“Larramendi es un maestro del
lente, un descubridor persistente,
cuyo acento cubano se asienta en
el conocimiento de la diversidad,
el dominio de los colores
autóctonos y de sus singulares
luces sombras”.
Eusebio Leal Spengler

Julio Ángel Larramendi Joa dio sus primeros pasos por la pintura y la música antes de llegar a la fotografía. Graduado de Química en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), al regresar a Cuba tuvo al alcance de sus manos todo el equipamiento necesario para dejar correr la pasión por las imágenes. Hoy, decantado por la fotografía como profesión, su obra ha sido expuesta en más de cien muestras personales y ochenta colectivas, tanto en Cuba como en una veintena de países. Los premios “Espacio”, por la obra de toda la vida, y “Excelencias”, por el trabajo en Ediciones Polymita, son apenas dos de los muchos galardones obtenidos.

Si analizamos la pintura como antecesora de la fotografía, desde tiempos tan remotos como los siglos XVI o XVII, podemos ver que el arte se volcaba preferiblemente hacia los retratos burgueses, la realidad de la población negra en Cuba o los paisajes del campo. Un campo donde se rechazaba al indio. Una muestra de eso puede ser el boceto de la obra “Embarque de Colón por Bobadilla”, del pintor Armando García Menocal, disponible en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde vemos en primer plano a una india semidesnuda que, cuando buscamos en la obra original, apenas se ve el rostro. ¿Por qué usted cree que haya quedado tan a la zaga este tema, con respecto a otros?

“En realidad, siendo ese ajiaco que don Fernando Ortiz decía, el tema africano fue muy bien estudiado, el tema español, inclusive, hasta la contribución francesa ha sido bastante estudiada sobre todo en el oriente del país. Con respecto al aborigen, a pesar de los criterios de un numeroso grupo de investigadores cubanos y extranjeros, el tema siempre fue negado, un poco ocultado inclusive. No solamente antes de la Revolución, sino en estos años, hasta hace muy poco. Y el tema es que los aborígenes son la última carta de la baraja. No solamente en Cuba, en toda Latinoamérica. Fueron negados como grupo étnico, fueron negados supuestamente como “raza”. Y los españoles en nuestro país diluyeron su presencia. Es cierto que fueron prácticamente extinguidos, pero quedó una descendencia, quedó un grupo remanente que se ocultó en los valles intramontanos, sobre todo en el oriente del país. También ocurrió que los españoles, en la época de la colonia, hicieron una especie de concentraciones, por ejemplo, en El Caney de Santiago de Cuba.

“Ciertamente, a pesar de los criterios científicos de muchos investigadores, se negaba esa presencia. Todavía hoy existe un grupo de investigadores serios que niegan esa descendencia. Es triste, porque sin duda para Cuba es un orgullo que todavía esté viva esa pequeña raíz de nuestra nacionalidad. Los aborígenes, que fueron el pueblo originario en nuestro país, han aportado mucho y no solamente al idioma, a las tradiciones, al amor a la tierra. Son gente sencilla, son campesinos cubanos que perdieron su idioma hace mucho tiempo, pero quedan de aquel lenguaje muchísimas palabras en nuestro idioma”.

El boceto de “Embarque de Colón por Bobadilla”, de Armando García Menocal, muestra a una indígena semidesnuda que luego el artista no mostró en el cuadro final. Imágenes: Museo Nacional de Bellas Artes

Para que fuera posible la existencia del libro Cuba Indígena hoy. Sus rostros y ADN, libro de Ediciones Polymita, promovido en la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana, ejemplar indispensable para la reivindicación de nuestra identidad e idiosincrasia, hicieron falta cinco años de extenso trabajo antropológico, etnológico, arqueológico, sociológico y fotográfico. La iniciativa partió del historiador de la ciudad de Baracoa, Alejandro Hartman, pero ¿cómo llegó la idea del proyecto a usted y cuándo se enamoró de ella? ¿Ser santiaguero fue un elemento importante para adentrarse en esa investigación tan exhaustiva?

