I
Él es un detalle autónomo,
terrorista a veces si te mira como una agenda de noticias,
sin consenso, sin paz.
Él puede con un soplo dividir el tiempo,
quedarse raíz, semilla, papel,
aislamiento, regreso.
Él comparte el temor cuando me mira,
me declara su compañía,
la premura, la sorpresa;
su lluvia con tormenta de mañana,
su pronóstico de verter en mí.
Él se ejecuta en todos los planos de mi espera,
se instala como un sistema,
me domina, sumerge, estabiliza,
soy, su territorio de agua,
su mercado de imposibles,
y no quiere mi ternura.
Él es el recurso, la autoestima
la agencia, el sendero que domestica y muerde
la bahía potencial,
pretende mi economía de recuerdos,
no representarme ante la nada, la duda, el suponer,
tiene mis manos.
Él es el reto de todos mis deseos
participa sin estar
me permanece.
Se ha movido hacia dentro
hacia la recuperación de cada miedo
que se ha colado en mí
que no me salva
que no respira
que me cuece la sangre donde hierve.
II
La poesía es un pez que se ha dormido,
mirar los niños saltar,
las manos firmes barriendo hasta lustrar los adoquines,
el salto cotidiano de la espera,
una casa en venta,
los ojos ardidos de memoria y de sal,
la vieja mecedora con sus ruidos.
Hay poesía que se toca con las manos,
que se mueve en los pies mientras caminas;
pero ninguna como la que cocina, hierve, humedece, perfora, dentellea, sobre
la piel de un verso cuando llueve.
III
Madre eres lluvia
y yo,
la versión de pájaro y agua
que acompañas a todas partes,
gracias por la tierra y las semillas,
gracias por las gotas.
Madre,
quebrantas todos los muros.
Contigo,
un abrazo es suficiente fuerza y pan,
la casa llena.
Quiero de ti los espejos para mirar el bien,
el jardín para curar los errores ajenos y míos,
tus manos de arreglarlo todo
y tu voz.
Que no se me olvide nunca tu voz:
espejo,
jardín,
manos.
Tu voz café y buenas noches.
IV
La voz de mi sangre negra retumba,
y hay fuego en el país de
un niño que dice adiós.
La voz de mi sangre blanca
ondea y desmantelan las cruces de las ciudades pulcras,
se aíslan los lirios y el país,
todo el país cabe en los ojos de un niño.
La voz de mi sangre roja estalla, multiplica
y no queda país en pie,
todo el país sale de la boca de un niño.
La voz crece,
la sangre expulsa
retumba, ondea
estalla, multiplica
y el país se siembra
en las manos de un niño que baila,
su tambor va en los pies.
V
Padre
nuestro barco de papel flota y te sigue a cada puerto.
Gracias por todos los abrazos.
El tablero vislumbra jaque mate,
Pero me salvas.
Tú siempre audaz,
curando los raspones y los sueños.
Tú siempre, siempre, Padre.
Adjuntas la bondad,
arder de sol a sol, porque trabajas.
Derrumbas los miedos.
Reconoces el sitio por su llaga.
Me rescatas sin que sea Ruth
sin tener las manos de María,
quieres hacerme sabia
repoblarme,
y que sea madre de muchos
sin dar a luz.
VI
Mi madre toma café mientras escribo. (Gaonesa)
Me abrazan tus pedazos de ternura.
Madre, abre la ventana, eres el tiempo.
Busco tu voz del orden y me callo,
estás donde la luz es pasatiempo.
El café es nuestra casa, su armadura
contener a los otros y seguir
acuestas el recuerdo, con el temporal
del hambre agazapado y sed, huir
al padre y orar. Amén por la cura,
por la mesa sin mantel, por el cayo
de tus manos, pero faltas. Vivir
no es, esta indetenible abreviatura.
VII
Su piel es una casa donde habito sin miedo.
Reconozco cada sombra,
Cada puerta.
VIII
Tu mano colgando un adiós.
Y yo,
quería sentarme en la palma de tu mano.