Los relojes no sólo hacen del tiempo un sinónimo del pasado en un pueblo costero de Cuba. El abandono, más que circunstancia, dejó a su paso rastros inefables de voces, rostros y figuras indescifrables como muestras de una civilización de nombre Tartessos Dune, que lejos de tener un destino sumergido como la Atlántida, el fondo de un latón de basura lo condujo a su hundimiento, hasta que un rescate inesperado y la inventiva de Josué García Gómez lo llevaron a la pantalla.
Esta película se basa en el tiempo y la memoria. Son imágenes y fantasmas perdidos de una ciudad que ya no tiene vida.
Exhibido en presentación especial en el cine Charles Chaplin, el cortometraje ganador del Fondo de Fomento del Cine Cubano en la edición de 2020, con guion original del propio Josué, es “una película que hice sobre mi pueblo, Caibarién. Allí había dos cineclubes de creación, entre los años 80 y 90. Hicieron una gran cantidad de materiales que han sido olvidados completamente. Cuando desmantelaron el último de los tres cines, esos registros fueron a parar a la basura. Los encontré y descubrí que eran copias únicas filmadas en esos años. Entonces comencé a crear esta película que se basa en el tiempo y la memoria. Son imágenes y fantasmas perdidos de una ciudad que ya no tiene vida. Una especie de evocación de una civilización perdida y los restos que han quedado de ella.
“Cuando realizaba la investigación sobre Caibarién un amigo encontró esos archivos, pero él ni siquiera los había revisado y descubrí esas grabaciones de un valor único. Entonces realicé una investigación desde el presente para realizar una especie de paralelismo”.
Con los relojes de protagonistas, el engranaje que sostiene al cortometraje permite su movimiento, rompe con el paréntesis y conjuga una nueva dimensión de lo que fue un pueblo en medio de la vorágine histórica que le tocó vivir. Tartessos Dune desangra el olvido y desempolva, con la luz, recuerdos negados a perecer.