“Debo decirte que el tema para mí no es novedoso. Hace 25 años, de la mano de Alejandro Hartman, visité por primera vez La Ranchería y quedé sorprendido con esas personas que allí vivían. Primero en condiciones muy pobres: bohíos de piso de tierra, cocinaban con leña… en fin, realmente era gente que estaban prácticamente abandonadas a su buena suerte.

“Hartman ha sido la persona viva que más ha estudiado este tema. Desde hace más de 40 años él viene investigando, visitando, averiguando, consultando en los libros de bautismo, en el Archivo de Indias; en fin, realmente es el gran promotor de las investigaciones sobre el tema de origen en Cuba en los últimos 40 años. Vale decir que él fue el promotor de los encuentros que se hicieron en Baracoa durante muchos años sobre el tema del aborigen, a los que asistieron descendientes y representantes de pueblos originarios de Australia, de Estados Unidos, Puerto Rico, República Dominicana, etcétera. Es el verdadero artífice de todo esto. En mi caso, como te decía, hace 25 años visité a estas personas y me quedé prendado de ellos. Pero hay un pedacito más, mi bisabuela Carmen Montoya fue de esas indias que vivió en El Caney y todo parte de ahí. También en los primeros años de este siglo visité varios países latinoamericanos. Estuve en varios lugares de México, Guatemala, Honduras y Perú, y el tema del origen allí lo trabajé bastante. Visité muchas comunidades, inclusive en Guatemala, hice un trabajo sobre las personas viviendo con SIDA y VIH. Y uno de los grupos más afectados eran, por supuesto, las comunidades aborígenes guatemaltecas.

“Acerca de ser santiaguero, te comento. Salí de Santiago, o me sacaron de Santiago, a los 11 años. He vivido la mayor parte de mi vida en La Habana y en otros países también. Aunque sigo siendo santiaguero, no creo que eso haya sido una influencia para este tema. Creo que la cosmovisión adquirida estudiando y visitando otros países fue decisiva para abordar este tema de forma, digamos, interesante, de forma atractiva. El interés del tema per se es inmenso.

“En cuanto al libro, cuando Hartman le hizo la propuesta a Héctor Garrido, inmediatamente le dijo que la otra persona que debía participar, no solamente como fotógrafo sino como editor del libro, era yo, por haberlo acompañado varias veces en recorridos por estas comunidades, por haber hecho varias exposiciones sobre ese tema. Aunque no fui y no soy experto en el tema aborigen, lo cierto es que pocas personas han tenido la oportunidad de fotografiar y entrevistar a aborígenes como yo”.

Imagen tomada del libro Cuba indígena hoy. Sus rostros y ADN.

Parafraseándolo a usted, el libro mismo es un parteaguas, más allá de las fotografías tomadas o de la herencia cultural que pervive de ellos y que fue recogida. Lo que hace novedoso este título es que, por primera vez, se decidió tomar muestras de saliva para pruebas de ADN. Estas comunidades los dejaron adentrarse en su población y le mostraron tradiciones como la ceremonia del tabaco, las curas del rastro o el altar de cruz. ¿Cómo fue posible llegar a estas comunidades históricamente apartadas por las máximas entidades escolares, que los consideraban extintos, y que ellos accedieran a estos estudios?

“Ese primer contacto con estas personas tan generosas, amables, trabajadoras, gente amante de la tierra, amantes de Cuba, cubanísimos, los primeros cubanos, creó un vínculo de confianza que Hartman se encargó de cultivar y eso facilitó muchísimo el trabajo. Fue Hartman quien indicó cuáles eran las comunidades que debíamos visitar a partir de los estudios que él había hecho previamente, los estudios de comunidades con fuertes raíces aborígenes.

“Fue fácil después, habiendo pasado él primero e inclusive acompañándonos en algunas de estas visitas, lograr primero la confianza y segundo el permiso escrito de estas personas para obtener las muestras de saliva. Por otro lado, el carisma de la doctora Beatriz Marcheco [1], su amabilidad y su forma de ser, su gracia, su forma de hablar, fue la llave que abrió todas las puertas. Pienso que fue un trabajo interesante, agradable y, socialmente, creo que es el trabajo más útil que he hecho para mi país.

