De muñecos, sueños, flores y unas inmensas ganas de vivir
25/2/2016
I
Van a ser casi 20 años que conozco a Norge Espinosa, lo cual no quiere decir que desde entonces haya trabajado con él, eso vino después. Norge tiene un olfato agudísimo y desde el primer encuentro clava su mirada sobre uno para saber que traerá esa colisión en lo humano o lo creativo. La vida quiso queme tocara chocar con él doblemente, con el hombre y con el artista. El primero es un hermano atento, entregado y sobre protector, lo cual no me ha librado de un halón de orejas desde el amor más profundo. El segundo es un iluminado de las artes. Puedes entablar con él un dialogo sobre cualquier segmento de la cultura y siempre sales enriquecido, lleno de preguntas y respuestas.
Desde el año 2001, comenzamos a laborar en conjunto. Desde entonces, hemos llevado a escena varios textos suyos, escritos especialmente para Teatro de Las Estaciones. Las tres piezas que me han tocado prologar las conozco muy bien. Federico de noche fue un anhelo conjunto, el viaje onírico hacia lainfancia de un personaje amado por ambos, el poeta y dramaturgo GarcíaLorca. Los dos nos habíamos preguntado por qué esa ausencia sobre las tablasde piezas que tratasen la niñez del bardo andaluz o de otras personalidades fascinantes. Norge eligió para su historia dramática esa fase del día en quelos niños sueñan, experimentan temores de distintos tipos, afrontan visiones que surgen en la oscuridad en forma de fantasmas y monstruos de las sombras.
Son esos instantes oníricos donde los pequeños descansan, asimilan yorganizan lo visto y aprendido, lo que les permite madurar física y psíquicamente. Son los sueños el comienzo del ejercicio de unaindependencia, tanto del mundo exterior como de sus padres.
Sabíamos que la propuesta podría ser complicada, pues queríamos mezclar lolúdico con lo fantástico y lo humano con las alucinaciones nocturnas, todo entrelazado con la lectura inconsciente que al dormir hace el hombre sobre el pasado, el presente y el futuro. ¿Cómo convertir un sueño en algoteatral? Fue el reto que le propusimos a Norge, y él nos entregó un textoque no utiliza de manera tácita la abundante lirica lorquiana, sino que la recrea, la reinventa de forma original, partiendo de la imaginería del granadino en sus textos dramáticos, poemas y prosas de juventud.
Federico de noche, pequeña suite para un niño abandonado, es un texto estrenado por Teatro de Las Estaciones en 2009. Conforma una rara biografía de Lorca, donde se quiebra la conocida fórmula narrativa del teatro para niños que acude a sensiblerías y mojigaterías innecesarias. Esa intención nos trajo no pocas objeciones, es una obra fuera de los moldes de las creaciones para niños que buscan a toda costa divertir, ser muy alegres, con un andamiaje dramatúrgico levantado a base de canciones pegajosas y parlamentos llenos de diminutivos, anémicos remedos del lenguaje de los niños. Si algo me interesa del estilo de Espinosa, es su sentido poético, esa realidad mágica que consigue, tan propia a la idiosincrasia de los títeres.
Norge hace cantar la luna, las hormigas hablan, pone en escena a batracios que bailan y hablan de amor y desamor, un viento maligno y burlón con propiedades extraordinarias. En su viaje simbólico nuestro pequeño viaja hacia el amanecer, se identifica o disiente con toda una variedad fantástica de personajes que como escribí anteriormente. Norge toma de los escritos y poemas lorquianos; La vieja caminante, el titiritero trashumante con sus muñecos populares Cristóbal y Rosita, el pintor de bigotes dormidos, todos abstracciones mágicas que no tienen explicación posible, pues pertenecen al mundo único de la niñez.
II
Cuando concluyó la primera década del siglo XXI, tuve como director artístico de teatro para niños, niñas y jóvenes, la certeza de que al repertorio escénico que hacíamos, le faltaba un texto que hablara acerca de la actual pobreza de espíritu del mundo, de su desprecio hacia la naturaleza, y lo peor, hacia los propios seres humanos. Poseer cosas se ha convertido en el objetivo principal de las vidas de muchos, en vez de dedicarnos a ser, y sobre todo a ser mejores. Fue ese el motivo principal que me hizo subir nuevamente, junto a mi equipo de trabajo, al carromato de la creación. Partir en busca de una historia que cautivara el interés del público desde un dialogo escénico cómplice, lleno de señales y caminos, de guiños culturales y populares en el que los propios espectadores, niños,adolescentes o adultos, se reconocieran.
