21 de marzo de 2022.
[12] Ver Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya, “El infierno se ha instalado en Ucrania”.
[13] Dan Cohen, “La guerra de propaganda de Ucrania: empresas internacionales de relaciones públicas, cabilderos de DC y recortes de la CIA”, MintPress News, 22 de marzo de 2022.
[14] MSNBC es un canal de televisión por suscripción estadunidense operado por NBCUniversal. Su nombre surge de la combinación de Microsoft y NBC. Está disponible para una población de unos 87 millones de hogares en Estados Unidos y emite principalmente desde sus estudios en 30 Rockefeller Plaza en Midtown Manhattan.
[15] “La red antirrusa de propaganda de guerra”, Red Voltaire, 25 de marzo de 2022.