“Debo agregar que el trabajo se hizo y no siempre sin la reticencia de esos pequeños grupos que todavía hoy abogan por la extinción completa de nuestros pueblos originarios, que decían que aquellos eran gente que estaban disfrazándose para convencer al turismo. En algún caso, hasta los tildaron de payasos. Es triste que un cubano no se sienta identificado con esa raíz que es tan importante, que es tan nuestra”.

Imagen tomada del libro Cuba indígena hoy. Sus rostros y ADN.

Dentro de su catálogo de trabajo, uno que destaca en especial es el realizado en Guatemala a un grupo de pacientes con VIH. Pero también hay otros como Mi otro cuerpo, Ser negro en la Cuba de hoy o Selma 1965-2020. ¿Ha utilizado Julio Larramendi la fotografía para hacer vivir los rostros menos vistos de las poblaciones?

“Yo creo que sí. Durante mi vida profesional he hecho libros y exposiciones sobre los más diversos temas, fundamentalmente cubanos: la flora, la fauna, la arquitectura, el arte… de todo he hecho, pero realmente lo que más me ha motivado siempre y lo que más he tratado de hacer es trabajar con la gente. Los rostros, las personalidades, son para mí lo más atractivo, sobre todo en Cuba que la gente es tan expresiva. Hoy ya he logrado publicar y hacer exposiciones sobre temas para mí importantes: los campesinos, los descendientes africanos, los aborígenes ahora. Fuera de Cuba he tratado varios temas, también de los pueblos originarios de Guatemala, Perú o México. Sin pretender que sea un estudio antropológico ni mucho menos, creo que algo se ha logrado y he podido mostrar esos rostros menos conocidos, rostros que llevan una fe de vida increíble, que arrastran tras de sí, tras esas arrugas, vestuarios y tradiciones, realmente siglos de una vida apagada, de una vida tratada de ocultar en nuestros países latinoamericanos. También he hecho algunos trabajos en África, otro continente desposeído. He escrito textos, por ejemplo, sobre Hemingway, para quien, pese a ser tan reconocido y haber obtenido el premio Nobel, los africanos eran solo un telón de fondo”.

La mejor fotografía es siempre la que está por hacerse, pero ¿tiene la corazonada de hallarla en algún escenario en particular o se deja sorprender?

“No soy de los fotógrafos que andan con la cámara a cuestas todo el tiempo. Yo tengo que sentir la motivación para tomar fotos, o no lo hago. Es un tema increíblemente personal y no creo que le pase a mucha gente. Realmente si no tengo el deseo, el hambre de tomar fotografía, no me sale. Así he perdido muchas fotografías muy buenas que llevo en los ojos, en la mente, pero que no están registradas y de las cuales solo tengo la visión de lo que pudo haber sido una excelente fotografía. No me dejo de sorprender con lo que vivo todos los días cuando salgo con la cámara, lo que no significa que todo lo que hago sea bueno ni que cada fotografía que tomo es una obra de arte. No, no lo es. Creo que hay artistas cubanos como Raúl Cañibano que son capaces, en una fotografía, de decir un millón de cosas. El ‘Cañi’ no es de mil fotos, es de una, pero esa una dice un montón. En mi caso me encanta tomar fotografía de todo lo que veo y he tenido momentos increíblemente atractivos, increíblemente interesantes, sorprendentes, a veces tristes, como fue encontrarme en Santiago de Cuba cuando el huracán Sandy golpeó aquella ciudad. Era de los poquísimos fotógrafos que salió inmediatamente a tomar fotos, hice fotografías increíblemente atractivas. Si el impacto de una exposición se mide por la reacción de las personas, creo que la exposición Paisajes después del huracán Sandy, fue realmente la más impactante. Yo vi gente llorando, vi gente interesadísima. Es bueno cuando ocurre la inauguración y ‘todo el mundo es bueno’. Pero interesante o más interesante es ir un par de días después, cuando nadie te conoce o te reconoce, a escuchar lo que la gente dice. Sucede con mucha frecuencia que la gente ve cosas que tú ni te imaginabas que estaban en tu fotografía”.