Pinocho, el archiconocido muñeco, creado por Carlo Collodi en el siglo XIX, fue el personaje que vino como anillo al dedo para nuestra idea artística, sobre todo por su condición de títere, que es decir sujeto raro, paradójico, extraño, y además porque el propio cuento largo del autor florentino, es una historia de penas y alegrías, como la vida misma, con ansiedades de liberación personal, amistad, diferencia de clases, quimeras. ¿Cómo construir un espectáculo para los pequeños espectadores, que no sea necesariamente amable, pero si atractivo, no obligatoriamente soñador, pero sí entrañable? Sospecho que esa intención de nuestro rumbo creativo, comenzó a distanciar a nuestro Pinocho del sendero de los sueños afables y dulzones.
Es ahí donde en 2011, surge Pinocho corazón madera, el texto escrito por Norge Espinosa, exclusivamente para Teatro de Las Estaciones, minado de hermosura y reto. Al concebir su pieza dramática, Espinosa nos sirvió un plato exquisito y abundante, preñado de sutilezas. Siempre he preferido a los autores que dan por encima, eso nos permite a los teatreros ajustar la fábula dramática en el montaje que se verá en escena, y si es teatro de figuras posibilita alcanzar la palabra exacta de entre tantas, como jardinero que escoge lirios en un jardín que exhibe rosas, crisantemos y violetas. Norge prometió personajes que no serían pálidos en su comportamiento, y así fue. Ninguno tiene una conducta de las que se reconocen como normales, ni el viejo Geppeto, ni el Grillo Buena Conciencia, mucho menos el Hada Azul o el propio Pinocho, las personalidades estándar nada tienen que ver con la condición natural del teatro de títeres.
A la historia del niño de madera se sumó la nostalgia por la década prodigiosa, donde los jóvenes se reunían para cantarle a la paz y al amor, todos en contra de la guerra. Tal parece que los que vivimos aquellos tiempos hubiéramos estado en un cuento de hadas —con sus entuertos y peripecias claro está— “el último cuento”, como gusta de decir el propio Norge Espinosa, tiempo de las ilusiones, más o menos alejados de la impudencia y el egoísmo de ahora mismo. Pinocho… habla del hombre y su destino, de los anhelos más caros al alma humana, ansias que nunca serán inaccesibles si se lucha por ellas.
Nuestro Pinocho crece de la inocencia al aprendizaje, de la enseñanza a la
Interpretación propia del mundo. Para nada Pinocho corazón madera remeda la afamada versión de Disney, aunque parodia y cita al filme norteamericano de vez en cuando. Creo que no hay nada errático en desear algo distinto, aunque luego sobrevenga el fracaso o la victoria. Lo que realmente nos ha interesado siempre tanto al propio Norge como a nosotros, es arriesgarnos en una ruta tentativa, dentro de un mundo que se congela y vulgariza de tan moderno.
III
Un mar de flores, juego para dos floristas, con habaneras, criollas, cantos y mar de Cuba y España, en una misma ola, data de 2008, por lo que es anterior a Federico… y Pinocho… Es la única que no fue escrita solamente para nosotros, aunque en esos personajes femeninos habiten características de dos actrices de Las Estaciones como Fara Madrigal o Migdalia Seguí.
Este hermoso texto, que tal vez leí por mi amistad con Norge antes que las actrices para quienes fue escrito, coloca en la zona comprometida de los temas del teatro para los infantes, la problemática de la emigración, del cambio, de la partida y por supuesto de la ausencia. Dos mujeres protagonizan esta historia marinera, una llamada Lila Corola, cubana y florista a mucha honra, que sabe mucho de flores pero nada acerca del mar, y la otra, nombrada Rosa Rosada del Rosicler, española, familia de almirantes y florista, a su pesar. La fábula dramática no ocurre en un pueblo de la Isla caribeña o de la península ibérica, ni en medio del campo o bajo el amparo de una gran ciudad. Es un encuentro en medio del mar, a merced de las olas y de los vientos, en terreno de nadie, o como el propio autor define en un punto desconocido de un mar imaginado.
Entendiendo el éxodo como una de las acciones que ha marcado en todas las épocas la historia de la humanidad, Norge narra los intentos de desplazamiento de Lila, la cubana, hacia un país parecido a España, y de Rosa, la española, hacia un pedazo de tierra similar a Cuba. Quien conozca a Norge, sabrá cuánto hay de complicidad en el nombre de Lila con uno de los más hermosos roles femeninos de la dramaturgia nacional (Lila la mariposa, de Rolando Ferrer), y en el de Rosa, con la impaciente muchacha inventada por Lorca (Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores), a la espera de un amor que nunca llegó.
¿Qué recursos dramáticos afines al teatro para niños utiliza Espinosa Mendoza en Un mar de flores, para no ensombrecer con visos de tragedia el delicado asunto de la peregrinación a territorios ajenos? Pues usa todas las técnicas de que se vale el teatro para niños y de figuras en su concepción dramática, pero revisitando el género de manera muy personal, a través del conocimiento de la cultura en ambas naciones, sin olvidar los temas actuales, ni la ternura y la gracia necesarias para tender un puente donde sale vencedor el teatro.
La música es una de las cualidades más señaladas en el texto, pues permitirá al futuro montaje presentar de manera efectiva los sucesos que inciden en el desarrollo de la obra. Entre criollas y habaneras, formas musicales pertenecientes al patrimonio sonoro de los dos países de las protagonistas, se crea la atmosfera necesaria, que funciona como complemento emotivo del encuentro-desencuentro de ambos personajes. Se le echa mano a la décima, a la tonada espirituana y la guajira, calidades musicalesinfluenciadas por los ires y venires entre nuestro país y la tierra española. Tampoco olvida el autor acotar el tono flamenco de algunos cantares de Rosa Rosada, siempre con letras llenas de candor, picardía, que lo mismo emocionan que hacen reír, como ese especial momento en que Lila evoca a su hermano Sindo (Garay) el trovador, o cuando dialogan entre ambas sobre boleros, rumbas, pasodobles y sevillanas.
Junto a la risa de los juegos, el texto provoca un estremecimiento espiritual, mientras la ironía vence el asomo del melodrama, pues Norge se las arregla para poner constantemente en crisis los caracteres de las dos floristas, muy diferentes y a la vez similares en sus fibras sentimentales más íntimas. Si Lila Corola es ocurrente, desinhibida y alegre, con unas ganas enormes de ver el mundo, Rosa Rosada es introvertida, conservadora y recelosa, en busca de una nueva vida en Las Américas. La una busca lo que la otra desecha y viceversa. Es un toma y daca de vivencias y sensaciones, que rinden tributo desde la palabra y la imagen lo mismo al hermoso Valle de Viñales en Pinar del Río, que a la bella Ciudad de Granada, en Andalucía; sin dejar de evocar a personalidades históricas como Cristóbal Colón oMiguel de Cervantes y hasta la mismísima loma del Cobre en Santiago de Cuba,donde está el santuario de la virgen patrona de la Isla mayor de Las Antillas.
El plato fuerte de la pieza se halla en el cuento que narra cómo aparecieronlas flores en Cuba, una fantasía de Espinosa, contada desde los abanicos-máscaras de Lucinda y Daniela, las abuelas de Lila. El autor propone que el relato sea realizado con la técnica de teatro de objetos, que se vivifique a una gaviota, el zorzal, la lechuza, el flamenco, el faisán yla jicotea, con los utensilios del servicio de cocina de la protagonista cubana. En consonancia con los valores humanos que propone el texto, lapieza se pronuncia contra la envidia y la maldad, a favor de la solidaridad y lo auténtico. Lila y Rosa, distintas y disparejas cada una en su leyenda personal, se pierden de vez en vez en sus propias individualidades, olvidanlo frágil que suelen ser tanto hombres como mujeres ante la madre naturaleza. Hacia el final de la obra, volverán a entablar una porfía inútilque no solo provoca la pérdida del remo medio partido de la florista cubana, sino que incitará la formación de una tormenta en medio del océano.
La peligrosa condición atmosférica dejará a ambas viajeras en igual desamparo, con sus soledades y aspiraciones en medio del mar, con la esperanza y la ayuda mutua como única brújula.
¿No es uno solo el mundo? —le dice Rosa Rosada a Lila Corola en medio de lanegrura del cielo y lo encrespado de las olas— Si nos acompañamos, en cualquier lugar al que lleguemos, puede esperarnos el amor. Sobreviene entonces el final de la obra, con una solución afincada en lo real maravilloso, tan cara al universo de las figuras y los niños, presente encasi toda la literatura dramática de Espinosa Mendoza.
“Un mar de flores” es obra de madurez en la trayectoria dramatúrgica del poeta y crítico teatral nacido en Santa Clara, en 1971. Posee una teatralidad apuntada desde sugerentes imágenes. Dinamita, con inteligencia ysensibilidad, como lo hace en Federico de noche y Pinocho corazón madera,los límites y convenciones tradicionales de los textos concebidos para el público integrado por los más pequeños.
Nadie puede ceñir en la actualidad al teatro para niños en una única einamovible forma de expresión; esas barreras aunque perviven en la mente demuchos, han empezado a estallar tras el encuentro multidisciplinario de lasartes, y Norge lo sabe muy bien. Federico desanda en la noche sin permiso desus mayores, habla con su madre de la muerte y la libertad del ser humano.
Pinocho decide hacia donde quiere dirigir su vida de muñeco irreverente y paga por ello un alto precio. La travesía náutica en que Lila y Rosa seembarcan, no solo está cubierta de claveles, vicarias, galanes de noche y ramilletes de reseda, de experiencias vitales y recuerdos de juventud einfancia, sino de retos creativos en un mundo que necesita ser optimista a toda costa y sobre todo vivir y florecer.