Daños causados por el huracán Sandy en Santiago de Cuba. Imagen: Tomada de la web de Julio Larramendi

La vida dio algunas vueltas antes de llevarlo hasta el laboratorio de investigaciones fotográficas en el que trabajaría al regresar de la URSS como graduado en Química. ¿Cuánto aportó ese conocimiento físico y científico al trabajo que haría después?

“Yo empecé a tomar fotografías en el año 1970 estando en la facultad preparatoria para viajar a la Unión Soviética. Allí fue cuando comencé a estudiar de forma autodidacta y con mayor profundidad. La fotografía era mi hobby. Vivía en una ciudad muy apartada de toda la civilización —a cincuenta y tantos kilómetros de la ciudad— y donde lo más importante era el Instituto de Química en que estaba estudiando. Mi hobby, además de la novia por supuesto, era la fotografía. Tenía el cuarto oscuro del Instituto, pero también alquilé equipos para montar un pequeño cuarto oscuro en el albergue y hasta llegué a imprimir fotografías en colores. Mis sujetos eran mis compañeros de trabajo, los paisajes que veía de aquel país hermoso, enorme, increíblemente diverso. Y creo que eso me sirvió cuando comencé a trabajar en el Instituto de Investigaciones, en un laboratorio justamente de fotografía científica, para primero tener una base de conocimiento de qué era la fotografía y la práctica de cómo hacer fotografía, pero sin duda allí fue donde aprendí los rigores, la base científica de qué es la fotografía, tanto la parte química, del procesamiento, las películas, etcétera, como la parte física de los equipos fotográficos, la óptica.

“Compartí con colegas que me enseñaron mucho, que tenían una vastísima experiencia. Y por último tuve acceso a una literatura muy actualizada en aquel momento que me permitió ver, entender, qué se estaba haciendo en el mundo en esos años”.

Su interés apasionado por hacer fotos se encauzó entonces hacia lo profesional teniendo al alcance de las manos libros, equipamiento de primer nivel y personas que sirvieron como tutores iniciales. ¿Desde ese entonces sabía que iba a dedicar gran parte de su trabajo al rescate de la identidad cubana?

“Nunca pensé trabajar en algo artístico o en una obra, y mucho menos pensar en patrimonio, en dejar un legado. No, para nada. Todo el tiempo fue una diversión. Después, en el año noventa y tanto, ya se convirtió en una profesión dedicarme por completo a la fotografía profesional, pero realmente nunca pensé en dejar legado. Todavía hoy me sorprendo cuando me hablan de que he hecho algo interesante, importante. Yo creo que he hecho lo que debía, que fui en cada momento y soy en cada momento una persona, un hombre de mi tiempo, de estos tiempos y que voy tomando aquello que veo. Ciertamente hay imágenes de cosas, temas muy poco tratados, de edificios que ya no existen y que quedan para la posteridad en esas imágenes. Fotografías de personas como Eusebio Leal besando la bandera que han trascendido no porque la tomara yo, sino por la persona, por la situación en que se encontraba. Yo me siento feliz de lo que he hecho, insatisfecho porque creo que podía haber hecho más, por eso trabajo todos los días y me dedico a hacer libros, pero no pensando en la posteridad. Vivo agradecido de personas como Jorge Ramón Cuevas, que fue el primero que me develó los valores de nuestro país; de Eusebio Leal, Alicia García Santana, Zoila Lapique, los historiadores y conservadores de cada una de las ciudades patrimoniales de Cuba, que tienen el conocimiento exacto de sus ciudades, del patrimonio conservado y por conservar en cada una de esas localidades de nuestro país.

“El libro El Patrimonio de la Humanidad en Cuba, terminado el año pasado y al que le hicimos una presentación en noviembre —una presentación pequeña ya que teníamos pocos ejemplares, pero que próximamente se hará una gran presentación en la sede de la Unesco, porque ya llegaron los ejemplares—, es un resumen de alguna forma de todo esto. Vuelvo a decirte, en el caso del libro sobre nuestros aborígenes, sobre nuestros pueblos originarios, creo que es el trabajo que socialmente ha sido más útil de todos lo que he hecho. Otros quizás han sido más amplios, hermosos, interesantes, pero ese lleva un pedacito de mi corazón”.

Eusebio Leal besa la bandera cubana. Imagen: Tomada de la página de Facebook del entrevistado

En su página web encontramos varios libros y artículos que van desde Dulce María Loynaz: una dama y sus abanicos; Rostros en peligro, especies cubanas amenazadas o Servando Cabrera Moreno, El abrazo de los sentidos. También encontramos exposiciones fotográficas como: Quisicuaba, los rostros de la solidaridad; La Habana se retrata en cuerpo y alma o De la tierra al saber hacer. ¿Qué disfruta más, realizar exposiciones y ver las reacciones de los espectadores o el proceso de confección y edición de los libros?

“Comencé a hacer libros hace más de 25 años y debo decirte que son ya más de cien libros los que he hecho. Y el libro es algo muy especial, como una escultura que el artista demora meses en hacer. Los libros son una obra colectiva que tarda a veces años para que surjan, para que estén maduros, para que salgan y para que se publiquen. Amo hacer libros, es lo que más me gusta hacer. Las exposiciones sí, las exposiciones son importantes, actualizan lo que uno está haciendo, pero las exposiciones tienen vida limitada a menos que circulen por todo el país. Una buena exposición puede que la vean dos mil, tres mil, cinco mil personas. Un buen libro, y sobre todo ya después que se ha publicado en versión impresa, cuando se saca la versión digital, lo disfrutan muchísimas más personas y el libro queda. Queda en la biblioteca, queda en los archivos, lo pueden consultar y uno tiene una responsabilidad muy grande. Primero con el país, segundo con los autores, tercero con la editorial y cuarto con uno mismo. “Un libro tiene que ser algo perfecto o acercarse a esa perfección. Porque, como te decía, muchas personas lo van a consultar y algo impreso es considerado como una fuente fidedigna de información. Por eso hay que tener tanto cuidado, por eso nuestro equipo de realización cuenta con lo que creo lo mejor que hemos podido encontrar: Silvana Garriga como editora, Grisel Machado como traductora y un pequeño grupo de autores sencillamente espectaculares, encabezado por Alicia García, Zoila Lapique y otros pocos —en realidad nosotros no tenemos una cantera de autores muy amplia, pero sí excelsa.

“Los autores con los que hemos trabajado los temas de flora y fauna han sido geniales. Ahora está a punto de salir un pequeño libro en versión digital sobre la ornitología en Cuba, escrito por Irán González Alonso, un autor con el que trabajé durante muchos años el libro de flora y fauna. Es un librito pequeño, es un librito sobre sus vivencias, un librito bastante bien ilustrado, muy bien diseñado, pero tiene una responsabilidad y es que ese libro va a ser consultado por todos los ornitólogos, los especialistas de fauna y mucha gente que quiere saber ¿qué hay en Cuba? ¿Cuál es la fauna de aves que hay en nuestro país? Entonces, hacer libros es un placer enorme, es muy difícil publicar libros en nuestro país. Conseguir los fondos es tarea titánica, realmente titánica y lo que sí puedo decirte es que ningún editor, ni ningún autor se va a hacer rico, jamás, haciendo libros. Es un placer enorme, es un trabajo enorme, pero vale la pena hacerlo”.

Libros con fotografías de Julio Larramendi. Imagen:  Tomada de la web del entrevistado

Podemos afirmar que hay “indios en Cuba” o como ellos mismo se hacen llamar “cubanos propios de Cuba” en las regiones orientales desde Maisí hasta Holguín, pero hay todo un legado cultural en la región occidental del país que es innegable. El sobado, el ajiaco o el changüí, se han expandido por toda la isla. ¿Se avecina algún libro con un estudio enfocado en la región occidental?

“No lo sé. Y aunque ha habido un éxodo notable de personas que nacieron en comunidades orientales hacia el occidente del país y no de ahora, desde hace muchos años, te comento que yo trabajé y estudié con un amigo, José Luis Rojas, que era sin duda descendiente de estos aborígenes y que vivía aquí en La Habana. Sus hijas no tienen ni idea de cuál fue su origen. Yo he encontrado hasta en Pinar del Río a gente que llamaban indios por su fisionomía, por su aspecto, por su tamaño, por el color de su piel, etc. Creo que el estudio puede hacerse sobre todo desde el punto de vista de ADN, eso ya le tocará a mi querida doctora Marcheco, pero realmente creo que es mucho más difícil hacer otro libro gráfico con fotografía sobre este tema”.

¿Usted cree que dentro de varios siglos, esa reivindicación de la identidad cultural que vamos logrando sobre la marcha, llegue a exponerse en nuestros principales museos como grandes piezas de arte? ¿Tendremos, al fin, indios en el legado visual cubano y no eliminados del lienzo o sacrificados en la cruz? ¿Cuba incluirá en la popular frase “el que no tiene de congo, tiene de carabalí” a esa otra raza de la que también tenemos parte?

“Yo creo que sí. A pesar de que a mí, a mis hijos, a mis nietas les han dicho y todavía le dicen en la escuela que los indios en Cuba fueron exterminados, pienso que comienza o ha comenzado ya desde hace algún tiempo un nuevo momento para el cambio de mentalidad, para el cambio de la historia de que no fueron exterminados. Aunque sí hubo una intención, es decir: el libro, las investigaciones, no restan para nada la responsabilidad de los colonialistas, los colonizadores españoles en su intento, de exterminar a nuestra población. Intento que llevó desde enfermedades traídas, la explotación en las minas, en fin, todas esas cosas que sí se saben pero lo cierto es que sí quedaron descendientes de aborígenes y pienso que este libro es un granito de arena, un poquito más quizás, en ese ladrillo, en ese bloque para cambiar la mentalidad, para cambiar lo que se enseña en la escuela y que todos los cubanos estemos orgullosos de que tenemos una descendencia viva de ese pueblo originario, de esos primeros cubanos, de aquellos que le dieron este nombre a nuestra isla y de aquellos que defendieron su identidad, de aquellos que defendieron su libertad y que hoy humildemente conservan sus tradiciones. Algunas hermosísimas, algunas valiosísimas, y sobre todo ese legado que debe ser conservado.

“Yo no sé cuánto demoraremos en hacerlo, pero pienso en la importancia de la divulgación de esta obra, del libro, de su contenido, del trabajo de la doctora Marcheco más que la fotografía. Sobre el libro, te confieso que pudo haber sido un libro muy bonito solo de fotografías, pero hubiera sido un libro más. Es el estudio de ADN el que se convierte en la piedra de toque de este libro, el que le da no la novedad sino la verdadera importancia histórico-social a esta obra. Muchísimas gracias por tu interés”.

Imagen tomada del libro Cuba indígena hoy. Sus rostros y ADN.

Gracias a usted por su tiempo…

“Por último, una anécdota: hace algún tiempo en la Sala Villena de la Plaza de Armas hicimos una exposición sobre el tema Héctor Garrido y yo. Y por vivir cerca, a cada rato yo iba allí, me daba una vuelta, atendía a la gente que iba. Un día fue una madre con su hijo. Después de terminar el recorrido, de explicarle foto por foto, aquella mujer, joven aún, me dijo: ‘Le agradezco muchísimo lo que ustedes han hecho —hablaba en nombre de los dos, por supuesto—, porque usted acaba de enseñarme que nuestro país no es solamente negro, blanco, chino y franceses… también tenemos nuestros aborígenes. A mi hijo hace pocos días le dijeron en la escuela que en Cuba no había indios. Y hoy yo iré a la escuela y le diré que vengan a ver la exposición’. Eso fue muy interesante”.

“Y otra anécdota: por allá por el año 2002, a instancias de Leal, hice una exposición que se llamaba Aborígenes en Cuba hoy, en el Museo Humboldt; cuando aquello yo no tenía galería. Fue una exposición de esa primera visita que yo hice a La Ranchería y un momento antes de la inauguración, se apareció alguien de guayabera, tabaco y bolígrafo para decirme que no se podía inaugurar porque aquello iba en contra de los principios de la Revolución. Que en Cuba no había indios. Afortunadamente el entonces director del museo, Montané, lo enfrentó, le dijo que en Cuba sí había descendientes de aborígenes y se inauguró. Curiosamente estaba allí un nieto de Panchito, el cacique de la montaña”.

Notas:

[1]Directora del Centro Nacional de Genética Médica.

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